Revancha inverosímil del Valencia
Un fantástico gol de Villa desde el medio campo tumba al Depor, que falló dos veces un penalti
Entre las fechas más señaladas del campeonato ya van a quedar para mucho tiempo los enfrentamientos entre el Deportivo y el Valencia. No serán ocasiones para festejar el fútbol en su vertiente artística, pero está casi garantizada una explosión de furia competitiva que se alimenta por igual del césped y la grada. A quien le gusten los partidos tensos, que se juegan con los dientes apretados y la sangre hirviente, no debe perderse ningún choque entre el Depor y el Valencia. Seguramente disfrutará también del agridulce sabor de la controversia y los lances inesperados. Y de vez en cuando, en medio del estrépito de yelmos y armaduras, hasta podrá contemplar cómo florece una maravilla. Anoche fue el gol de Villa, un prodigio que se acercó a lo inverosímil y que bastó al Valencia para tomarse la revancha de su eliminación de la Copa ante los alaridos hostiles de un público que le recibió con cantos de guerra.
DEPORTIVO 0 - VALENCIA 1
Deportivo: Molina; Manuel Pablo (Xisco m. 77) Coloccini, Juanma, Capdevila; Víctor, Sergio (Acuña m. 69), Duscher, Munitis; Senel (Tristán m. 46) y Arizmendi.
Valencia: Cañizares; Miguel, Albiol, Navarro, Moretti; Albelda, Hugo Viana; Angulo, Aimar (Rufete m. 85), Regueiro (Fabio Aurelio m. 76); y Villa (Jorge López m. 90).
Goles: 0-1. M. 21. Villa, casi desde el medio del campo, sólo un metro metido en terreno del Deporivo, ve a Molina adelantado y golpea con la derecha para marcar un gol impresionante. El balón bota otro metro antes de la línea, ya superado Molina, antes de entrar.
Árbitro: Rubinos Pérez. Amonestó a Víctor, Albiol, Angulo. Navarro, Moretti, Juanma, Albelda y Capdevila.
Unos 30.000 espectadores en Riazor.
Hasta que Villa dejó atónito a Riazor, mediada la primera parte, el partido transcurría por parajes muy conocidos: otra vez esa pugna feroz, sin tregua y tan equilibrada como lo fue la reciente y rocambolesca eliminatoria de Copa. El público desplegó todo el ritual intimidatorio de insultos, burlas y abucheos contra el rival, pero sus gestos nunca sobrepasaron la frontera de lo violento. Tampoco lo hicieron los jugadores en el césped, y la noche, afortunadamente, no tuvo más protagonista que el fútbol.
Pudo serlo otra vez el árbitro, aunque lo evitó el azar. Poco después de que Villa adelantara al Valencia, Rubinos Pérez entró en escena para añadir un nuevo penalti al memorial de agravios que dejó en Mestalla la eliminatoria de Copa. Fue otra vez una jugada borrosa, de esas que dan para discutir horas ante la moviola. Aparentemente Albiol tocó el balón con la mano en un salto ante Juanma, y Rubinos Pérez señaló el tercer penalti a favor del Depor en los tres partidos que la han enfrentado al Valencia en los diez últimos días.
El síndrome persecutorio reapareció en el conjunto de Quique Flores, sobre todo cuando el árbitro ordenó repetir el primer penalti, fallado por Víctor, aparentemente porque Cañizares estaba adelantado. El tumulto de los jugadores valencianistas ante el árbitro fue monumental. Pero la casualidad ahorró al árbitro una semana de infamia. Víctor, que había marcado el penalti decisivo el pasado miércoles en Mestalla, también erró el segundo intento. En realidad, fue su tercer fallo encadenado, porque después de que Cañizares rechazase el primer lanzamiento, Víctor envió el balón a las nubes en lo que parecía un remate sencillo.
La desgracia de Víctor marcó el momento culminante del partido, porque el Depor ya se quedó sin respuesta al extraordinario gol de Villa. Venía el delantero asturiano del Valencia acreditado por una racha fantástica y el mejor porcentaje de acierto rematador de la Liga. Hasta anoche se sabía que Villa necesitaba muy pocos disparos para marcar en gol. En Riazor lo refrendó con una de esas acciones de una precisión casi irreal. Cuando recibió la pelota, estaba apenas un metro dentro del campo del Depor. Levantó la cabeza y oteó a Molina adelantado. En cuanto el balón salió del pie, se vio que aquello no era una ocurrencia frívola, sino una cosa seria. La pelota no tomó excesiva altura. Se limitó a describir un perfecto movimiento parabólico que la introdujo por la escuadra de Molina, tan estupefacto que no supo reaccionar.
La respuesta del Depor fue muy limitada, incluso después de que Caparrós reemplazase al joven Senel, muy desafortunado, por Tristán, a quien Miguel derribó en el área mediada la segunda parte en una acción ignorada por el árbitro. Nunca decayó en el Depor la actitud fervorosa que distingue su puesta en escena. Fútbol apenas se le vio. Al menos, el suficiente para inmutar a la poderosa maquinaria del Valencia, que se manejó sin apuros y pudo irse a casa disfrutando del peculiar sabor de venganza servida en un plato humeante.

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