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Cohn y Duprat, directores de ‘Homo Argentum’: “Pertenecemos a un mundo progre, por eso tenemos autoridad para criticar sus homilías hipócritas”

La última película de los cineastas argentinos, protagonizada por Guillermo Francella, ha desatado una tormenta en su país por su retrato ácido y despiadado de sus compatriotas

Apenas se han querido pronunciar el pasado verano. Mariano Cohn y Gastón Duprat solo deseaban que el público decidiera y reaccionara ante su nuevo éxito, Homo argentum, cuando se elevó a categoría de fenómeno al haberse convertido en una de las películas más vista en salas de su país con casi dos millones de espectadores. Con esa cifra llega ahora a las salas españolas, donde esperan que se extienda el éxito y, por qué no, la controversia. Sus compatriotas la alentaron después de arrebatar las salas y después opinando a favor y en contra. A favor, quienes ven en este retrato ácido y crudo de la Argentina actual con Guillermo Francella encarnando 16 papeles distintos, un compendio desternillante y real de sus paisanos: del cura villero a diversos empresarios chantas, del hipócrita cineasta rey del postureo al abuelo fantasma o la familia capaz de despellejarse por una herencia en vida; del hijo casi cuarentón y atrincherado en casa de sus padres al fanfarrón ultraviolento de barrio o el presidente de la república bloqueado. En contra tienen a quienes han pedido que se les retire hasta el pasaporte y expulsarlos del país como parias. Los creadores de series como Nada y El encargado o películas como El ciudadano ilustre y Competencia oficial vuelven a meter el dedo en la llaga y a mostrarse enemigos de la indiferencia.

Pregunta. Su cine es un constante retrato de la argentinidad, alejada de discursos patrióticos, ¿por qué con esta película se han desatado ataques tan furibundos y no antes?

Gastón Duprat. A favor o en contra, me da mucho placer escuchar los rebotes del filme, es un valor del mismo la controversia y el pataleo ya que la unanimidad de opiniones respecto a una obra artística me parece triste, eso se lo dejamos a esas películas monumento que algunos llaman necesarias, el reino de la solemnidad: un horror. Hubo un coro de voces chauvinistas que arengaron en contra de la película para defender al ser nacional supuestamente mancillado por nosotros. Algunos críticos estaban tan ofendidos que suplicaban a sus lectores que no fueran al cine. Hubo enojos de políticos, actores, periodistas, artistas, analistas, gremios, instituciones católicas. Por supuesto que a mucha otra gente le fascinó la película: críticos, periodistas, colegas cineastas y actores que la pusieron en lo más alto. Han sido horas y horas de televisión y páginas y páginas de diarios discutiendo de la película todos los días. Siempre nos gustó meter el dedo en el enchufe tuvimos molestos y ofendidos con nuestro cine aunque es cierto que no en la dimensión astronómica de Homo Argentum.

Mariano Cohn. Si a ese debate le sumas el público rebosando las salas, con un dos millones de espectadores hasta el momento, la felicidad es completa. El peor destino de una película es ir a dormir a una sala de cine arte o a un museo, es como el lugar donde van a morir las ballenas. Para Homo Argentum privilegiamos la gente en las salas a los festivales: con todo el dolor del mundo declinamos invitaciones de dos festivales europeos muy importantes, y elegimos lo que era mejor para la afluencia del público en las salas. Y la apuesta por suerte salió muy bien.

P. No todo han sido ataques, pero quizás algunos elogios han ayudado poco, caso de Milei. ¿Por qué creen que le ha podido gustar cuando algunos retratos suponen el perfil inmisericorde de su votante?

G. D. Es una opinión más dentro del más de millón de opiniones de los que la fueron a ver en Argentina. Todos pueden hacerlo. Los espectadores han resignificado la película para un lado y para otro. Ya no es nuestra película y toda interpretación es válida, aunque a nosotros no nos guste o nos parezca alejado de lo que pensamos.

P. Por otra parte están los paradigmas de la cultura woke echada por tierra. Uno de los que más ha indignado es el del cura villero. ¿En qué duele?

G. D. Molestó mucho al progresismo porque el cura villero es un estandarte, para ellos es el bien en persona: hoy, en Argentina, los progresistas vienen con crucifijo. Nosotros no pensamos eso y la viñeta lo explicita: muestra la hipocresía y se burla del discurso del cura villero, que está basado en palabras reales de Bergoglio acerca de las “virtudes” de la pobreza.

M. C. Hubo quejas airadas de autoridades de la Iglesia en Argentina, lo que me enorgullece. El cine argentino ha hecho un culto al pobrismo, filmando la miseria para luego mostrarla en festivales europeos.

P. También está el director de cine arbitrario en el set de rodaje e inmaculado cara a la galería. ¿Se empeñan en no caer bien entre los suyos?

