La afición que prohíbe insultar
Curvabar, una peña del Yeclano, incluye en sus estatutos la norma de animar sin ofender al árbitro y al rival

Instantes previos, la escena es similar a la de otras aficiones: varios hinchas alternan vasos de cerveza con bocatas y tocan el bombo al ritmo de estribillos pegadizos. Encienden bengalas y caminan desde la sede de la peña en la que militan hasta La Constitución, el estadio del club. Las rayas rojas y azules del Yeclano Deportivo, en segunda división B, se mezclan en las gradas y es cuando, en uno de los rincones, comienza el espectáculo: la peña Curvabar entona la letra de El abuelo, homenaje a quienes transmitieron el amor por el principal equipo de Yecla, localidad murciana de unos 34.000 habitantes.
La canción dice: “Mi abuelo me llevó a ver a mi Yeclano a la Constitución. Ahora que ya he crecido, mi abuelo ya no está. Mi nueva familia se llama Curvabar”. La tonadilla se ha convertido en un himno no oficial que precede al pitido de arranque y que ha puesto el foco en esta agrupación. No solo por estos versos, sino por toda su filosofía: entre sus estatutos está la norma de no insultar al árbitro o a los jugadores rivales. “Durante 90 minutos son nuestros contrincantes, pero no nuestros enemigos. Queremos que el fútbol sirva para pasarlo bien y para mostrar valores positivos, no para ofender a nadie”, explica Javier Francisco Soriano (40 años), presidente de la peña.
“Nos gusta ir a disfrutar, así que pensamos que teníamos que hacer algo para ser un modelo”, comenta Soriano. A pesar de llevar alrededor de una década asistiendo juntos, los 119 miembros de la peña constituyeron Curvabar en 2017 para darle entidad a sus convicciones. Eligieron el nombre del lugar donde se sentaban (la curva donde está la cantina) y habitualmente tienen decenas de agregados, los denominados Curvafans, que no forman parte del grupo, pero les acompañan a menudo. “Una entrada normal cuesta unos 15 euros. El abono son 150 y para hacerte miembro son 170 con una camiseta y una cazadora”, desglosa el presidente.
Desde su aparición han llenado el recinto de positivismo. “Pensamos que la gente trabaja mejor con la palmadita que con la patadita, como se dice aquí, y queremos que nuestros jugadores se sientan arropados. Que luchen y se esfuercen, pero sin gritos ni abucheos porque es solo un juego”, esgrime el portavoz, que pone como ejemplo lo que cantan cuando creen que el árbitro ha cometido un error: “Señor colegiado, usted se ha equivocado”. Incluso alaban las buenas actuaciones de la formación contraria, les felicitan si el resultado está de su parte o les desean un buen viaje de vuelta al acabar el encuentro. “También intentamos quedar antes con peñas del equipo contrario para confraternizar”, indica Soriano.
Esta inusual manera de animar ha tenido una amplia repercusión. Las demás hinchadas les vitorean, los integrantes de otros clubes les felicitan y ya han obtenido galardones de medios especializados a “la mejor afición de la liga”. Un paseo rápido por las redes sociales confirma la sensación general: “su afición es puro fútbol”, “lo más bonito que he visto en un campo” o “envidia sana” son algunas de las menciones. Además, los resultados han mejorado. La temporada pasada, el Yeclano Deportivo ascendió a Segunda B. Y, según dicen, las buenas maneras se han extendido al resto del estadio, con un aforo de unas 3.500 personas. “Ha sido una maravilla. Ya podemos llevar a nuestro hijo al fútbol”, relatan Marta Palao y José Pascual. “Antes ibas y estaban los típicos energúmenos insultando. No nos gustaba que Diego (su hijo, de siete años) se quedara con esa imagen”, arguyen. David Domínguez, cómico local y aficionado “desde pequeño, que entraba gratis”, cree que la experiencia es “alucinante”. “De los exabruptos se ha pasado al respeto. El ambiente es mucho mejor. Se ha creado hasta una hermandad entre jugadores y cuerpo técnico. Es una fiesta y ya hay gente que va a ver a la Curva, no al Yeclano. Hay muchas aficiones, pero esta es diferente”.
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