Los kenianos, de los maratones a las carreras por montañas
Cada vez más atletas africanos participan en las pruebas del circuito mundial de trail en busca de una mejora económica

Sin quererlo, el periplo de Thomas Krejci, un austriaco que llevaba media vida haciendo orientación y se marchó un invierno a Kenia para correr, ha abierto la gran puerta del trail a África. Sus dos estandartes, Patrick Kipngeno y Philemon Kiriago, rara vez se caen de un podio de las Golden Trail World Series. No fueron los primeros, pero sí los que demostraron al resto que el éxito era posible. Y detrás de ellos llega un ejército. Ya son mayoría en el comedor del hotel de Mandarfen, en el Tirol austriaco, que sirve de epicentro para la Pitzal Alpine del sábado, la séptima carrera del calendario. ¿Se parece el futuro del trail al de un maratón en asfalto? “No era mi intención. Y creo que hubiera pasado incluso sin nosotros. El gran motivo es el dinero. Si hay más dinero en premios, contratos o espónsor… Me pregunto por qué no hay más etíopes, supongo que es cuestión de tiempo”.
Después de alternar inviernos por las islas Canarias, Krejci descubrió Kenia en 2007 y trabó una profunda amistad con Geoffrey Ndungu. “Fue una experiencia increíble pasar tres meses en una casa sin luz ni agua. Solo entrenando y cuidando de las vacas”. Volvió a Austria con la idea de apoyar la carrera de aquel profesor al que vio potencial. Sumó a tres amigos a la causa y fundó un club de atletismo que pasaría a llamarse Run2gether (Correr juntos). “Queríamos apoyarles de una forma diferente a como lo hacían otros managers. Era importante que fuera una organización sin ánimo de lucro, pero queríamos que se beneficiara la mayor gente posible de mezclar culturas”. Dar a los suyos la oportunidad de ver el mundo con otros ojos, como hizo él, y a los kenianos, una carrera.
Dos motivaciones distintas para correr. “Para los kenianos, es una oportunidad de ganar dinero y financiar a sus familias. Los europeos, aunque seamos casi profesionales, siempre tenemos un plan B”. Krejci no tenía dinero para costear la carrera de Geoffrey, así que replicó el formato de entrenamientos de Kenia en las montañas austriacas, en los pastos alpinos de Hebalm. Atletas africanos entrenando a aficionados europeos, que luego les visitaban en invierno. Una doble vía de financiación. “Con ese dinero pagábamos los vuelos y los alojamientos a los corredores”. Y dio resultado, pues Geoffrey ganó en asfalto —dos veces la maratón de Dublín con 2h08m— y en montaña, donde coleccionó victorias de la Copa del Mundo y ganó la general. Una progresión que se cortó con sus lesiones en el tendón de Aquiles.
Su historia sirvió para crear un pequeño training camp en su aldea, Kiambogo, donde alojar a los huéspedes, entre 300 y 400 al año. Es el gancho para costear la residencia de medio centenar de atletas locales —más una academia con 25 chavales entre 12 y 18 años— para un equipo de unos 70 miembros: 17 de ellos, los mejores, entrenan en Europa. También allí ha crecido la demanda en las concentraciones: más de 200 suizos, italianos, austriacos o alemanes al año. Cada uno tiene como entrenador personal a uno de los mejores corredores por montaña del mundo. “Van a siete minutos el kilómetro, o andando si se cansan. Cocinan comida keniana para los invitados”.
De la cantidad sale la calidad. Krejci llevó a Kipngeno a la montaña y curó sus problemas con las rodillas poniéndole a subir cuestas: menos impacto en las articulaciones y suficiente potencia para ser campeón del mundo de kilómetro vertical. Philemon fue un descubrimiento, alguien que llegó a Europa después del instituto a buscarse la vida. “Honestamente, no sabía que fuera bueno en montaña. Intento probar a todos los que vienen en verano en alguna carrera de montaña”. Él ganó la suya y se labró un futuro. “Lo discutimos. Era bueno en cross, pero no tan rápido en asfalto”. Con entrenadores como el propio Geoffrey, asombró al mundo ganando en los miradores alpinos de Sierre-Zinal, quizás la carrera con más solera del trail, en 2023. Desde entonces, entre ambos suman seis victorias en las Golden. Les queda, eso sí, la cuenta pendiente de ganar la general, un título que defiende el marroquí Elhousine Elazzaoui.
Sus éxitos han propiciado la llegada de cada vez más kenianos, que han extendido su dominio por las principales carreras y copan un top-10 tras otro ante la resiliencia de unos pocos europeos que ven cada vez más lejos competir. El ejemplo es Remi Bonnet, el suizo que ganó la general de 2023 y no ha vuelto a subir al primer escalón del podio desde entonces. Krejci lo argumenta por la tasa de paro en el este de África. “Correr es una buena oportunidad y lo ponen todo, ellos no tienen un plan B”.
Con todo, habla del nuevo contexto como una consecuencia no buscada. “Lo hablamos mucho últimamente. No es nuestro objetivo, sino que europeos y africanos entrenen juntos, se beneficien mutuamente y eleven el nivel del deporte en general. Hay mucho que mejorar. Está claro que los kenianos no son los mejores en el terreno técnico ni tampoco son aún fuertes en ultradistancias”. Por eso abre sus puertas al siguiente entrenador europeo que asuma ese reto, el de las 100 millas, pues su obra no está acabada. “La gente me pregunta cómo me beneficio si no saco dinero. Supongo que tengo suerte de que mi esposa sea fisioterapeuta y gane suficiente dinero para cuidar de mis mijos y mi vida”. Su aporte a la felicidad familiar es cinco meses de convivencia con Kenia, esos amateurs que se despiden entre lágrimas por haber descubierto otro mundo.
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