G. D. Creo que nos quedamos cortos con el retrato del director de cine. La hipocresía y la impostación de los artistas —directores, actores— cuando suben a los escenarios a recibir un premio, y en vez de agradecer e irse a su casa, nos aturden con sus discursos donde apoyan a todas las causas nobles habidas y por haber: que el hambre en el mundo, que la inmigración, que los pingüinos empetrolados... son una calamidad. Ese mundo, digamos progre, es un mundo al que pertenecemos. Por eso tenemos la autoridad para criticar sus homilías hipócritas.

P. Milei ha utilizado su película durante un tiempo para no hablar públicamente de sus casos de corrupción recientes, ¿Cómo les sienta ser maniobra de distracción del debate público?

M. C. La película era un extraordinario éxito de público y motivo de debate social varios días antes de que la mencione el presidente. La resaltó por ser muy taquillera y no estar hecha con fondos públicos del Instituto de Cine de Argentina, el controvertido INCAA. La cantidad de espectadores, en mi opinión, no es un valor en sí mismo: hay películas taquilleras buenísimas y otras malísimas, y películas indies con muy poco público que son extraordinarias y otras que son pésimas.

G. P. Te digo más: nuestra película El hombre de al lado (2010), una disputa entre dos vecinos por un problema de medianeras, indudablemente con el mismo gen que el resto de nuestra obra, incluida Homo Argentum, fue interpretada por el gobierno de entonces, el peronismo —la oposición a Milei— como una reivindicación de ese partido político. A mi criterio, una apreciación muy forzada, lejos de nuestra intención, pero válida, porque cada uno puede pensar lo que se le antoje. Las interpretaciones de terceros no están a nuestro alcance. En la casa del Gobierno nos pidieron entonces 300 copias en dvd para regalar, de tanto que les había gustado.

M. C. Cuando hicimos la serie Nada con Robert De Niro en Buenos Aires, todos los días recibíamos presiones del poder ejecutivo para lograr una foto con la figura y pegarse a la serie. Se los pudo eludir, por suerte.

G. D. En cualquier caso, es muy rudimentario dividir las obras de arte según ideologías políticas, ir al cine a medirle la afinidad ideológica a una película, y que con base en eso te guste o no. Eso es algo muy estúpido. Te aseguro que el público común, el que ha llenado las salas en toda Argentina, no piensa así, es más libre y sofisticado.

P. Cristina Fernández de Kirchner pidió verla y al parecer dijo que Milei no se había enterado.

M. C. Solo escuchamos en un noticiero de televisión que ella había pedido un link a los productores para verla en su casa. Diga lo que diga, le haya gustado o no, será una opinión más entre cientos de miles.

G. D. Un periodista se tomó el ridículo trabajo de estudiar y publicar la posición ideológica y concluyó que de las 16 historias, seis podrían interpretarse como críticas con la derecha, cinco con la izquierda y otras tantas, neutras. Insólito.

G. D. Homo Argentum ya no es más solo una película, es la película más todo lo que pasó con ella, todo el conjunto: el impacto social, el debate, la controversia, la gente llenando los cines, todos los canales de tele hablando a la vez de la película, los fans, los detractores, la crítica a favor, en contra, los que aplaudieron de pie, los ofendidos, todo sumó y construyó el fenómeno.

P. ¿Qué es lo que más inquieta de su retrato argentino?

M. C. Les inquieta verse en el espejo. Obviamente que nuestro retrato es un recorte parcial del argentino, sería muy arrogante pensar que podemos sintetizar en la película a todos, no teníamos ese objetivo. También nos acusan de misántropos. Yo no lo veo así, hay muchos personajes nobles y cálidos en el filme, pero si fuera así, ¿cuál sería el problema? Estamos hablando de una película, no de un manual de humanismo.

G. D. Hay maravillosos autores misántropos desde Jean Paul Sartre hasta Thomas Bernhard, Michel Houellebecq o Lars Von Trier. Hay algo muy atrasado en pretender que el arte debe ser siempre optimista y positivo, eso es algo muy cavernícola.

P. Algunos han pedido su salida del país, ¿temen reacciones violentas?

M. C. No, pero es cierto que hubo quienes solicitaron quitarnos la nacionalidad, o críticos que nos dijeron apátridas o anti argentinos. Eso es fabuloso, digno de una viñeta de Homo Argentum. La idea de que los directores somos anti argentinos o apátridas es una pavada, algo que no da ni para defenderse. Cientos de películas de todo el mundo crítico con dureza a la sociedad sin recibir semejante crítica oscurantista. Nunca tuvimos miedo de ser críticos, seguiremos exhibiendo nuestro punto de vista, no te quepa duda. Que se preparen los ofendidos, porque ya estamos preparando Homo Argentum 2.

P. ¿Es Guillermo Francella el mayor paradigma camaleónico del argentino medio?

M. C. Es un actor extraordinario, un comediante número uno, no solo de Argentina, sino que me atrevo a decir que del mundo. Aquí hace nada menos que 16 personajes muy distintos todos, y todos construidos con gran hondura y un nivel de detalle increíble.

G. D. Nuestro amigo, el enorme actor argentino Oscar Martínez dijo una vez que Guillermo es más que un actor, que es un fenómeno pop.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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