Faith Kipyegon: fe, corazón, zapatillas y protuberancias para cuatro minutos imposibles
La triple campeona olímpica keniana, la mejor mediofondista de la historia, intentará el jueves en París ser la primera mujer que baja de cuatro minutos en la milla


Parece tan imposible el objetivo que se propone Faith Kipyegon que no sería exagerado comparar a Lisa Gibson, la científica detrás de los tejidos aerodinámicos de Nike, con Edna Moda, la fantástica fashion designer que convierte con sus trajes a Bob y Helen Parr en los superhéroes de Los Increíbles, más rápidos que el viento. Porque así, vestida con un traje de superheroína y unas zapatillas ad hoc, no menos atómicas, intentará la atleta keniana, la mejor mediofondista de la historia quizás, convertirse en la primera mujer que corre una milla (1.609 metros) en menos de cuatro minutos. Para ello deberá, tarea titánica, rebajar en ocho segundos, dos segundos por cada vuelta de 400m, el récord del mundo actual, que ella misma posee con 4m 7,64s. La cita con lo increíble, el próximo jueves 26, 20.00, estadio de Charléty, en París.
“Lo que puede hacer un hombre, lo puede hacer una mujer”, es el motto vital de Kipyegon, una mujer de 31 años uncida con una misión en la vida. “Me despierto cada mañana creyendo en todo lo que hago, creyendo en el entrenamiento, qué hacer para empoderar a la próxima generación, siendo fuerte”, dice. “No se puede limitar una a sí misma. Hay que soñar y creer en una misma. Eso me ha ayudado mucho a esforzarme al máximo en cada entrenamiento y a soñar con lo que vendrá después”.
La noche anterior, comedias alocadas nigerianas para reírse y olvidarse de pensar y una oración a Dios, que todo lo ordena. Minutos antes, el Try Everything de Shakira en los cascos, una oración a Dios en la habitación. Durante, lo que el hombre consiguió hace 71 años —Roger Bannister en Oxford, 6 de mayo del 54, 3m 59,4s— y nunca una mujer ha hecho, correr a 24,2 kilómetros por hora durante casi cuatro minutos. Y después, quizás, una hamburguesa de premio, un beso a su hija Alyn, de siete años, un abrazo a su amigo y compañero de entrenamiento en el valle del Rift Eliud Kipchoge, la cobaya que salió victoriosa del anterior experimento de Nike, cómo bajar de las dos horas en el maratón, y el futuro. “El mensaje para las niñas, especialmente las pequeñas como mi hija Alyn, es que no se pongan límites. Tienen que soñar y hacer realidad sus sueños. La próxima generación nos mira para que les mostremos el camino. Y eso es lo que estoy haciendo ahora”, explicaba Kipyegon en una teleconferencia de prensa la semana pasada. “Creo que cuando Alyn tenga 8 o 10 años, sabrá lo que estoy haciendo, pero ahora mismo no entiende lo que voy a hacer. Cuando sea un poco mayor, comprenderá que les he inspirado mucho. Este es el sentido del viaje, inspirar a la próxima generación”.
Lo más complicado, claro, es el durante. La misma grandeza y ligereza de la diminuta Kipyegon (1,57 metros, 42 kilos) señala la dificultad del empeño. Kipyegon es triple campeona olímpica de 1.500m (Río, Tokio, París), la única mujer que ha bajado de 3m 50s en la distancia, la única que ha bajado de 4m 10s en la milla, lo que consiguió dando un bocado de cinco segundos al anterior récord, los 4m 12,33s de Sifan Hassan. Una marca excepcional, a la que ninguna otra mejor puede acercarse. Para conseguirla corrió a 23,4 kilómetros por hora. Para una milla en menos de 240 segundos necesita correr a 800 metros más a la hora, una velocidad que las mejores mujeres solo son capaces de mantener durante dos minutos y medio en una carrera de 1.000 metros (récord del mundo, 2m 28,92s), prueba que terminan con tal subida de ácido láctico que no son capaces de dar un paso más, extenuadas. Los hombres corren los 1.000m (récord del mundo, 2m 11,93s) a 27 por hora y la milla (3m 43,13), a 26. Las diferencias anatómicas con los hombres —pelvis más ancha— y fisiológicas —más grasa, necesaria para su balance hormonal; menos músculo debido a su menor nivel de testosterona— hacen imposible que, al menos a la hora de correr, las mujeres puedan hacer lo mismo que los hombres. “La mujer bajará de los cuatro minutos, pero deberá pasar bastante tiempo aún. Es una cuestión de progresión lógica”, reflexiona Jorge González Amo, exatleta de medio fondo. “En 1954, cuando Bannister lo consiguió para los hombres, ya había varios atletas que corrían los 1.500m en 3m 43s, el tiempo por el que se debe pasar para llegar a 3m 59s 109 metros más allá. Ninguna mujer se acerca aún a esa marca pese al avance en la evolución que han supuesto las zapatillas”.
