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La melancolía fiestera de Alberto & García

El grupo asturiano edita su séptimo disco, donde mezcla folclore con rock para ofrecer “la tristeza bonita del norte”

Pedro Zuazua

Los primeros segundos de Procesión, el sencillo que estrenó el séptimo disco de Alberto & García, son una magnífica puerta de entrada al universo de la banda asturiana. Lo que parece una bandurria son, en realidad, tres guitarras ―una española y dos acústicas― intencionadamente no muy afinadas. Después entran los saxofones -barítono y alto―. También el acordeón. Y así, en solo 28 segundos, emerge una cierta melancolía festiva. Un sutil anhelo de vivir permanentemente en una fiesta de prao sabiendo que no se puede vivir permanentemente en una fiesta de prao.

En el segundo 28 aparecerá la voz de Alberto García (38 años, La Felguera). “Ese desafine intencionado es una sensación transversal en muchos momentos del disco. Buscamos el sonido de banda popular que no es del todo limpio. De los músicos que llegan a una fiesta de prao y tocan con lo que tienen”, explica en conversación telefónica. “El disco se llama Barro por todo lo que abarca ese concepto. Por el momento fangoso que vivimos como humanos, porque vamos cumpliendo años y la vida se va convirtiendo en un lodazal. Pero también como lugar para el juego de nuestros perros ―los canes de los cinco miembros de la banda aparecen el portada del disco―, como materia desde la que se puede crear y, sobre todo, como una analogía con el fútbol de barro. En la música, aunque no lo parezca, hay más barro que otra cosa”, explica el líder de una banda cuyos cinco integrantes complementan la música con otros trabajos. Cartero, profesor de guitarra o pintor. “La profesionalidad va por temporadas”, dice Alberto, historiador y musicólogo que, cuando no está de gira, se dedica al diseño gráfico.

Barro, el sexto disco de estudio de la banda, se sostiene en los pilares que han marcado a la formación desde sus inicios, allá por 2011: el pop-rock anglosajón y el folclore latinoamericano. “Son dos fuentes que siguen destilando cosas interesantes. Podríamos decir que es un disco continuista, en el sentido de que seguimos apostando por el eclecticismo, lo cual es una contradicción”, señala con sorna Alberto. En el elepé hay rock (Trece, junto a Quique González), hay pop (Pañuelito blanco), hay cumbia (Calavera), hay una especie de pasodoble (Barro), algo de psicodelia (Gengis Kan), un corrido tumbado a la asturiana (Procesión), canción andina (Tonada del bosque) o un bolero (C´est fini). Géneros todos ellos asignados con las dudas y matices de una banda que prefiere huir de las certezas. “No hay nada puro”, añaden. Para Víctor Gil (41 años, Oviedo), guitarrista con estudios de electrónica, Barro es “el disco más completo que tenemos, con las mejores canciones. Creo que el principal reto que afrontábamos era no repetirnos, y lo hemos conseguido”.

“En nuestra casa se ponía mucha música y mucho folclore latinoamericano. Y en las fiestas de pueblo asturianas siempre hay música latina, porque la emigración tiene mucho peso. Luego ya es una cuestión de cada uno no quedarse en la superficie o explorar”, cuenta Manuel (31 años, Oviedo), que estudia saxofón desde los 8 años, es licenciado en Bellas Artes, ha expuesto las pinturas con las que se gana la vida en diferentes países y es hermano de Alberto. “Intento meter el saxo de una manera que sirva y que contribuya a la canción. También incorporarle efectos de sonido, distorsionarlo…”. De aquella educación musical familiar le viene a la banda la amplia paleta de instrumentos que componen sus melodías. A la guitarra, bajo, batería y teclado se les suman el bombo legüero, el tres cubano, el charango o la quijada de burro.

En las letras de Barro están los temas que han acompañado a la banda ―que completan el baterista Dámaso García (44 años, Oviedo) y el bajo Cristian Leiva (45 años, Buenos Aires)― desde sus inicios. “El otro día leía una entrevista con Antonio López en la que decía que hay cuatro o cinco temáticas que le habían acompañado durante toda la vida, y que el que había ido cambiando era él. Nosotros tocamos el amor en todas sus vertientes, la amistad, la forma de estar en el mundo… y cosas más prosaicas, que también son importantes. El día a día y la vida misma. Como cuando ves a un turista hacer una foto a algo concreto en tu ciudad en lo que tú nunca habías reparado”, explica Alberto.

El nuevo disco mantiene otra de las tradiciones de Alberto & García: las colaboraciones con otros artistas. Quique González y Guada se han sumado a una lista en la que ya aparecían La M.O.D.A, Kevin Johansen, Depedro o Tulsa. “Siempre buscamos artistas a los que admiramos y con los que compartimos una misma visión del oficio. La colaboración con Quique fue posible gracias a que compartimos productor ―Toni Brunet―. Grabar con él fue como ir a Eurodisney y estar con Mickey Mouse. Cinco minutos con Guada son un regalo. Hacen el disco mejor, más redondo. Dejan una fotografía sonora muy muy especial”, dice Alberto.

El pasado 10 de octubre la sala Albéniz de Gijón acogió la primera parada de una gira que llevará a la banda por una quincena de ciudades españolas. La mayoría de las veces, los conciertos de Alberto & García terminan siendo la fiesta que buscaban. Con el público bailando. Alberto recuerda que fue en la pandemia cuando se dieron cuenta “de la importancia del baile en la música y en nuestros conciertos. La gente no podía moverse del sitio, así que empezamos a organizar concursos de baile en la silla. Nuestros directos están pensados para que la gente baile sin querer. Es un momento grupal en el que las soledades se juntan y se celebran mutuamente”.

“Dentro de un concierto”, culmina Alberto, “hay sitio para todo. A nosotros nos gusta que sea un in crescendo que termina en fiesta. Es que venimos de ahí. De las fiestas populares. Es algo que sentimos muy nuestro. Sabemos pasárnoslo bien. Y nos gusta compartirlo. Aunque estemos en una tierra que tiene muchos problemas. Aunque ahora, en la vida, nos sucedan cosas que hasta hace nada pensábamos que no iban con nosotros. Es una melancolía festiva. La tristeza bonita del norte”.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo UAM-EL PAÍS y Recursos Humanos por IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor de los libros En mi casa no entra un gato, Dias para ser gato y Utopías urbanísticas, 44 paseos por las colonias de Madrid.
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