Kluivert despierta al Valencia
Un cuarto de hora de gloria del atacante holandés resucita a su equipo ante un buen Zaragoza
Inédito toda la primera vuelta, por fin compareció Kluivert para despertar al Valencia cuando dormía anestesiado en manos del Zaragoza. Desacreditado tras la sucesión interminable de lesiones, Quique Flores ya sólo le concedió al holandés el último cuarto de hora, como medida desesperada ante un partido que se le escurría.
Entonces Kluivert entró en el encuentro relajado, tranquilo, sin la tensión que atenazaba a sus compañeros. Sin nadie que diera un duro por él. Hasta que, de pronto, recuperó la chispa, la clase, el gol. Primero, con un golpeo al balón de primeras y a bote pronto, seco y preciso, que metió al Valencia en juego. Y, a continuación, con un par de prolongaciones de cabeza, una de las cuales supuso el tanto de Aimar (también de cabeza, cuarto en la Liga) que igualaba el choque y a punto estuvo de remontarlo completamente. Causó pavor la corpulencia de Kluivert en la defensa zaragocista que, por contra, secó a su ex compañero Villa: se notó que lo conocían. Ni Gabi Milito ni Álvaro son dos gigantes precisamente y el Zaragoza sufrió muchísimo en el juego aéreo. Por supuesto que también resultó decisiva la expulsión de Generelo (m. 81), que permitió al cuadro de Quique recuperar su espacio en el centro del campo.
Hasta ese instante, el Valencia estaba desnortado, como demostró que ningún valencianista hubiera advertido que se trataba de la segunda tarjeta amarilla del centrocampista zaragocista, hasta que el árbitro revisó entre sus notas.
Especialista en ganarle la partida al Barcelona, Víctor Muñoz también tenía muy bien estudiada la manera de cortarle las alas al Valencia. Atado en corto Villa, rodeado de hombres Aimar, el Zaragoza sólo pasó apuros en las acciones a balón parado. Ausente la propulsión de Albelda, el cuadro de Quique se quedó anclado demasiado atrás, sin gente que acompañara el desgaste ofensivo de Aimar y Baraja. Éste, además, quedó asfixiado en el segundo periodo y sólo la entrada de Hugo Viana y el desplazamiento de Fabio Aurelio al lateral izquierdo, que es su verdadero puesto, reanimó al conjunto de Quique.
Cani y Óscar supieron enganchar con sus delanteros, que burlaron con cierta asiduidad a la zaga local. Sobre todo Sergio García. El pequeño delantero, sorpresa en la alineación, no era, en principio, una amenaza para dos centrales emergentes como Albiol y David Navarro. Y, sin embargo, los hizo papilla. A golpe de cintura, fabricó los dos goles. El primero fue una pared de libro que abrió un boquete en el centro de la defensa. Salió la balcón del área para recibir un pase frontal de Celades, sin que David Navarro le siguiera. Grave error. Sergio le dio el balón a Diego Milito y le indicó dónde quería que se lo devolviera. Ya solo ante Cañizares, colocó la pelota suavemente a la izquierda del portero. Inspirado como estaba, Sergio quiso burlar también al segundo central. Llevó a Albiol a una esquina del área, le mostró el engaño, lo recortó y su centro al área sólo hubo de impulsarlo Ewerton a gol. El tanto pareció sentenciar el encuentro.
Asediado por su público, el Valencia entró en una fase enloquecida. Cañizares, que había salvado otro balón en la línea de gol, echó fuera del campo de mala manera el botiquín del masaquista del Zaragoza, que atendía a un jugador; David Navarro le soltó un coz infame a Ewerton; el Zaragoza se preparaba para disfrutar de la victoria, pero... Entró Kluivert, fue expulsado Generelo, Quique sacó a toda su tropa de atacantes y el Valencia acarició una remontada épica. Salió reforzado, en todo caso, por una muestra más de carácter y resistencia a la derrota.

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