Muere el actor italiano Alvaro Vitali, rey setentero de las comedias guarrindongas de Jaimito
Descubierto por Fellini, luego se convirtió en estrella del cine erótico de serie B que triunfó en la España que salía de la dictadura y descubría el destape


Ha muerto en Roma este martes a los 75 años años, por una bronconeumonía, Alvaro Vitali, uno de los reyes de las comedias eróticas italianas de serie B que llenaban cines en los años setenta y ochenta, y fue famoso sobre todo por su personaje de Pierino ―en realidad solo dos títulos y uno tardío en 1990 que fue un fiasco―, que en España fue rebautizado como Jaimito. Hablamos del jurásico cinematográfico para las generaciones posteriores, porque de hecho casi ha envejecido más que el cine mudo: películas de bajo nivel y presupuesto, difíciles de ver (y creer) hoy salvo con interés arqueológico y que por puro desfase solo el tiempo ha llegado incluso a convertir en objeto de culto del cine cutre. En España parte de su éxito se debió a que llegaron al inicio de la democracia y con el inicio del llamado destape, en un país que salía de la censura y la represión sexual. Cuando empezaron a estrenarse, en muchos de los filmes de Vitali se tradujo el título en español añadiendo el nombre de Jaimito, aunque el personaje no fuera el mismo, pero se le identificaba directamente con él.
Las películas de Jaimito, clasificadas para mayores de 18 años, pueden mandar hoy a la planta de cuidados intensivos con serios daños cerebrales a defensores acérrimos de lo políticamente correcto. Eran una sucesión de chistes malos y verdes, o ambas cosas, y todo un repertorio de escenas equívocas con enfermeras, profesoras particulares o mujeres policía que enseñaban la liga, se duchaban con la puerta entreabierta o se desnudaban frente el ojo de la cerradura ante un supuesto adolescente a quien las hormonas salían por las orejas. Aunque Vitali ya tenía 25 años cuando empezó a explotar este filón. Pero sus peculiares rasgos le hicieron idóneo para el personaje, además de su talento cómico y vestirse como un escolar.
“En aquella Italia provinciana muchos se identificaban conmigo, representábamos un imaginario erótico”, declaraba en 2023 en una entrevista en La Repubblica, en la que considera que sus películas eran una tomadura de pelo al macho italiano, al latin lover y a su doble moral. “Todo casa y familia en apariencia, y fuera un gran pecador”, señalaba. Su muerte ha tenido cierto eco en Italia, porque a fin de cuentas forma parte del recuerdo colectivo y de la cultura popular, y además su vejez en el olvido, una vez que pasó su efímero momento de fama, ahora causa tristeza.
En realidad, lo descubrió Federico Fellini en 1968, atraído por la fisonomía de Vitali, en su permanente búsqueda de monstruitos, en los castings de Cinecittà donde acudían vecinos de media Roma, inagotable vivero de personajes secundarios, si en el barrio les decían que eran graciosos o tenían una cara peculiar. Lo cierto es que llegó a rodar con él cuatro películas (después de Giulietta Masina, la mujer de Fellini, es uno de los actores que más han aparecido en sus filmes), siempre en pequeños papeles, y los espectadores le recordarán como uno de los chicos de la maravillosa Amarcord, que ganó el Oscar a la mejor película extranjera en 1975. Las otras fueron Satyricon, Los clowns y Roma.

Vitali, nacido en el barrio romano de Trastevere en 1950, debía de ser una pieza de cuidado y con ocho años se fue a vivir con su abuela porque discutía mucho con su madre, que no lo metía en vereda. Según confesó, su abuela le trataba tan bien y le viciaba tanto que se quedó a vivir con ella hasta los 32 años, una historia que a Fellini le encantaba. Dejó el colegio a los 14 años y hacía trabajillos de electricista, hasta que se cruzó con Fellini con 18 años al ir a hacer una prueba para una de sus películas. Al director le gustaba su espontaneidad popular y su carácter genuino. Una vez le preguntó si había visto una de sus películas y le contestó: “No he entendido una mierda”. Fellini se moría de risa con estas cosas.
Vitali, en realidad, tuvo un inicio prometedor en el cine y durante unos años rodó con grandes directores, siempre en pequeños papeles: Dino Risi, Mario Monicelli, Alberto Sordi y hasta con Polanski en ¿Qué? (1971), una de las más locas del realizador, rodada en Italia y en la que aparece Renate Langer, una actriz que en 2017 acusó al cineasta polaco de haberla violado en aquellos meses.
A mediados de los setenta, Vitali tenía que comer de algo y empezó a deslizarse hacia la serie B, toda una industria en Italia en esos años. Con poco presupuesto, grandes dosis de creatividad y buenas recaudaciones, porque aún era la época dorada en que los cines se llenaban. La serie B italiana comprendió géneros que iban desde el western al cine policiaco o el de horror ―los más reivindicados hoy por la crítica y autores como Quentin Tarantino― a rarezas inclasificables como la saga de Mondo cane y, por supuesto, la comedia erótica que no llegaba a ser porno. Antes de convertirse en estrella del cine guarrindongo Vitali apareció, por ejemplo, en un título de culto de los filmes ultraviolentos de tiros como Uomini si nasce poliziotti si muore (1976), de Ruggero Deodato, famoso luego por Holocausto caníbal, y escrita por otro autor de culto del género, Fernando Di Leo.
Después Vitali empezó a ser un actor habitual en las comedias eróticas de bajo nivel, muy populares esos años, con las sex symbol del momento, como Edwige Fenech o Gloria Guida. Se cuentan casi medio centenar en apenas una década, la mitad de su carrera, hasta consagrarse con la primera película de Pierino, en 1981, Pierino contra tutti (Pierino contra todos), un bombazo en taquilla. Y Vitali todavía vivía con su abuela, solo el éxito le hizo irse de casa. Cambiaba de coche cada tres meses y según confesó luego ganó una fortuna que derrochó sin control, además de que, acusó más tarde, las productoras le engañaron con el pago de impuestos. Siguió Pierino colpisce ancora (1982, Pierino contraataca), pero su momento duró en realidad solo un par de años, lo que tardó en agotarse el filón y cambiar el gusto del público.
La última de este periodo es Paulo Roberto Cotechiño centravanti di sfondamento (delantero de choque), de 1983, que ya no funcionó. Su argumento da una idea de cómo eran estas películas: Paulo Roberto do Corcovado, apodado Cotechiño, es un futbolista brasileño que juega en Italia pero que no brilla porque tiene nostalgia de su país, y entonces le traen a su novia para que le cambie el humor, pero una condesa que quiere ganar una apuesta en un partido envía a su mayordomo, Mandingo, para que la seduzca. Y esto es solo el inicio. Vitali luego desapareció hasta 1989 y un último intento de resucitar a Pierino en 1990, ya fuera de su tiempo. Después cayó en el olvido y también en la depresión. Apareció en algún reality televisivo, en pequeños papeles y en entrevistas en las que se quejaba de que nadie le llamaba para ofrecerle trabajo, después de lo que había sido. Vivía de bolos en cabarets y con una pensión de 1.300 euros. Deja una filmografía de casi 100 películas.
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