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Faith Kipyegon se queda a 6,43s de ser la primera mujer que baja de los 4m en la milla

La tres veces campeona olímpica de 1.500 mejora en un segundo (4m 6,42s) su récord mundial con una marca que no será homologada por la federación debido a las ayudas para su logro

Faith Kipyegon
Carlos Arribas

Es la ironía y la belleza, la grandeza, del deporte más humilde, la carrera a pie, convertida una tarde calurosa y nublada de París en obra magna de ingeniería alrededor de un corazón, el de Faith Kipyegon, una atleta que comenzó corriendo descalza y calza un prototipo de zapatillas que quiere blancas y dejan con la boca abierta por su ligereza y su rebote, y seis clavos afiladísimos en su suela, y viste un traje de TPU, que parece plástico y algo es, con relieve, costuras soldadas, y, en el pecho, un sujetador impreso en 3D con TPU que parece hecho de aire, tan poco pesa, y la rodean 13 atletas, hombres y mujeres, que mientras da cuatro vueltas cronometradas al tartán del estadio de Charléty, crean a su alrededor una zona de bajas presiones para eliminar turbulencias y disminuir la resistencia del aire a su carrera. El césped, cubierto de una moqueta morada con los símbolos de Nike. La pista, azul. Es el apogeo de la era de la conversión del deporte en espectáculo.

Kipyegon debe correr a más de 24,200 kilómetros por hora. Debe alcanzar esa velocidad media durante 3m 59,99s consumiendo la misma energía con la que la corrió a 23,390 por hora para batir el récord convencional de la milla (4m 7,64s). No es mejor atleta que entonces. Hace unas semanas corrió un 1.000m en 2.29, sin mejorar su mejor marca. Sus entrenamientos con Patrick Sang tampoco han sido diferentes a los de los últimos años. La diferencia la debe borrar el ingenio de los científicos del rendimiento. No lo consiguen, se quedan a 6,42s, y se regocijan los puristas. Se quedan solos.

Pese a saber que era una tarea imposible, Faith Kipyegon se ha atrevido a desafiar al imposible, una mujer corriendo una milla (1.609 metros) en menos de cuatro minutos, cuatro vueltas a la pista más nueve metros, y ninguna en más de 60s, la perfección de la simetría, la simpleza, y, como muchos preveían, y muchos deseaban, ha perdido.

En ningún momento de las cuatro vueltas, tan diminuta ella entre liebres gigantescas, entró en tiempos de récord: 1m 0,20s, los 400m; 2m 0,75s,los 800m, cuando las dos únicas mujeres entre las liebres, las magníficas británicas especialistas en 800m al nivel de 1m 56s Jemma Reekie y Georgia Bell, se retiran de su tarea a espaldas de Kipyegon, a quien solo le queda la fe que lleva grabada en el nombre y la ayuda de grandes figuras masculinas, Kinyamal, Fisher, Laros… que se frenan y miran atrás y la animan cuando ven que el ácido láctico ya invade a la reina del atletismo femenino y no puede mantener el ritmo: 2m 30,68s los 1.000m; 3m 1,84s el 1.200m, y la imposibilidad se hizo ya imposible: 4m 6,42s los 1.609m, apenas un segundo menos que su récord oficial, sin tanto show.

Cuando Roger Bannister se convirtió en el primer hombre que corrió en menos de 4m, su logro, conseguido en la pista de Oxford hace 71 años, no fue sino el último paso de un empeño de varios años de atletas de varios continentes, el último segundo que se resistía. El salto de Kipyegon, atleta y madre, es de otro nivel, un salto al vacío de más de siete segundos, varios años de evolución de la marca, y no han podido ser borrados de golpe ni por la comunión casi astral de la tecnología punta, casi espacial, y la determinación y el talento de una keniana.

La marca no tendrá valor como récord mundial, como tampoco lo tiene la de 1h 59m 50s de Eliud Kipchoge en el maratón conseguida en circunstancias igualmente no homologables de liebres, zapatillas y ayudas.

Es la conjunción de la magnificencia de los servicios de comunicación, marketing, y propaganda de Nike —decenas de periodistas de todo el mundo invitados a París, influencers convencidos, y tienen razón, de que la historia se escribe con teléfonos móviles en TikTok e Instagram, y serán las mejores fuentes para que en el futuro conozcan lo que son estos años—, y una idea loca para que todo el mundo les preste atención al menos cuatro minutos y se escriban páginas y páginas, con la humildad de una mujer africana que se levanta a las cinco para entrenar con hombres y mujeres en el altiplano del Rift, acacias y pistas rojas en Kaptagat, y sueña con que todas las mujeres africanas y todas las mujeres del mundo se sientan fuertes para decidir.

El atletismo es su arma, y su compañero de entrenamiento Eliud Kipchoge, el más grande maratoniano de la historia y hombre imagen de Nike siempre y del valor purificador de la carrera, su portavoz. Y al pie de la línea de meta, 1.609 metros después de iniciar su viaje, y poco más de seis segundos pasados los cuatro minutos, la abraza. “Aún creo que es posible”, proclama Kipyegon que se emociona y llora al principio y luego, alentada, por el estadio, sonríe. “Sé que algún día, en algún momento, una mujer correrá por debajo de los cuatro minutos. No perderé la esperanza. Seguiré intentándolo y, si no hay algo como esto, algo especial, creo que en una Diamond League normal, o en cualquier otra competición, seguiré intentándolo y espero conseguirlo algún día”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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