Luis y el entrenamiento invisible
Manuel Neuer nos ha hecho saber que los jugadores están al límite de su carga de trabajo


Cuando el añorado Luis Aragonés se ponía delante de los jugadores y nos hablaba del entrenamiento invisible, más de uno y de dos pensaban, pensábamos, que ya estaba el míster con sus historias y qué carajo sería eso del entrenamiento invisible. Luego, con toda la lucidez del mundo, nos empezaba a hablar de los estiramientos, de la alimentación, del sueño y del descanso para remachar: “Son imprescindibles”.
Me gusta imaginar a Luis observando el panorama actual, las pretemporadas sin pretemporada, los entrenamientos sin posibilidad para trabajar los elementos fundamentales del deporte del fútbol. Y me gusta aún más poder adivinar cuál sería su conclusión, seguramente resumida en una frase, casi un aforismo, lleno de sabiduría. Pero seguro, seguro, seguro que habría en el pensamiento una parte para el descanso, algo así como: “Vasco, escúcheme, sin descanso no hay entrenamiento. Y estos chicos no descansan”.
Y pensaba en Luis Aragonés cuando leía las declaraciones de Neuer, portero del Bayern: “Los futbolistas están al límite de su carga de trabajo”. Y pasaba luego a describir una semana de entrenamiento: “Algunos ejercicios en los entrenamientos son simplemente imposibles en este momento. Tras los partidos hacemos la recuperación, luego un poco de táctica y a volver a jugar”.
Si como ya admitimos todos, en el fútbol se juega como se entrena (eso también nos lo dijo El Sabio), podemos concluir que, tal vez, una de las causas del rendimiento irregular de los equipos, de esa incapacidad para llevar la intensidad y el ritmo de juego más allá de los 60/70 minutos puede ser la ausencia de trabajo, tanto visible como invisible. Porque me imagino que el descanso y el tiempo de ocio se han reducido en la misma medida que el del entrenamiento. Todo ello sumado a la tensión de esta situación sanitaria que pone a los jugadores ante una incertidumbre diaria que les lleva a los más concienciados a permanecer casi aislados de toda relación social, pendientes de reducir al mínimo las posibilidades de contagiarse y de poder contagiar a otros.
Y fíjense que Neuer es portero, no es de esos a los que ahora se mide en kilómetros recorridos, pero sí en sus acciones a máxima velocidad, sobre todo este perfil de guardametas cada vez más habitual que se anticipan al juego y permanecen siempre dispuestos a intervenir, aunque el balón esté en campo contrario. Es de los que, por edad, están ya en el tiempo de calidad más que de cantidad de trabajo.
Y para seguir con el argumentario, piensen que Neuer es el capitán del Bayern Múnich, uno de los primeros equipos en encontrar un acuerdo económico con su plantilla en vista de los destrozos económicos como consecuencia de la pandemia. Y que levantó la Copa de Europa en Lisboa en agosto. Vamos, que no se puede decir que sea de esos tipos quejicas, egoístas y que solo ven lo negativo. Todo lo contrario. En sus declaraciones matizaba que los jugadores de fútbol no deberían quejarse porque tenían el derecho (y la posibilidad) de jugar (trabajar), aunque estén al límite de la capacidad de su carga de trabajo. Pero sus palabras son de una sensatez tan extrema que casi han pasado desapercibidas. Sin quejas, sin aspavientos, desde esa atalaya que le dan su capitanía en la selección alemana y en el Bayern, Neuer nos recuerda solo lo evidente.
Y lo evidente, los hechos, es, son, en estos momentos de fake news, bulos, ruidos y falsedades, lo más revolucionario, lo que puede hacer cambiar las cosas. Y si no puede hacerlas cambiar, al menos, nos permite disponer de los buenos elementos para discernir entre el sonido hueco y la realidad.
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