Para salvar la brecha de género, para hacer lo imposible posible, entran en acción la ciencia, la tecnología y la fe de una atleta que siempre hace honor a su nombre propio, fe en su capacidad y deseo de romper barreras, de superar todos los límites.

Vestida para volar. Las zapatillas —el último prototipo de la empresa de Oregón, las Victory Elite FK, que tienen 3mm más de espuma y son más ligeras que el último modelo— y el traje de superheroína. Entra en acción Lisa Gibson, creadora del tejido sintético del mono de carrera y del sujetador, un traje aerodinámico “con aeronodos, pequeñas protuberancias repartidas por todo el tejido, impresos en 3D”, según explica la científica del laboratorio de innovación de Nike en la película Breaking 4 (Batiendo 4), estrenada la pasada semana en Amazon Prime. El mono, largo hasta las rodillas, recuerda a los trajes de baño con los que se batieron tantos récords que debieron ser prohibidos, y el tejido, al de los maillots en relieve con vórtices que usaban en las contrarrelojes los ciclistas del Sky. El cuadro y tija de la Pinarello y el casco que usó Pippo Ganna para batir el récord de la hora también exhibían protuberancias que generaban vórtices con un patrón regular para reducir las turbulencias aerodinámicas a casi 60 por hora. “Los aeronodos en relieve del sujetador, el traje, en los manguitos y en las perneras crean una zona de turbulencia controlada”, añade Gibson. “Dividen el aire delante de Faith y crean pequeños remolinos detrás de ella para reducir la resistencia del aire a su avance, similar a la velocidad que desarrolla”. A Kipyegon le encanta el tacto del tejido, que se adhiere a su cuerpo, dice, “como una segunda piel”. “Me sentí muy bien al probármelo. El sujetador y el traje son realmente preciosos. Su aspecto. La primera vez que lo toqué… Y cuando me lo probé, me sentí genial. Es muy ligero. Te sientes muy cómoda. Es como si no llevaras nada puesto”, señalaba. “Es como si tuvieras algo, pero muy ligero”.
Siendo importante este factor, aunque los expertos no han cuantificado cuántos segundos se pueden recortar a 24 por hora gracias al traje, acompañado de un pañuelo ceñido en la cabeza, la mayor ayuda aerodinámica la proporcionarán las cinco liebres masculinas que rodearán a Kipyegon, dos delante y tres detrás, en cuña, para generar un bolsillo que destruya las turbulencias. Durante sus cuatro vueltas y nueve metros a la rapidísima pista de Charléty, la misma en la que hace un año la atleta entrenada por Patrick Sang en el campamento de Kaptagat —“me levanto todos los días a las 5.40, y a las seis ya estoy corriendo”, dice— se convirtió en la primera mujer por debajo de 3m 30s en los 1.500m.
Todas estas ayudas, traje, zapatillas, liebres, impedirán que World Athletics homologue la marca que se consiga, tal como ocurrió con los dos maratones que Kipchoge corrió hasta bajar de dos horas. Este detalle no importa en absoluto a Kipyegon, la niña tan pobre que corría descalza, cuatro kilómetros ida, cuatro vuelta, a la escuela todos los días, y descalza corrió, sus primeros crosses, y ahora es la elegida para la gloria. “Romper la barrera de los cuatro minutos dará esperanza a las mujeres para creer que podemos soñar en grande”, dice Kipyegon, y todo el mundo recuerda cómo lució orgullosa las arrugas postparto en el abdomen, entre el top y el pantaloncito de correr, pues no quiso usar camiseta larga cuando regresó al atletismo en el Mundial de 2019 después de ser madre. “Dará esperanza a otras mujeres de que todo es posible”.
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