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La biografía novelada: un género en auge en la literatura en español

Autores como Javier Cercas, Juan Gabriel Vásquez, Cristina Rivera Garza o Leila Guerriero desacralizan lo biográfico canónico para recrear vidas reales ciñéndose a los hechos

Desde la izquierda, los escritores Javier Cercas, Jazmina Barrer, Juan Gabriel Vásquez, Cristina Rivera Garza, Ignacio Peyró y Leila Guerriero.

El mestizaje de géneros y el lenguaje más literario se alían para crear biografías noveladas. Más de una docena escritores de España y América Latina han desacralizado en los últimos años el género biográfico canónico para recrear o novelar sin faltar a la verdad. Lo hacen “con herramientas más propias de la ficción, pero sin inventar cosas, para extraer aspectos significativos de estas vidas que las vidas no cuentan por sí mismas”, explica Juan Gabriel Vásquez, autor de Los nombres de Feliza (Alfaguara), sobre la artista colombiana Feliza Bursztyn, que “murió de tristeza”, según Gabriel García Márquez.

La corriente se ha consolidado en el último lustro con nombres como Jazmina Barrera con La reina de espadas, sobre Elena Garro; Monika Zgustová con Soy Milena de Praga, sobre Milena Jesenská, amiga de Franz Kafka; Leila Guerriero con La llamada, sobre Silvia Labayru, secuestrada y torturada en la dictadura argentina; Ignacio Peyró con El español que enamoró al mundo, sobre Julio Iglesias; Liliana Viola con Esta no soy yo, sobre la escritora Aurora Venturini; Javier Santiso con Un paso a dos, sobre Edward Hopper; Gabriela Cabezón Cámara con Las niñas del naranjel, sobre la monja alférez; Cristina Rivera Garza con El invencible verano de Liliana, sobre su hermana; Andrés Neuman con Hasta que empieza a brillar, sobre María Moliner; William Ospina con Pondré mi oído en la piedra hasta que hable, sobre Humboldt; Javier Cercas con El loco de Dios en el fin del mundo, sobre el papa Francisco, o María Isabel Sánchez Vegara con sus biografías ilustradas para niños.

Leila Guerriero

Son ecos recientes de algunos hitos anteriores. Uno de ellos fue El general en su laberinto (1989), donde García Márquez traza la biografía y personalidad de Simón Bolívar a partir de sus últimos días. Ya en el siglo XXI encontramos a Mario Vargas Llosa con El sueño del celta (2010), sobre Roger Casement, que denunció las atrocidades en el Congo belga; Elena Poniatowska con Leonora (2011), sobre Leonora Carrington; Rosa Montero con La ridícula idea de no volver a verte (2013), sobre el duelo propio y el de Marie Curie; o Javier Cercas con El impostor (2014), sobre Enric Marco Batlle, que se hizo pasar por víctima del Holocausto.

Javier Cercas, autor español, en la FILBO, Feria Internacional del Libro de Bogotá, durante la presentación de su libro: El Loco de Dios en el fin del mundo. Bogotá, abril 26 de 2025.

¿Por qué esta corriente literaria? ¿Refleja un cansancio de biografías académicas o desconfianza de la ficción pura? ¿Cómo es acercarse a vidas ajenas con diferentes estilos, estructuras, perspectivas o enfoques? Sobre todo, en un idioma como el español, con poca tradición en el género. Precisamente Javier Cercas, uno de los nombres de referencia, comenta que “escribir una novela sin ficción te obliga a contorsiones muy particulares y a operar de manera distinta”. “Dotas de algo de sentido a la realidad, que no tiene sentido”. El escritor español relata cómo El loco de Dios en el fin del mundo surge de una pregunta de su madre y se cierra con algo “inimaginable” que la conecta a ella con el Papa: “No lo he inventado. La realidad adoptó esa forma de ficción y es imposible mejorarla. Tú tienes que estar atento a ver qué forma cobra la realidad y la ordenas”.

