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Defensora del lector
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los correos de Milagros Pérez Oliva que reescribe Gmail

Varios lectores ayudan al periódico a detectar por qué había “disparates” en los textos de EL PAÍS que no figuraban en los originales

Error traducciones newsletters
Soledad Alcaide

Decenas de miles de lectores reciben cada día sobre las siete y media EL PAÍS de la mañana, el correo firmado por Milagros Pérez Oliva que destaca las noticias y reportajes más importantes del periódico de esa jornada. Una gran mayoría de ellos los leen en la plataforma Gmail de Google, el proveedor de servicios de correo electrónico más utilizado del mundo. Las quejas de una decena de lectores por los “disparates” que han leído en este envío en los últimos meses han ayudado a EL PAÍS a detectar que quienes usan esta plataforma en el móvil pueden, sin saberlo, no estar leyendo el mismo texto que escribe la periodista.

“¿A qué se deben las erratas groseras de los artículos de Milagros [Pérez Oliva]? ¿IA sin control?”, protestó la semana pasada José María Izquierdo. Esa mañana el correo enviado por el periódico incluía esta frase: “Es un ingrediente central del asedio del PP al Gobierno”. Pero en el que él leyó, donde debía figurar “asedio” aparecía “seminario”. Su carta de queja remachaba: “Es habitual encontrar disparates de este estilo. Incomprensible, la verdad”.

El mes pasado dos lectores, José Luis Rodríguez y Alfonso Cruz, reportaron un problema similar en dicha newsletter y en la de la hasta entonces directora, Pepa Bueno. Donde los originales decían “Uruguay despide a Mujica” ellos leían: “Uruguay desprecia a Mujica”.

O Ricardo Sarria, que se encontró que en la carta matutina se hablaba de “aviones militares secretos” de Trump en lugar de “planes militares secretos”.

A Emilio Palacios el fallo le apareció en el boletín de adelanto de los editoriales del 29 de marzo, en el que leyó “Trump utiliza el poder del Estado para cantar a las instituciones”, en lugar de “chantajear a las instituciones”.

Las primeras quejas sobre esta situación le llegaron a Bernardo Marín, responsable editorial de los correos que envía EL PAÍS. “Alarmado, repasé los boletines donde supuestamente se habían cometido los fallos”, explica. “Uno de ellos, en el que según un lector había ‘cuatro o cinco errores’, lo leímos cinco personas de la Redacción. No encontramos ningún fallo significativo”. Sin embargo, los lectores —a los que agradezco mucho su ayuda— reprochaban al periódico que algunos correos parecían corregidos con inteligencia artificial y eso hacía incomprensible la lectura.

Al pedirles que detallaran los fallos, Marín descubrió que, pese a que los textos originales se habían enviado sin errores, estos lectores leían otras palabras en el mismo correo. Además, estas modificaciones no aparecían si se abría el email en el mismo buzón desde un ordenador de mesa.

Finalmente, los técnicos de EL PAÍS encontraron la explicación. Los lectores a los que les ocurre tienen activado el traductor al español de Gmail, con la opción “traducir siempre automáticamente”, que funciona incluso sobre textos en castellano. Por eso, donde Pérez Oliva escribió “planes militares secretos”, el traductor leyó “planes” como si fuera una palabra en inglés y lo tradujo al español, “aviones”. Y así sucesivamente con el resto de los fallos.

Se trata de un error grave, pero del que EL PAÍS no es responsable, ni puede intervenir, al ser un servicio de otra plataforma. Cualquier suscriptor de los boletines del periódico que sea usuario de Gmail puede comprobar si le sucede, pinchando en el encabezado del correo, donde aparece la opción de activar el traductor y también configurarlo. Lo ideal es tener la opción “pedir que se traduzca desde el inglés”, para que siempre ofrezca la posibilidad de elegir si usarlo y no funcione automáticamente.

“Por primera vez hay lectores que no están leyendo lo que escribimos”, apunta Marín. “Eso abre una espita inquietante”.

Es desde luego preocupante que una herramienta pueda modificar el contenido de un correo electrónico sin que el emisor del mensaje o su receptor sean conscientes. Aunque en esta ocasión no parece haber una intención de Gmail de alterar el sentido, el simple hecho de que pueda hacerse no da precisamente confianza.

Con el mismo mecanismo, este operador podría introducir sesgos en los textos sin que sus usuarios se percataran, como cambiar cualquier referencia en un correo electrónico al golfo de México por golfo de América, si así se lo ordenara a la compañía el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Algo que ya no resulta extraño en estos tiempos, en los que, por ejemplo, las embajadas de EE UU en todo el mundo han exigido a sus proveedores internacionales que renuncien a sus políticas internas de diversidad, equidad e inclusión para mantener sus contratos.

Este caso expone cómo la personalización de los servicios de las plataformas de Internet, pensada para ayudar a sus clientes, se automatiza ya tanto y sin control que cuando toma decisiones inadecuadas acaba por perjudicarlos sin que estos sean conscientes. El peligro está en no ser prudente con los permisos que se les dan o en desconocer qué tipo de servicios vienen por defecto. Porque a veces la inteligencia artificial se pasa de lista.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 
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