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El español en tiempos de Trump: guerra contra una lengua indestructible

Filólogos, académicos y escritores analizan el estado de salud del castellano en Estados Unidos ante la amenaza de las agresivas políticas de “solo en inglés” del presidente republicano

David Marcial Pérez

En el sur de Florida se está empezando a escuchar un nuevo dialecto. Una jerga que suena a inglés, pero que incorpora giros sintácticos y traducciones literales del español. Es una especie de spanglish pero al revés, que para decir “pon la luz” dice “put the light”, o para bajarse del coche, “get down the car”. Los filólogos llevan tiempo siguiendo con fascinación la pista a esta nueva criatura, nacida de la riqueza e inevitable contaminación idiomática en una de las zonas con más presencia de hispanohablantes de Estados Unidos. Pero el entusiasmo de los lingüistas no lo comparte tanto el Gobierno de Donald Trump. Para el republicano es el típico ejemplo de la invasión latina que amenaza con corromper una supuesta esencia anglosajona del país. Sus políticas de english only (solo en inglés) pretenden ahogar el español en EE UU. Una nueva amenaza para una lengua a prueba de bombas.

El español es el segundo idioma con más presencia en el país, con 58 millones de hablantes, un 13% del total. Es una lengua minoritaria, pero no extranjera, como son por ejemplo el chino o el árabe. El español estaba ya en el actual territorio antes incluso de la fundación del país. Tras la colonización española, zonas sureñas, como California, Arizona o Texas fueron arrebatadas a México en el siglo XIX. Además, no es unívoca, es un crisol de todas las comunidades que lo hablan: español mexicano, caribeño, centroamericano, sudamericano. Y, sobre todo, es una lengua viva y en permanente contacto con el inglés, como lo demuestra el fenómeno del spanglish, alimentado en una y otra dirección.

Todos estos ingredientes hacen del español en EE UU un caso muy singular y resistente, casi indestructible. “Ha sido siempre un ancla cultural y de identidad muy fuerte. Es una lengua histórica en el país, no solo producto de la migración”, apunta el director ejecutivo del Observatorio del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard, Javier Pueyo, uno de los ponentes del X Congreso Internacional de la Lengua, que se celebra en Arequipa y que tiene al mestizaje en la lengua como uno de los ejes del programa.

Los pronósticos para el futuro del español en EE UU son aún más halagüeños. Se estima que para 2060 el número de hablantes supere el 25% de la población. Además, los latinos tienen cada vez más acceso a estudios universitarios y mejores horizontes laborales, y en la industria cultural global hay una efervescencia de lo español. “Lo hispano se ha vuelto mainstream”, añade Pueyo, miembro también de la Academia estadounidense de la lengua española.

Pocas figuras han hecho tanto y representan mejor esa moda actual por lo español que Bad Bunny. El artista puertorriqueño es un ídolo global cantando en su lengua y buceando a fondo en las tradiciones culturales caribeñas de un país hispanohablante, pero que, a su vez, forma parte de EE UU. “Es una figura lingüística muy interesante”, señala Maia Sherwood, miembro de la academia puertorriqueña de la lengua y autora de un reciente libro que, a modo de diccionario, recopila las palabras de referencias culturales a Puerto Rico en el último disco de Bad Bunny. “Él ha decidido cantar y dar entrevistas en español, además en el español puertorriqueño de su generación. Y eso no ha diluido su alcance, sino que lo ha potenciado. Está logrando una inversión del poder lingüístico”.

Benito Antonio Martínez Ocasio, nombre verdadero de Bad Bunny, está desafiando a la lengua de prestigio, como llaman los filólogos al idioma asociado con el poder político, cultural y económico en un determinado lugar y época. En una reciente aparición en el programa de entretenimiento estrella de la noche estadounidense, Saturday Night Live, el artista habló de su actuación como estrella máxima en el intermedio musical de la SuperBowl, otro fetiche de la cultura de masas estadounidense, que se celebrará en California en febrero del año que viene. También de su negativa a actuar en el Estados Unidos continental para evitar que sus conciertos se conviertan en anzuelos para las agresivas redadas de inmigrantes impulsadas por Trump. Habló en español para subrayar que la “aportación a este país de los y las latinas nunca nadie la podrá borrar”. Y remató en inglés: “Si no habéis entendido lo que acabo de decir, tenéis cuatro meses [hasta la Super Bowl] para aprender [español]”.

Una desafiante respuesta a las políticas supremacistas de Trump. El presidente que por primera vez en la historia del país ha declarado el inglés idioma oficial. Una decisión que pone trabas al acceso a derechos básicos. Los impresos para realizar matrículas en las escuelas, conseguir un permiso de conducir o los formularios para solicitar servicios de salud serán solo en inglés. La cruzada va más allá y está recortando la financiación a los programas de estudios bilingües y las becas que no sean cursadas en inglés. Para el director del Observatorio de Harvard, “el español tiene un dinamismo propio que le ha mantenido vivo y favorece su resistencia. Es un lugar de memoria, de pertenencia, identidad y afectos. Pero las políticas de Trump suponen un riesgo, sobre todo para esas segundas y terceras generaciones que no lo tienen como lengua nativa, que ya no se transmite dentro de la familia y que depende mucho de los estudios bilingües”.

Habrá que esperar un tiempo para analizar las consecuencias de la cruzada de Trump. Pero como apunta Jorge Valenzuela, miembro de la Academia peruana, “no hay lengua pura”. “El español es la prueba de que la mezcla es condición de supervivencia, de integrar lo diverso, de ser porosa y permeable. Esa flexibilidad es lo que le ha permitido sobrevivir en el mundo global”. El español nació mestizo. Como otras lenguas romances, como el francés o el portugués, el castellano comenzó siendo un latín mal hablado y modificado con el tiempo. Con influencias del árabe (almohada, ojalá, albañil) o del hebreo (abad), es al viajar a América cuando el castellano se vuelve español global y se fertiliza con más aportes lingüísticos locales.

El ensayista y diplomático mexicano Alfonso Reyes sintetizó como pocos en un texto de principios del siglo pasado, Visión de Anáhuac, ese intercambio que, entre otras cosas, suavizó la aspereza del español ibérico. “Óyense unos dulces chasquidos, fluyen las vocales y las consonantes tienden a licuarse. La charla es una canturía gustosa. Esas xés, esas tés, esas chés que tanto nos alarman escritas, se escurren de los labios del indio con una suavidad de aguamiel”. Algo parecido debieron de percibir, un siglo después, los oyentes estadounidenses del Saturday Night Live ante el mensaje en español de Bad Bunny.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.
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