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Elena Irureta: “No soy más que una vieja payasa con suerte”

La actriz vasca, alérgica al halago y la autocomplacencia, rueda la comedia ‘Abuela tremenda’ y recibe el Faro de Plata del festival de L’Alfàs del Pi a toda su carrera a punto de cumplir los 70

Elena Irureta, fotografiada en Madrid.
Luz Sánchez-Mellado

La noche del 5 de julio fue mágica para Elena Irureta. Daba gloria verla bailando Dancing Queen en la plaza de la localidad alicantina de l’Alfàs del Pi cual auténtica reina del baile con medio pueblo haciéndole corro en el fin de fiesta de su festival de cine, donde acababa de recoger, de manos del actor Juanjo Artero, el Faro de plata a toda su trayectoria. Un premio pequeño, si se quiere, pero que desbordó las compuertas de la emoción de esta actriz vasca que sigue residiendo en su caserío natal de Zumaia y que lleva más de 45 años en escena a base de trabajo y constancia. Se lo comento días más tarde, cuando nos vemos en Madrid para esta entrevista, a la que llega desde el rodaje de Abuela tremenda, la película que está rodando en plena ola de calor. Así llega, acalorada, pero ni la sofoquina, ni el pelo rapado y decolorado, ni el tatuaje de pega en el antebrazo, ni las uñas esmaltadas de negro de su personaje logran restarle un ápice de la elegancia de dentro afuera que derrocha sin esfuerzo.

¿Cómo es que se emocionó tanto al recibir el premio? Parecía una principiante.

[Se vuelve a emocionar] Pues chica, porque estoy flojita. Me vi en papeles de jovencita en el resumen de mi carrera que pusieron, me lo dio mi querido Juanjo, con el que coincidí en El comisario, y, como no me lo esperaba, me llegó al alma. El premio, pues también, pero a estas alturas tampoco estamos para flipar. Pero sentir el cariño de la gente, que me sigan queriendo después de tantos años dando la matraca, me emociona mucho.

Algo habrá hecho.

Pues hija, supongo, pero fíjate si yo no las tenía todas conmigo de vivir de esto siempre, que, como decían aquello de que a las actrices, a partir de los cincuenta no nos llamaban, me hice un plan B y abrí una casa rural en el caserío. La he tenido 23 años abierta, llevándola yo y liando a toda la familia. Que hasta servía los desayunos y la gente me decía: ¿tú eres la de El comisario?, porque no se lo creían. Pero, al final, la he cerrado, porque no me daba la vida y porque resulta que lo mío sigue colando. Digo yo que algún día se darán cuenta, aunque aquí sigo.

Bueno, ha trabajado mucho.

Sí, muchísimo, pero también hay otras compañeras que han trabajado mucho, que son grandes actrices y me da muchísima pena que no tengan acceso ni a una prueba. Y sé lo que valen porque he trabajado con ellas. Yo empecé en esto a los 26 años, antes había sido ayudante de dentista, que no me gustaba nada, pero a esa edad empecé a estudiar en la escuela de teatro de Donosti, que empezaba ese año. Y cuando se abrió Euskal Telebista empezamos a colaborar con ellos, que hasta escribíamos nuestros programas. Luego una cosa fue llevando a la otra.

Ane Gabarain y Elena Irureta, en 'Patria'.

Su papel en Patria, como esposa de una víctima de ETA, y su duelo interpretativo con Ane Gabarain, que encarnaba a la madre del asesino, es mítico. ¿La miran de otra forma desde entonces?

Chica, pues no sabría decirte. Lo hablo con mis superamigas, que también son actrices, y, aunque estoy muy contenta, tampoco noto nada. Yo, sobre todo, lo que he tenido es suerte en el trabajo.

¿Por qué se niega a darse importancia?

Es que no la tengo.

Otros actores y actrices hablan de su oficio como arte.

No voy a juzgar lo que dicen otros porque son mis compañeros y estamos en la misma nube. Pero, no sé cómo decirte, no creo que esto, al final, sea mucho más que entretenimiento. Depende también de la escuela que hayas tenido. Si ya el profesor, o profesora, se flipa, pues igual te hace tener más ínfulas. Muchas veces oigo lo de qué difícil es esto. Recuerdo que, cuando empecé a estudiar teatro, una de las cosas que nos mandaron fue cruzar un escenario con naturalidad y no sabíamos qué hacer con los brazos. Pues todavía nos estamos riendo de uno que se puso a caminar [se levanta y camina, con mucha prosopopeya] como si estuviera pisando huevos y espantando gallinas [se parte]. Hay que ver el miedo que te pueden dar las cosas más tontas.

O sea, que usted no hace ningún viaje para encarnar al personaje, y lo aparca en cuanto llega a casa.

¿Qué dices en casa, chica? Antes, en cuanto me quito la ropa. Cuando acabas el rodaje, o la representación, o lo que sea, lo que estás deseando es tomarte algo con los amigos y a otra cosa, mariposa.

Me contó la actriz Susi Sánchez que le pidió a usted ayuda para interpretar a la austera y contenida madre vasca de la película Cinco lobitos porque a ella, valenciana, le salía abrazar a todo el mundo.