La búsqueda con la que llegó a estas formas literarias, añade Cercas, empezó en Soldados de Salamina (2001) y siguió en Anatomía de un instante (2009), hasta que encontró un modelo que encarnara lo que quería narrar y que aplicó en El impostor y El loco de Dios en el fin del mundo. “Al único al que debo obediencia es a Cervantes, que me dijo: Haga usted lo que le salga de los cojones. ¡Y yo obedezco!”, proclama.

El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, en Bogotá, Colombia.

El propósito de estas biografías noveladas lo ejemplifica también la mexicana Jazmina Barrera, que nunca quiso hacer una biografía tradicional ni un estudio periodístico o académico, de los que, reconoce, hay muchos y buenos. Lo que quería, explica, “era un acercamiento literario, un retrato personal, un diálogo íntimo con la obra y el personaje de Elena [Garro] que la acercara a los lectores”. Le resultó sobrecogedor al adentrarse en la cabeza de esta figura eclipsada del boom latinoamericano: “Me obligó a voltear la mirada, a ver de cerca las vidas de las mujeres del siglo XX, me hizo entender mejor los procesos de violencia y de lucha que vivieron. Sin las batallas que ellas dieron, las mujeres de mi generación no estaríamos donde estamos”.

En el caso de Leila Guerriero, La llamada no es su primer libro sobre un personaje real. El antecedente inmediato es Opus Gelber, y también ha participado en varios como editora; por ejemplo, La hermana menor, de Mariana Enriquez. En La llamada tuvo claro desde el principio que “no quería hacer una crónica de los años setenta o la violencia y el terrorismo de Estado” en Argentina, sino un perfil de Silvia Labayru en ese contexto.

La escritora mexicana Jazmina Barrera.

Una aproximación más personal la tuvo Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana, sobre su hermana asesinada por la pareja de esta. Durante treinta años intentó escribir el libro. Hasta que dio con la clave al descubrir el archivo que su hermana había elaborado de sí misma, coleccionando cartas, documentos, notas, postales, cuadernos: “Supe que ahí estaba la semilla de la única manera en que podría escribir este libro: con ella, no sobre ella. En lugar de apropiarme de su vida, me la desapropié, mostrando su lenguaje tal y como ella lo utilizó”.

El motivo de la coincidencia de estas novelas y perfiles no lo sabe muy bien Barrera, pero le gusta. Y tiene claro algo: “La postura prepotente del experto desde la que muchas veces se escribían (y se escriben) unos áridos y tremendos tabiques es una pésima forma de acercar al público a cualquier personaje. Estos tratamientos más experimentales, más genuinos, me parecen refrescantes”.

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza, en las instalaciones de la editorial Penguin Random House en Ciudad de México.

Ignacio Peyró, que este 2025 ha publicado su particular inmersión en la vida de Julio Iglesias, cree que, como con las modas en el vestir, tampoco hay una explicación para esta coincidencia: “Ahí está la industria cultural, claro, pero, por lo general, se trata de olas a las que las editoriales se suben. ¡Hemos visto tantas! Sospecho que tiene que ver con la misma necesidad de vida y realidad que vio surgir una corriente de autoficción, hoy ya más gastada, a la que se añade una cierta ejemplaridad en sentido clásico. En ningún lugar aterriza mejor la literatura, al fin y al cabo, que en una vida concreta”.

Juan Gabriel Vásquez, que también ha novelado vidas como la de Sergio Cabrera y su familia en Volver la vista atrás, o la de Joseph Conrad en El hombre de ninguna parte, confiesa que no sabe el motivo del empuje del género: “Espero que no sea de una desconfianza en la ficción, en la que sigo creyendo. Los géneros han evolucionado, ya no existen fronteras o prohibiciones. La gente se siente con permiso de hacer cosas por instinto o interés que antes no se hubieran atrevido”.

El escritor Ignacio Peyró, en Roma.

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