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La máxima expresión del Barroco español, a la altura de los ojos

La iglesia de la Caridad de Sevilla descuelga por primera vez en 350 años sus obras maestras de Murillo y Valdés Leal para exponerlas en el Museo de Bellas Artes y poder ser contempladas de cerca

Arte barroco en la Iglesia de La Caridad de Sevilla
Amalia Bulnes

El asombro recibe al visitante a la entrada de la exposición Arte y misericordia. La Santa Caridad de Sevilla, en el Museo de Bellas Artes de la capital andaluza. La imponente pareja de cuadros conocida como las Postrimerías, de Juan de Valdés Leal, obra cumbre del Barroco español y europeo, han descendido, por primera vez desde que se colgaran a gran altura en el pórtico interior de la iglesia de la Caridad de Sevilla, para abrir una muestra, verdadero hito de la temporada expositiva de la ciudad, que coloca algunas de las obras maestras de este periodo histórico-artístico, con Bartolomé Esteban Murillo de la mano de Valdés Leal, a la altura de nuestros ojos.

El tenebrismo que mejor resume el pensamiento del hombre piadoso del siglo XVII, el realismo exacerbado de Valdés Leal a la hora de representar la muerte, los trazos del pincel, la sutileza de la piel en los personajes y el brillo del agua en las grandes escenas de Murillo… son detalles que nunca antes se habían podido apreciar en casi cuatro siglos de historia. Hasta ahora, la contemplación de las obras que custodia la iglesia de San Jorge, perteneciente al conjunto del hospital y hermandad de La Caridad, se había podido realizar exclusivamente en su emplazamiento original, con alturas que oscilan entre los 14 metros de las Postrimerías y los casi 25 de las monumentales pinturas que Murillo dedicó a las obras de misericordia que les fueron encargadas por el entonces hermano mayor de la institución, don Miguel de Mañara, personaje único del siglo XVII que dejó una impronta en la hermandad que perdura hasta hoy.

Esa visión compleja y contradictoria de la existencia, marcada por la fugacidad de la vida, la búsqueda de lo trascendente, la muerte que iguala a los seres humanos, mostrada en toda su crudeza, y las advertencias que Valdés Leal dejó escritas en cada postrimería, In ictu oculi (en un abrir y cerrar de ojos) y Sic Transit Gloriae Mundi (así pasa la gloria del mundo) guían al visitante en un itinerario que reproduce el discurso iconográfico de la iglesia, pero a pie de tierra. Son cuadros de enormes dimensiones que invitan más a recorrerlos más que a contemplarlos, puesto que de cerca es difícil su visión de un único golpe de vista.

Exposición ‘Arte y misericordia. La Santa Caridad de Sevilla’, presente en el Museo de Bellas Artes de la ciudad hasta junio de 2026.

Las obras previstas en el templo sevillano para el próximo año han propiciado que la Hermandad de la Caridad y el Museo de Bellas Artes —dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía— hayan llegado a un acuerdo para que 17 obras maestras, 10 pinturas —siete enormes lienzos de Murillo y tres de Valdés Leal— y siete esculturas ejecutadas por Pedro Roldán y su nieto, Pedro Duque Cornejo, hasta ahora integradas en los retablos de la iglesia, hayan salido de La Caridad en una exposición sin precedentes de “uno de los conjuntos barrocos más singulares y conmovedores del arte europeo”, en palabras de la directora de la pinacoteca, Valme Muñoz.

Fueron Murillo y Valdés Leal —también Pedro Roldán y Duque Cornejo en la escultura— los artistas más importantes del momento en la fastuosa Sevilla de iglesias y conventos, que encontró en el arte religioso un poderoso instrumento para llegar a los fieles y fortalecer la fe católica. Estamos en plena Contrarreforma. A ellos acudió Miguel de Mañara para crear un ambicioso programa iconográfico en la iglesia de La Caridad, con el que pretendió también trasladar al arte su mensaje “radicalmente humano y cristiano”, que previamente había escrito en su célebre ensayo Discurso de la verdad. Unos encargos “que se pagaron extraordinariamente bien”, tanto es así que se realizan en 1670, “y en 1674 ya estaban todas las obras colgadas en la iglesia”, explica la conservadora de La Caridad, Marisa Caballero-Infante.

Óleo sobre lienzo de Juan Valdés Leal.

Murillo recibió 78.145 reales por sus cuadros sobre las obras de misericordia y Valdés Leal, por sus Postrimerías, 5.740, como indican los documentos que se conservan en la institución. Sevilla era una ciudad en la que florecían los talleres artísticos para dar abasto a la altísima demanda de las congregaciones religiosas, así que “a mejores contratos, más garantías de que la mano del maestro esté mucho presente en las obras”, subraya la conservadora, que destaca que esta exposición permite, al bajar los cuadros y esculturas de sus altísimos emplazamientos originales, comprobar “el absoluto dominio técnico” de sus creadores.

Tras las sobrecogedoras Postrimerías, que se muestran en un espacio presidido por el retrato que el mismo artista realizó de Miguel de Mañara mostrando El discurso de la verdad, el recorrido continúa con las pinturas de Murillo, quien había ingresado en la Hermandad en 1665: “Era la manera que tuvo Mañara de comprometerlo a fondo”, asegura la conservadora. Tan solo se muestran cuatro de las ocho imponentes piezas originales, puesto que el conjunto se disgregó en 1810 por el expolio que llevó a cabo el mariscal Soult en Sevilla durante la invasión napoleónica, que demostró una absoluta obsesión por la pintura murillesca. Consiguieron salvarse las que ahora se contemplan en el Museo de Bellas Artes de Sevilla: Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos y San Juan de Dios transportando a un enfermo, “que apuntan al cuidado y al traslado de los enfermos al hospital, obligaciones específicas de los hermanos de la Caridad”, explica Muñoz; y las dos apaisadas de gran formato, La multiplicación de los panes y los peces y Moisés y la roca de Horeb, en alusión al deber de dar de comer al hambriento y de beber al sediento. “Aquí vemos cómo Murillo domina todos los géneros, la arquitectura, el bodegón, la expresividad de los personajes, no se le resiste nada, al final crea a pinceladas, es casi pregoyesco”, sostiene la directora del centro.

’Moisés haciendo brotar agua de la roca de Horeb’, obra de Bartolomé Esteban Murillo.

La muestra finaliza con algunas esculturas de las que Pedro Roldán realizó para el magnífico retablo mayor, presidido por la escena del entierro de Cristo, con la que culmina el programa iconográfico de la iglesia. En ella se muestra la obra de misericordia de enterrar a los muertos, misión específica de la Hermandad desde su fundación a mediados del siglo XV: dar sepultura a los desterrados, pobres de solemnidad, de los que nadie se hacía cargo, ajusticiados o ahogados. Desde Mañara, esta finalidad se extiende también a la atención de enfermos desvalidos. Y deja un mensaje: que la vida sucede in ictu oculi.

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