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Salman Rushdie regresa a la Alhambra: “Para atacar un libro, el requisito es no leerlo”

El escritor participa en el festival granadino cultur_ALH con una charla llena de humor, incluso cuando habló del intento de asesinato que sufrió en 2022

Javier Arroyo

Tres décadas han pasado ya desde aquel septiembre de 1995 en el que Salman Rushdie paseó por la Alhambra por última vez. Era entonces, y sigue siendo hoy, un escritor amenazado. Los mismos 30 años que, contaba Antonio Muñoz Molina en un reportaje en EL PAÍS SEMANAL, habían transcurrido desde su primera visita en 1965, con 18 años y como estudiante de primer curso de Historia en la Universidad de Cambridge, aunque en su intervención en Granada, el escritor se ha referido en varias ocasiones a 1966 y 19 años. En cualquier caso, este primer viernes de octubre, Rushdie (Bombay, 78 años) ha vuelto a pisar la Alhambra ―“como hago cada 30 años”, ha dicho, con humor― en circunstancias muy parecidas a su última visita: con un itinerario secreto que nadie quiere adelantar y un control policial extremo que tiene aturdida a la gente que ha organizado su estancia en la ciudad. Sí se conocen algunas cosas. Ha llegado a la ciudad en la mañana del viernes y estará hasta la del lunes. En esas 48 horas, además de inaugurar el festival cultur_ALH, asunto que lo ha traído hasta aquí, visitará la Alhambra y hará una ruta literaria, que en Granada inevitablemente tiene apellido lorquiano.

Cuentan los organizadores de cultur_ALH, un encuentro internacional de literatura de la Alhambra que este año inicia su recorrido, que no fue muy difícil convencer al escrito anglo-indio. Hace 30 años, Rushdie contó a Muñoz Molina que nunca tuvo especial interés en España ni en la Alhambra hasta aquella visita de estudiante, “sin un céntimo, alojándose en los sitios más baratos y tomando los trenes más baratos”, pero que al llegar a Granada “reconocí enseguida la Alhambra… Me enamoré inmediatamente del país. Pero es que el amor llega siempre por sorpresa, justo por donde uno no estaba mirando”. El amor se ve que sigue vigente y lo primero que ha hecho al llegar a la ciudad, además de tomar posesión de su habitación de hotel y retrasar algunos compromisos por el cansancio de su viaje desde Nueva York, ha sido visitar, fuera de programa, el patio de los Arrayanes. Después, Rushdie ha cumplido con su encargo de inaugurar el festival, en una charla con el escritor Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) bajo el título Besar los libros.

Durante una hora, han hablado de su literatura, pero sobre todo ha aparecido un Rushdie de muy buen humor y con mucha gracia, difícil de imaginar en alguien que ha pasado 10 años en la clandestinidad y media vida amenazado de muerte, hasta que el intento se consumó en 2022, afectándole gravemente en un ojo y obligándolo a una larga recuperación. Hablando de su último libro, Cuchillo, que es la narración de ese intento de asesinato y el tiempo que llegó después, Neuman le ha recordado que, a pesar del tema, tiene muchos pasajes que lo hacen muy divertido gracias a, entre otras cosas, los juegos de palabras. Rushdie ha insistido en que, en cierto modo, el mundo se divide entre quienes tienen sentido del humor y entre quienes no lo tienen. “Y el hombre que intentó asesinarme no lo tiene”, remachó.

Refiriéndose a él ha dicho que, “como muchos asesinos y gente con maldad, es un tipo con muy poco interés, por eso conviene no acercarse mucho a ellos, no tienen nada interesante que decir”. Ha recordado entonces el caso de un hombre que intentó asesinar a Samuel Beckett. En el juicio, el escritor le preguntó por qué lo había hecho. Su respuesta fue de lo más insustancial y falta de interés: “Lo siento, no lo sé”. Y siguiendo con su asesino y su último libro ―que pronto será el penúltimo porque ha anunciado que ya ha terminado otro― ha dicho que “escribir sobre la infelicidad es mucho más fácil que sobre la felicidad”. “Y siento contradecir a Tolstoy”, señaló para concluir con este asunto.

El escritor también ha recordado que, hace tiempo, solía cabrearse porque la gente que atacaba sus libros no los había leído. Ha citado el caso de las críticas a James Joyce o a Nabokov de pornógrafos, siempre “de gente que no ha leído los libros”. Y ha sentenciado: “Para atacar un libro, el requisito es no leerlo”.

La charla ha saltado de libro a libro, de Cuchillo a Niños de la medianoche, su primer gran éxito, allá por 1981, premio Booker of Booker, que en el 25 aniversario de esos galardones premiaba el mejor de los entregados hasta el momento. No ha aparecido, sin embargo, Los versos satánicos, el libro por el que está condenado a muerte ―incentivada con más de tres millones de euros― desde 1989.

Sobre el momento que nos toca vivir, el escritor ha explicado que “vivimos en un tiempo raro, en el que gran parte de la sociedad ha decidido que la cultura, la educación o el arte es algo equivocado. Es una extraña inversión de la realidad”. Y ha añadido: “Lo que ocurre hoy día en el mundo es tan extraño, que el hecho de que la gente se enamore, se desenamore, se case, se divorcie, las cosas normales, parecen fantasía porque el mundo está realmente extraño, y más y más cada día. Por eso, la ficción bizarra tiene hoy más verdad que muchas otras literaturas”.

Hablando de literatura, pensamientos en este caso extraños, Rushdie ha recordado una cuarta visita ensoñada a la Alhambra. Mientras se recuperaba del intento de asesinato, le suministraban medicación muy fuerte: “Alucinaba y en mis alucinaciones veía visiones de arquitectura imaginada o casi real. Aparecía la Alhambra e incluso el Escorial construidos con bloques de letras. Era como si el alfabeto le diera forma a las cosas”. Visiones extrañas que “cuando me quitaron la medicación desaparecieron y eché de menos”. Entre aplausos ha terminado la clausura del festival que sigue todo el fin de semana, un tiempo que Salman Rushdie aprovechará para reencontrase con Lorca.

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Sobre la firma

Javier Arroyo
Periodista. Estudié Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla e hice el Máster de Periodismo de EL PAÍS/UAM. Publiqué mi primer artículo en EL PAÍS el 14 de julio de 1999. Estuve unos años y me fui a hacer otras cosas. Volví como colaborador desde Granada en 2016 y aquí sigo.
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