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Tercer encierro de San Fermín 2025 | Trepidante y muy veloz encierro de los toros de Álvaro Núñez plagado de caídas, atropellos e imprudencias de los corredores

Un herido en una pierna por asta, el segundo de este año, y dos contusionados en el hombro y en la cara, en el balance médico provisional de la primera carrera de esta ganadería en Pamplona

Un corredor salta por encima de uno de los toros de la ganadería Álvaro Núñez durante el tercer encierro de los Sanfermines 2025, este miércoles en Pamplona. Foto: PABLO LASAOSA
Antonio Lorca

Los toros de Álvaro Núñez debutaban en el encierro sanferminero y habían llegado a Pamplona con una bien ganada fama de animales nobles y bondadosos; pero, claro, una cosa es ser bueno y otra muy distinta aguantar sin más las inclemencias de una carrera llena de intrusos que les impiden el paso, y estorban sobremanera. De hecho, el parte médico habla de un herido por asta de toro en una pierna y dos contusionados, pero muy pocos son para la cantidad de caídas, atropellos y derrotes que se han producido a lo largo de una trepidante y muy veloz carrera que ha durado 2 minutos y 21 segundos.

Hoy es miércoles, pero parecía fin de semana por la muchedumbre que abarrotaba los 850 metros del recorrido; tanta gente que parece imposible que los toros pudieran abrirse paso sin hacer daño a quienes se interponían en su camino.

Ha habido muchos atropellos, inevitables, sin duda; numerosas caídas y derrotes de unos animales que más que atacar no hacían más que defenderse de las molestias recibidas.

El balance sanitario es muy satisfactorio e, incluso, se podría afirmar que no se corresponde con la espectacularidad de las imágenes del encierro, lo que habría que aplicar a la hoja de servicios del capotillo de San Fermín que cada mañana hace un trabajo impagable para que puedan contarlo los muchos corredores que hacen gala de una imprudencia impropia de expertos aficionados a este singular deporte de alto riesgo.

Antes de las ocho, los toros de Álvaro Núñez ya estaban despiertos, con cara de sueño, eso sí, mirones, sorprendidos y asustados, tratando de adivinar, quizá, lo que les depararía el inmediato futuro después del ajetreo de los últimos días: un cansino viaje por carretera y el encierrillo de anoche desde los Corrales del Gas. ¿Volveremos ya a la dehesa? Pero suena el cohete, les atrapa una sensación extraña, una mezcla de inquietud y esperanza y…

Su gozo en un pozo; no era el campo verde, no, sino el oscuro asfalto de una cuesta de la que ignoran su nombre pero saben que no les es familiar. Y a pocos metros, un gentío de blanco y rojo que se aprieta contra las paredes y les abren paso con el corazón encogido. Pero la terciada alegría les dura poco; a medida que suben y suben, más gente, más gente y más obstáculos en el camino.

Un mozo tras ser arrastrado por el suelo por uno de los astados, este miércoles.

Ya en la calle Mercaderes constatan que les acompaña una multitud. Bajan a toda velocidad ―vienen embalados, casi en fila india desde los corrales, en un cóctel de miedo y gallardía―, y algunos pierden la noción del espacio en su huida, de modo que hasta tres toros y un cabestro se dan un mamporro contra los tablones de la curva que da paso a la rectilínea calle Estafeta.

Y es ahí, en ese punto, donde comienza la pelea. Los toros se quitan de encima a mozos que se instalan entre los pitones, y los voltean con un rictus de comprensible enfado; a uno de los corredores, con un polo de color azul, lo engancha un toro con el pitón derecho, le roza la piel y lo arrastra dramáticamente durante varios metros en los que el joven intenta zafarse sin conseguirlo y el toro corre despavorido para no perder a la manada. Felizmente, el tejido cede y cada cual sigue su camino. ¡Milagro!

Pero ese no fue más que el comienzo. Estafeta es cada mañana un hervidero, ya no cabe más gente, es imposible andar, y, en consecuencia, son frecuentes las caídas, los atropellos y los golpes contra el duro pavimento.

Un cabestro pasa por encima de un corredor durante el encierro, este miércoles.

Las imágenes se repitieron en el tramo de Telefónica y en la bajada al callejón, donde se produjeron pequeños montones que obligaron a toros y cabestros a saltar por encima de los humanos, aunque alguno de estos se ganó algún que otro pisotón, de esos que tardan en olvidarse.

El reloj marcaba los dos minutos cuando los primeros animales alcanzaron el ruedo, y todos, toros y bueyes, enfilaron con conocimiento la puerta de los corrales.

Allí descansan ya los representantes de esta joven ganadería, novatos, parientes cercanos a Núñez del Cuvillo, toros criados y elegidos para el disfrute de las figuras, que llevan la nobleza y la bondad en las entrañas, pero que protestan, y con razón cuando, como esta mañana, son importunados.

En la plaza esperan Trampero, colorado, de 565 kilos; Orrojado, castaño, 550; Majoleto, castaño, 575; Aguaclaro, castaño bragado corrido, 530; Polvorillo, jabonero, 540; Guerrito, colorado, 550 kilos. Los seis serán lidiados esta tarde por Morante de la Puebla, Roca Rey y Tomás Rufo, el primer cartel estrella de la Feria del Toro 2025.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.
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