La selección de El Salvador deja sin alivio a Costa Rica

Con un gol de pelota quieta en el tiempo extra, como duele más, la selección de El Salvador recordó esta noche en Houston que Costa Rica aún no merece celebrar como tanto lo hizo en el Mundial de Brasil.

Un 1-1 fue el resultado final del juego que los salvadoreños sacaron casi del bolsillo a la selección de Paulo Wanchope, con lo cual el grupo B de la Copa Oro deja en el aire la clasificación entre ambas escuadras centroamericanas, más Jamaica y Canadá (1-0 ayer, a favor de los caribeños).

Aunque muy lejos aún de aquella Costa Rica sólida de transiciones, de fútbol autoritario y chispeante por ratos, la de este sábado intentó mostrar que no todo está perdido. Wanchope continuó sus pruebas de alineación y de sistema, pero los salvadoreños no quisieron servir de laboratorio tico. Nunca lo han sido.

Del lado tico, el arquero Esteban Alvarado volvió a ser figura y eso dice suficiente

En uno de los juegos clásicos centroamericanos, de poco arte y fluidez, de más sudor y descontroles, El Salvador se sintió como jugando en terreno propio. La aplastante mayoría de aficionados en Houston, Texas, redondeó la confianza a la Selecta para llevar la manija del partido con la actuación sobresaliente de Alexánder Larín.

Del lado tico, el arquero Esteban Alvarado volvió a ser figura y eso dice suficiente. Habla de la posesión de pelota de El Salvador y de sus llegadas peligrosas. También de los despistes que Costa Rica comete en defensa, como ocurrió en la jugada que sentenció el juego y que dejó abierta la clasificación en el grupo B, hasta este martes.

El Salvador se sintió en Houston como jugando en terreno propio

La foto del partido es la del 91’, después de que Larín lograra engañar al árbitro Jair Marrufo al fingir una falta por la banda izquierda. La ejecución mandó un centro justo al umbral del área pequeña, donde cerró con libertades y precisión Dustin Corea, nacido en Estados Unidos, como tantos en la tribuna.

Entonces el equipo cuscatleco sí pudo vencer la única muralla, la del portero Alvarado, y colocar el 1-1. Llevó el cambio de mueca al rostro de Wanchope y dio motivos a los aficionados ticos para seguir dudando de él, de su sistema de línea de cuatro en defensa y de la energía que proyecta en los jugadores.

El empate también el premio para el equipo de más gasolina, el que más remató y el que acertó en anular a la línea creativa costarricense y obligarla al pelotazo largo, salvo en pequeños lapsos. En uno de estos lapsos se había puesto en ventaja Costa Rica con un gol de Bryan Ruiz, desafinado en la media cancha pero certero en esa jugada que trianguló con Álvaro Saborío, al 60’. Esa jugada, esa sola que le quedó para anotar de izquierda con poco ángulo.

El último tercio del encuentro equilibró fuerzas, faltas, errores y atisbos de peligro en los marcos. Si no placer, al menos placebo tenían los ticos y más opciones de clasificarse. Sabían que esta era una buena oportunidad después de siete partidos sin victoria, incluida una derrota contra España (12 de junio), un empate amistoso contra México y otro contra Jamaica en el inicio de esta Copa Oro.

Aunque fuera por la mínima y con méritos discutibles, la victoria era un buen consuelo para Costa Rica. “Era” no. Habría sido, porque el futbol a veces, cuando quiere ser justo, se permite serlo en el minuto añadido, con la travesurita del jugador que exagera una falta o del que sabe aprovechar la última pelota, como Dustin Corea, que mantiene vivo a El Salvador en el torneo.