‘Una casa llena de dinamita’: el misil nuclear de Kathryn Bigelow no da respiro
La cineasta estadounidense retrata el protocolo de la Casa Blanca ante un ataque atómico en un vibrante ejercicio de cine de suspense

A sus 73 años, Kathryn Bigelow ha convertido su cine en un cuerpo a cuerpo tan espectacular como real, intenso y físico en su plasticidad. Si En tierra hostil —la película que en 2010 significó el primer premio Oscar en la historia a la mejor dirección para una mujer— llevó a la cineasta estadounidense a retratar el trabajo de un comando antiexplosivos en la guerra de Irak, la bomba que urge desactivar en su nueva película apunta directa al corazón de Estados Unidos. Nadie sabe quién la ha lanzado, porque el enemigo es una entelequia que sobrevuela la única certeza en esta vibrante película: cuando las paredes de una casa están construidas con explosivos, qué otra cosa que la destrucción se puede esperar.
Las casi dos horas que dura Una casa llena de dinamita, elocuente título de la película, no dan respiro al espectador. Bigelow construye un enorme puzzle en el que cada ficha cobra vida y sentido: del presidente de Estados Unidos a todos y cada uno de los rostros de su protocolo antinuclear. Estructurada en tres actos que muestran las horas previas al impacto desde diferentes puestos de mando, la película se mueve con una ligereza asombrosa entre la panorámica y el detalle, dotándolos a ambos de épica y humanidad. De un siniestro maletín negro con las indicaciones para desatar una guerra nuclear que acabaría con el planeta a un pequeño dinosaurio de juguete en el bolsillo de madre que no sabe si volverá a ver a su hijo; de un panel de pantallas lleno de siglas indescifrables al reloj que marca la hora final; y de las lágrimas y los vómitos de unos soldados perdidos en Alaska a la sobredosis de azúcar en el café de un general al mando desde Washington. La dirección de actores, el montaje… todo funciona (quizá solo el piano de Volker Bertelmann se parece demasiado a su propia partitura en Cónclave) en esta nueva demostración de talento y carácter de una cineasta que domina como muy pocos el cine de acción psicológica, una cineasta que sabe de adrenalina y de cómo llegar a la piel que hay detrás de un rígido uniforme de combate.

Una casa llena de dinamita es una película coral en la que cada ficha tiene entidad propia. Los rostros de Rebecca Ferguson, Idris Elba, Jared Harris, Gabriel Basso, Tracy Letts o Anthony Ramos, entre otros, van sumando capas de nervio y verdad a cada secuencia. Como en muchos de sus mejores trabajos —de la citada En tierra hostil a La noche más oscura (2012)— los intérpretes son vehículos de una tensión que va tomando cuerpo poco a poco hasta agarrar al espectador con una sensación de pánico sin tregua.
Desde sus inicios, cuando con Los viajes de la noche (1987) se adelantó a la moda de Crepúsculo con su historia de jóvenes vampiros enamorados, al punto de inflexión en su carrera que supuso otra película género como Le llaman Bodhi (1991), Bigelow ha demostrado su músculo, pero sin duda ha sido en su madurez cuando la directora ha encontrado su mejor pulso en un cine cruzado de adrenalina y símbolos políticos estadounidenses: en esta película se evoca la batalla de Gettysburg, a Lincoln o a Obama.
El suyo es un paisaje multirracial: los afroamericanos y los latinos, así como las mujeres, están al mando como cualquier hombre blanco. Todo le sirve para hablar de su país, un país al borde de la catástrofe. Un aterrador fundido en negro en el que resuena, como en un viejo wéstern, este diálogo que se repite entre el presidente de Estados Unidos y uno de sus generales: “Esto es una absoluta locura”, dice este. A lo que el militar responde: “No, esto es la realidad”.
Una casa llena de dinamita
Dirección: Kathryn Bigelow.
Intérpretes: Idris Elba, Rebecca Ferguson, Gabriel Basso, Jared Harris. Tracy Letts, Anthony Ramos, Jason Clarke.
Género: thriller. Estados Unidos, 2025.
Duración: 112 minutos.
Estreno en salas: 10 de octubre. En Netflix: 24 de octubre.
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