Cuando el arte siente la llamada de la guerra
El proyecto Culture vs. War reúne en seis documentales las historias de escritores, músicos, fotógrafos y cineastas ucranios que viajaron al frente tras la invasión rusa


La escritura del ucranio Serhiy Zhadan fluye en su narrativa y poesía. Cuando se expresa, sus palabras están cargadas de fuerza, de rabia, sin tapujos. Sirva esto de ejemplo: “A nuestro lado hay una sociedad de criminales de guerra, saqueadores, violadores y asesinos”. El novelista, poeta y activista pronuncia esta frase, dirigida a la vecina Rusia, en uno de los seis documentales de Culture vs. War (Cultura vs. Guerra), un proyecto lanzado desde la periferia de Kiev, la capital ucrania, hace más de tres años, poco después del inicio de la invasión a gran escala rusa. Con un doble objetivo: mostrar la guerra a través de los ojos de creadores, artistas, localizados incluso junto a la línea del frente, y proteger la cultura del país, pilar de la identidad nacional que Moscú quiere aniquilar. “Tratamos de tocar otras partes del alma humana”, cuenta en un intercambio de mensajes la productora ejecutiva del proyecto, Alina Krasnianska, “llegar más cerca de la gente, cansada de la información periodística sobre esta guerra”. Los seis documentales cuentan con una versión doblada al español, para la que se ha utilizado la inteligencia artificial.
Zhadan, autor de libros de éxito como Voroshilovgrado y Orfanato, es poco amigo de entrevistas, por lo que los 16 minutos de documental sobre su implicación en la defensa de Ucrania son un tesoro. Dirigido por Kadim Tasarov, el hombre que puso en marcha Culture vs. War tras sobrevivir al asedio ruso de Bucha, el metraje viaja con el escritor mientras recauda fondos para el ejército. De fondo, su poesía en off y su reflexión. Frente al micro, con cierto lirismo, se pronuncia de este modo: “Intentas ver un ser humano incluso en tu enemigo. Piensas: si yo no quiero hacerte daño, por qué tú quieres hacérmelo a mí; si yo no quiero matarte, por qué tú quieres matarme a mí”. Zhadan forma parte en la actualidad de la Brigada Jartia, una de las más conocidas y respetadas de la Guardia Nacional ucrania.
Con el apoyo de organizaciones locales de promoción del cine como ¡Mira lo ucranio!, y el sostén de la Comisión Europea y el Ministerio de Exteriores del país, Culture vs. War ha reunido en seis cintas colgadas en la Red (gratis en YouTube) un relato de la guerra especial, de cómo varios artistas, fotógrafos, directores de cine y músicos lo dejaron casi todo para partir hacia la trinchera. “El arte muestra nuestros valores, nuestra forma de pensar, nos da la oportunidad de hablar con la audiencia de una forma diferente”, señala Krasnianska.

Los seis documentales han sido doblados al inglés, árabe y español. Esta última versión ha corrido a cuenta de la ucrania Olga Ledo, embajadora del proyecto en España, donde reside desde hace dos décadas. Para ello se han utilizado herramientas de inteligencia artificial (IA), por lo el audio, aunque mimado entre Madrid y el suburbio kievita de Irpín, desde donde opera el proyecto, no cuenta con la factura del potente montaje audiovisual. “Seleccionamos cuidadosamente las voces de IA que mejor se asemejaban a los protagonistas y revisamos cada detalle: la entonación, el ritmo, las pausas, la pronunciación”, explica Ledo, “fue un trabajo minucioso y exigente”. Y funcional.
El relato del periplo de la banda de música Antitilá es el más largo de la media docena de documentales. Durante 42 minutos, Tarasov da voz a este grupo, icono del batallón de artistas que empuñó las armas. En el metraje, Taras Topolia, su vocalista, recuerda, entre otras cosas, aquel día en el frente en el que recibió una llamada de un número privado. Al otro lado del aparato, Bono, cantante de U2. Unas semanas después, los integrantes de Antitilá viajaban desde el este hacia Kiev para actuar junto a la banda irlandesa. “Tocar música durante esta guerra es como una medicina para nosotros”, relata Topolia.
La guerra, entre la dureza y lo cómico
Las imágenes son duras; la muerte está presente. También hay momentos de comedia y pura música. Y quizá por esto, Antitilá ha sido objeto de críticas. Topolia contesta ante el objetivo de la cámara: “Hay una frase muy buena de Depeche Mode: ‘Intenta caminar con mis zapatos’. Póngase estos [señalándose las botas militares], que se han manchado de sangre por lo menos 20 veces y luego saque sus conclusiones”.
Pocos se imaginaron en una guerra antes de aquella madrugada del 24 de febrero de 2022, pero muchos fueron los que dieron un paso al frente. Y por esto, los relatos de los voluntarios del combate son humildes. Así es el del cineasta ucranio galardonado Serhiy Mijalchuk: “Ni siquiera me hice soldado para matar al enemigo, porque, aunque esté bien entrenado, no creo que lo haga mejor que otros, sino para estar al lado de los que lo hacen, los que nos protegen”, dice ante la cámara. No se le puede olvidar a Mijalchuk, y así lo relata durante el documental que protagoniza, la imagen de una familia con niños en el interior de un vehículo ardiendo. “Cruzas una frontera psicológica”, confiesa.

Tarasov acerca también al público al objetivo de una pareja de fotógrafos, Vlada y Konstiantin Liberov, que de inmortalizar historias de amor pasaron a tomar instantáneas de la guerra misma contra su tierra. Con tal brillantez que les valió un contrato con la agencia estadounidense Associated Press. Por el camino, según narran y muestran en el documental, se quedaron amigos como el soldado Da Vinci (nombre en clave), al que vieron morir. “Es tan doloroso porque sabemos que no debiera haber ocurrido, nos sentimos engañados por el universo”, dice Vlada en una de las entrevistas que incluye el filme.
“Aquí, en la vida real, a diferencia de en un plató de cine, no hay oportunidad de volver a grabar otra toma”, admite el cineasta y actor Ajtem Seitablaiev, personaje central de otra de las cintas de Culture vs. War. La conquista de Crimea en 2014, primera arremetida rusa en su invasión de la vecina Ucrania, cogió a este intérprete recuperándose de una grave lesión tras caerse de un caballo durante un rodaje. Seitablaiev se desempeña en la actualidad como soldado de un batallón de fusileros.
También decidió aparcar su profesión tras el inicio de la invasión de 2022 el último de los artistas retratados en esta serie documental sobre la guerra de Ucrania. Su nombre es Taras Kompanichenko, de profesión kobzar, esto es, intérprete del instrumento tradicional ucranio kobza. Su discurso es quizá uno de los más sinceros: “Estaba convencido de que no tenía derecho a estar desprovisto de un arma para que nadie pudiera acusarme de ser un adorno”, afirma sobre sus días de uniformado. El arma más poderosa que tiene, sin embargo, sigue siendo su música, enraizada en tiempos de cosacos, cuando empezó a forjarse la identidad ucrania, objetivo hoy de las bombas del enemigo.
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