Ir al contenido
_
_
_
_

Las adolescentes embarazadas que se convirtieron en brujas para hacer justicia

El escritor superventas Grady Hendrix describe en una novela las casas de acogida en Estados Unidos donde arrebataban los hijos a las madres solteras para darlos en adopción

Constanza Pérez Z.

La portada de Brujería para chicas descarriadas (Minotauro), del escritor estadounidense Grady Hendrix (52 años), parece la de una novela para adolescentes. Tiene una lámpara de lava rodeada de mariposas y una pegatina que dice “Edición limitada. Brilla en la oscuridad”. El texto promete ser una historia de terror, con brujas y ficción, pero el mayor terror está en lo que se vivía Estados Unidos entre 1945 y 1973, año en que se hizo legal el aborto en ese país. En la llamada era Baby Scoop hubo un aumento de embarazos fuera del matrimonio y, con ello, se disparó también el ingreso forzoso de madres adolescentes en casas de acogida ―generalmente con valores religiosos— hasta que dieran a luz y sus hijos les fueran arrebatados para entregarlos en adopción. No fue un hecho aislado. Por ejemplo, en España existían las mismas prácticas en el Real Patronato de Protección a la Mujer durante el régimen franquista y en Latinoamérica las dictaduras daban en adopción a los niños nacidos en cautiverio político. La historia de Fern, Rose, Holly y Zinnie, protagonistas del libro, es la misma de muchas mujeres que hasta hoy buscan a sus hijos.

En el Hotel Casa de las Artes, en el barrio madrileño de Atocha, Hendrix se encuentra con muy buen ánimo tras la noticia de que Nueva York, donde él vive, ha elegido un nuevo alcalde, Zohran Mamdani, socialista y musulmán. “Es un alivio que haya ganado, lo contrario hubiera sido terrible”, celebra. El escritor de obras como Vendimos nuestras almas y Guía del club de lectura para matar vampiros es reconocido por usar el terror, el humor y la crítica social como fórmula para contar sus historias.

Aunque Brujería para chicas descarriadas es una obra de ficción, se acerca mucho más a la realidad de lo que parece. De hecho, decidió escribirlo cuando se enteró de que dos familiares suyas habían pasado por una de las casas de acogida para adolescentes embarazadas. 50 años después, una de ellas encontró al hijo que le arrebataron. La otra no. “Cuando escuché sus vivencias leí el único libro que hay sobre el tema, de Ann Fessler [Girls Who Went Away], y dije ‘aquí hay una historia”. Pero asegura que no se sentía listo para escribirla, ni tampoco creía estarlo cuando comenzó con el manuscrito, en 2022.

Al ser hombre y no tener hijos, decidió prepararse para contar correctamente la historia de adolescentes embarazadas, abandonadas, y asustadas: “Hablé con 12 mujeres que compartieron conmigo su historia y me permitieron hacerles preguntas muy personales. Hablé también con tres obstetras, tomé un curso online sobre el parto y leí mucho”. De todo ello salió un libro de casi 500 páginas que cuenta la historia de uno de estos hogares en Florida, en 1970, y cómo cuatro de sus moradoras acuden a la brujería para hacer justicia por lo que les hicieron.

A pesar de que las protagonistas están aisladas del mundo, el escritor entrelaza sus historias con la de Estados Unidos. Habla de Richard Nixon, de la Guerra de Vietnam, de Charles Manson y los hippies que se supone estaban en los bosques, de los programas de televisión de la época. Habla de los derechos de las mujeres y de cómo se condenaba a las adolescentes solteras y embarazadas como si fueran lo peor de lo peor. En la primera página del libro hay un recuento de frases reales en medios de comunicación de diferentes épocas: “La madre soltera media es una joven retrasada que de niña recibió una educación inadecuada en casa, debido a la ignorancia, la pobreza y el alcoholismo de sus padres”. “Tu alma deja de pertenecerte cuando das a luz un hijo sin un certificado de matrimonio”. “Para una madre soltera supone un enorme aprendizaje renunciar a su hijo por el bien de este. Ha aprendido un importante valor humano. Ha aprendido a pagar el precio por su mala acción”. “Detrás de la estadística nacional que certifica el aumento de las adolescentes que dan a luz, una pregunta desconcertante continúa sin responderse: ¿por qué las adolescentes permiten que las dejen embarazadas?”. Hendrix cree que esta visión no ha cambiado aún, que como sociedad “las odiábamos entonces y las odiamos ahora”, y que siempre tienen la culpa de todo. “No se habla de los hombres, del padre, de la violación, del abuso, de educación sexual. Simplemente se dice que lo que habían hecho está mal y deben sentirse avergonzadas”.

