Kathryn Bigelow activa la alerta nuclear en el festival de Venecia
La cineasta regresa tras ocho años para filmar en ‘A House of Dynamite’ un nuevo ‘thriller’ político y adrenalínico, donde un misil atómico amenaza con impactar sobre Estados Unidos


Nunca hay tiempo que perder en el festival de Venecia. La programación rebosa películas fascinantes, muchas se solapan y toca elegir. El peor error, eso sí, solo conlleva perderse una obra maestra. Una pena, pero asumible para el planeta. En la pantalla de la Mostra hoy martes, en cambio, se tomaban decisiones trascendentales. Y con menos margen aún: solo 19 minutos, hasta que un misil nuclear destruya la ciudad de Chicago. Toda la cadena de mando de EE UU se sabe el protocolo para emergencias de memoria, pero esta vez la amenaza es real. Deben resolver a contrarreloj: espera o represalia, prudencia o apocalipsis atómico. Técnicos, funcionarios, secretarios y el mismísimo presidente sopesan las opciones para salvar el mundo. Y, a la vez, cada uno a los suyos: hasta en medio de tal caos se saca el tiempo para avisar a casa.
Con todo ello, A House of Dynamite, el regreso al cine de Kathryn Bigelow, impactó de lleno sobre el certamen: se hizo esperar ocho años, pero trajo un bombazo. No dejó dudas fílmicas, sino existenciales. Ya van unos cuantos largos que destacan la imbecilidad humana. Como para echarle una pensada. O hacérnoslo mirar.
“He crecido en una era donde esconderse bajo tu pupitre era el protocolo para sobrevivir a un ataque nuclear. Así de inmediato se percibía. Desde entonces, la amenaza solo ha escalado, y aún así ha prácticamente desaparecido de la conciencia pública. Varias naciones poseen un arsenal suficiente para terminar con la civilización en minutos, pero existe un cierto adormecimiento”, ha asegurado la directora en Venecia. Tal vez su película, que tendrá un pase limitado por cines y estará en Netflix el 24 de octubre, cambie algo la percepción.
Porque el largo está basado en visitas a las agencias gubernamentales, entrevistas con expertos, investigación periodística. Idris Elba, que encarna al presidente, describió el rodaje como “estar en un documental”. Y lo que descubrieron asustó hasta al guionista, Noah Oppenheim: la probabilidad real de parar en vuelo un eventual ataque así ronda el 60%. “Un puñetero cara o cruz”, según se dice en la película. “Como golpear una bala con otra”, afirma un agente en la pantalla. Imaginar que la palabra final sobre todo ello correspondería a Donald Trump no ofrece precisamente alivio.

Pero Bigelow nunca ha querido que su público esté cómodo. Al revés, pocos cineastas manejan el thriller como ella. Su filmografía entera debería prescribirse a quienes aun creen que la adrenalina fílmica es material reservado para hombres. Otra imbecilidad, quizás incurable, a estas alturas. La expectación que rodeaba A House of Dynamite explica el prestigio que se ha ganado la creadora. Venecia, además, la conoce especialmente: aquí ha estrenado casi todos sus largos. Y ha mostrado aquella mezcla de talento, tensión, rigor, subtexto, denuncia, política y humanidad que le encumbró hasta ser la primera mujer de la historia en ganar el Oscar a la mejor dirección, en 2009 con En tierra hostil, sobre un artificiero de élite en Irak. Con La noche más oscura filmó la larga persecución de EE UU a Bin Laden. Y, si cabe, se superó. Su último largo hasta hoy, Detroit, narraba una salvaje intervención policial en 1967 que acabó con tres agentes procesados por homicidio de manifestantes. Bigelow sacude por igual a los espectadores y los cimientos del sistema.
Y vuelve a lograrlo con su última película. Una asistente confesaba que seguía temblando tras la proyección. Ritmo endiablado, realismo duro, pero con pinceladas emotivas: enseguida el público está sentado en pleno comité de crisis. Aunque lo que se discute ahí, en realidad, solo es el callejón sin salida: apenas quedan “rendición o suicidio”, como le plantean al presidente. El filme sirve para preguntarse cómo el mundo se metió ahí dentro. Y si no será el caso de dar marcha atrás, mientras no sea tarde. “Cómo puede ser una buena medida defensiva aniquilar el planeta?”, cuestionó Bigelow.

“Es milagroso, francamente, que no haya sucedido aún algo horroroso. Muchas de estas armas están listas para disparar y, en países como el nuestro, un individuo, el presidente con su única autoridad, autoriza su uso”, agregó Oppenheim. El escritor explicó que A House of Dynamite no está ligado a este momento histórico y geopolítico, sino al debate nuclear en general. A saber si la conversación al respecto resucitará a tiempo. Mientras, ha regresado Bigelow. Y no es poco. Ante un aplauso de la sala de prensa dijo: “Me encantaría empezar cada día así. Debería hacer más películas”. Por favor.
La Mostra, así, se llenó de frenesí. También por Dead’s Man Wire, de Gus Van Sant, fuera de concurso. El inclasificable cineasta se ha salido esta vez hasta de sus propios esquemas: pensaba que estaba rodando un thriller, pero se convirtió en una comedia negra, como contó él mismo a la prensa. Se basa en una historia real: un pobre diablo, engañado por una compañía de hipotecas, decide secuestrar al dueño. Sin embargo, ese día, solo está en sede el hijo, vicepresidente. Mala suerte: la soga atrapa su cuello.

Literalmente, porque Tony atrapa a su prisionero con un cable, conectado a una escopeta: cualquier movimiento brusco tiraría del gatillo. La película narra la operación de rescate y la negociación, hasta su desenlace. Y, mientras, reflexiona sobre un punto de no retorno, donde ambos son víctimas. La cuestión, de nuevo, es cómo se llegó hasta allí. El público emitió dos veredictos. Aplaudió el filme, y más aún un mensaje en la pantalla que revelaba el destino real de la empresa: después de aquel suceso, quebró.

La jornada traía más películas todavía: Marc by Sofia enseñó al modisto Jacobs visto por su amiga la directora Coppola. Un repaso al genio de los desfiles, sus inspiraciones, su historia y la de los años noventa, escenario de su ascenso. El filme muestra cómo prepara sus creaciones, relata alguna anécdota y celebra el vínculo entre ambos. El viaje en la mente del diseñador regala momentos e imágenes estimulantes. Aunque, entre tanta belleza, se echa en falta un poco de sencillez y atrevimiento, sobre todo considerando su relación personal. Está claro que son estrellas. Si no, nadie entendería siquiera el título del documental. Pero cualquiera tiene amigos, y no los adora todo el tiempo.

Finalmente, El extranjero, de François Ozon, se vio en la competición oficial. El creador filma a menudo a partir de novelas, aunque menos conocidas. Él mismo reveló que desde hacía tiempo soñaba con adaptar la célebre novela de Albert Camus, ambientada durante la colonización francesa de Argelia. Volvía a la pantalla, pues, el hombre que no siente nada, nunca sabe, se aburre y participa en el amor, el matrimonio o el entierro de su madre con impasibilidad, solo porque es lo que sucede. El personaje prefiere no desperdiciar palabras y aborrece la mentira. Así que respetará más un juicio sintético y honesto sobre la película: resulta plana.
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