Qué buena es Susi. Y qué trabajadora. Es una grandísima actriz y la quiero y admiro mucho. Pues no sé. Le conté cosas de mi madre, y de mis hermanas. Yo no soy madre, pero tengo nueve sobrinos y los he visto crecer. Somos una familia muy unida. Mi ama era cariñosa, y mi aita también, pero más para adentro, no era besucón. Igual nosotros no nos decíamos todo el día te quiero, pero es que eso es un poco de las series americanas, que están todo el rato con el I love you para arriba y para abajo. Nos queremos mucho, pero no somos tan así.

Hablando de idiomas, su lengua materna es el euskera, y es bilingüe en español. ¿Está más cómoda en uno u otro?

Fíjate: en el colegio de monjas estaba supermal visto hablar euskera. Nos decían: “Las señoritas no hablan vascuence”, y cuando metíamos la pata con el castellano nos reñían mucho, te hacían sentir rural. Pero, a la vez, éramos analfabetas en euskera, porque solo lo sabíamos hablar, y no teníamos ni idea de gramática y eso. Pero, luego, en casa, cuando empezábamos a hablar castellano, nos reñían también. Total, que nos reñían siempre. Ahora estoy igual de cómoda, y me sale uno y otro depende de con quién. Con los niños de la casa, por ejemplo, no se me ocurre hablar español.

Su sobrino Telmo, afectado de parálisis cerebral, ganó un Goya como actor revelación en 2023. ¿Le pidió de jovencito consejo profesional a la primera actriz de la familia?

Fíjate que me apoyo yo más en él que él en mí. Me aporta muchísimo. Desde pequeñito quería ser actor. Me decía: Yo voy a ser payaso como tú. Siempre ha habido esa complicidad entre los dos. Con 11 años ya hacía cortos. Recuerdo que el primero que escribió se llamaba: “Miren y su perrito. Miren qué bonito”. No me digas que no tiene gracia. Telmo, pese a las dificultades, nos da lecciones a todos. Me encantan las ganas, la alegría y la ilusión que tiene por la vida y por el oficio. Cuando, por la calle, alguien se le acerca y le trata como a un niño pequeño, cuando es tan grande en todo, me pongo enferma.

Hablando de físico, ¿cómo se puede hacer de marquesa y de mendiga y que el público se la crea?

Yo lo intento. Yo he hecho de Lady Macbeth de jovencita y me ponía un tul por la cara, no fuera a fastidiar el personaje por mi físico. Y luego están los maquilladores y caracterizadores, y los directores de fotografía, y los de vestuario, que son buenísimos.

Elena Irureta, en Madrid.

¿Y de dónde tira para encarnar al personaje en la mirada y la actitud?

Yo intento ver todo lo parecido que tengo a ese personaje. Aunque esté a años luz de mí, pienso que tiene mi cuerpo y mi voz. Me coloco, me pongo a trabajar, tiro de mis cabreos, o de mis alegrías, o de la gente de la calle, oye, que tengo una edad y conozco a mucha gente. Ahí fuera, hay muchísimos más personajes que en las películas. Robo gestos, miradas, poses. Soy una ladrona.

¿Todavía puede mirar sin que la miren?

La gente no me conoce tanto. A veces se me quedan mirando y me sacan fotos de tapadillo, sí, pero yo creo que no saben quién soy exactamente. Una vez, vino una señora y me dijo: “¿Eres tú?”. Y no pude más que decirle: “Sí, soy yo”, y me contestó: “Ya me parecía”. Y, oye, tan amigas.

Cumple 70 años el 30 de julio, ¿cómo afronta el cambio de década?

Llevo seis meses diciendo que tengo 70, porque, así, ya me siento anciana y ya está. No hay más

¿Anciana a los 70?

Claro que sí, chica. Por qué no.

Hay a quien esa palabra le ofende.

Pues tienes un problema: si eres vieja, eres vieja. Da igual que te ofendas que no. Igual a ti no te lo dicen, pero tienes que saber dónde estás, ¿no? Digo yo.

¿Piensa jubilarse?

Pues mira, jubilada estoy de la casa rural, me sigue sorprendiendo y haciendo ilusión que me llamen. Esto para mí, desde pequeña, ha sido un juego. Me ha gustado disfrazarme, hacer personajes. No soy más que una vieja payasa con suerte. Y encima me pagan, chica, que a veces me da como apuro y todo. Recuerdo que mi padre, cuando me veía en Euskal Telebista, le decía a mi madre: “A ver si la convences para que haga un anuncio, y gane dinero”. Y ya cuando estaba malo, malo, se atrevió a preguntarme a mí: “Pero, hija, ¿a ti te pagan por hacer eso?“. Pensaba que vivía del aire. No le daba ninguna importancia. Y así está bien.

NI ABUELA NI TREMENDA

Elena Irureta (Zumaia, 69 años) no encontró su camino hasta los 26 años. Antes, había estado "dando tumbos", según cuenta ella misma, trabajando como asistente de dentista y au pair en Inglaterra, hasta que inauguró la escuela de teatro de Donosti y, poco después, las emisiones de la televisión autonómica, Euskal Telebista, donde se hizo muy popular en series como Bi eta Bat. Su participación en la popular serie El comisario y, sobre todo, en Patria, basada en la novela de Fernando Aramburu, donde Irureta encarnaba a la esposa y viuda de una víctima de ETA, y su amiga y compañera de juventud, la actriz Ane Gabarain, a la madre de su asesino, la catapultaron a la memoria colectiva. Este verano, rueda en Madrid la comedia Abuela tremenda, junto a Toni Acosta, sin ser ella "ni una cosa ni otra". Para eso es actriz, dice: para jugar a ser otra. 

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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