Una muestra de la brutalidad de lo sucedido en ese entonces es que las primeras 150 páginas no tienen ningún elemento fantástico: “Tenía que encontrar un equilibrio entre las brujas y el horror real, porque al final el terror de la vida es enorme y puede incluso sobrepasar al fantástico”. Pero eran necesarias, dice, porque en la vida real no había un final feliz para niñas como ellas, sin salida, sin libertad. Para él, las brujas le dan algo de esperanza a esta historia.

Estoy contra cualquier forma de censura, pero espero se censure mi libro porque sé que no va a funcionar
Grand Hendrix, autor de 'Brujería para chicas descarriadas'.

Brujería para chicas descarriadas se publica en un contexto donde avanza el conservadurismo, y peligran los derechos de las mujeres, mientras el Gobierno estadounidense prohíbe libros en las escuelas públicas. “Estoy contra cualquier forma de censura, pero espero que se censure mi libro porque sé que no va a funcionar”, apunta Hendrix, y asegura que, mientras prohíban lecturas en las escuelas, los estudiantes estarán más interesados en ellas y las buscarán en bibliotecas públicas. Y ahí, dice, estarán los bibliotecarios resistiendo. “Me he tenido que enfrentar solamente a una protesta por este libro. Fue en Alabama. Llegaron unos 250 correos electrónicos a la biblioteca pública a la que iba a ir, pero al personal le dio completamente igual”. El día de la presentación no hubo manifestaciones en contra y, de hecho, las entradas se agotaron. “Creo que los bibliotecarios están haciendo un trabajo fantástico, lo gestionan de una forma maravillosa. Siempre que haya bibliotecarios y bibliotecarias estaremos seguros”.

Le costó trabajar con la idea de las brujas, pero mirar la historia le ayudó. Se remitió a los Estados Unidos de los años 70, cuenta, donde el país parecía romperse en una guerra entre gente mayor y jóvenes. “Los jóvenes veían cómo a sus iguales los enviaban a Vietnam o les disparaban por la calle durante las manifestaciones y los ancianos celebraban aquello. Por su parte, la gente mayor veía cómo los jóvenes se la pasaban manifestándose o teniendo sexo y pensaban que iban a romper el país”. Entonces se centró en los movimientos sociales de la época: los Panteras Negras, Weather Underground, Students Against The War. “Me di cuenta de que aquellas organizaciones clandestinas revolucionarias realmente sonaban a una bruja, a cómo hablaría o se expresaría, ¿no? Revolucionarios, clandestinos y en guerra con el mundo”.

El escritor no sabría identificar quiénes son las brujas de hoy, pero sí tiene claro que las necesitamos desesperadamente y tiene la intuición de que quizás sean las mujeres mayores —las brujas arpías, las llama— quienes pasen a la primera línea para defender lo justo: “Creo que son las que dan un paso al frente. A lo mejor, una vez más, va a ser la arpía la que nos termine salvando”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Constanza Pérez Z.
Latinoamericana. De Chillán, Chile. Escribe en la sección de Cultura. Estudió Periodismo en la Universidad Católica de Chile y ha colaborado con medios nacionales en temas sobre derechos humanos, género, política y migración. Actualmente cursa el máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_