‘Simulacro’, un videojuego de escenario con tumbas abiertas
En el nuevo espectáculo de Kor’sia no hay melindre ni pérdida de tiempo. Tenemos multitud de ejemplos de simulación, en lo estético, con lo que podríamos comparar este soberbio trabajo de conjunto, de arrebatadora estética actual

En poco más de un mes, el 29 de julio, el nuevo espectáculo de Kor’sia titulado Simulacro, que tuvo este viernes su estreno absoluto en Conde Duque, tendrá su debut internacional en el Teatro Piccolo Arsenale dentro del programa de danza de 2025 de la Bienal de Venecia, escogido personalmente por su director artístico, Wayne McGregor. Antes, el 17 de julio, en la Ópera Garnier de Montecarlo, Mattia Russo y Alejando de Rosa estrenarán con la plantilla de bailarines de la compañía del Principado de Mónaco una obra de creación: Bronia, inspirada en Bronislava Nijinska y comisionada por Jean-Christophe Maillot, director de los Ballets de Montecarlo. Actividad febril e intensísima que los obliga a exprimirse tanto en los aspectos creativos como en los formales. Russo y De Rosa están ya colocados en primera línea de cartel, con próxima parada en Gotemburgo en octubre (donde están siendo publicitados como: “aclamado dúo español reconocido por sus creaciones visionarias”). ¿Importa que sean italianos del sur (de Atripalda Avelino el primero y de Castellammare di Stabia el segundo) egresados de la Academia del Teatro alla Scala de Milán? ¡En absoluto! Somos de donde se nos deja crecer, dijo Lucrecio, uno que fue aviesamente ignorado por sus contemporáneos, prácticamente hasta la ocultación.
A veces, los espectáculos de danza despiertan a los poetas. Cuando Ann Carson vio The Great Tamer, escribió un largo poema y se lo envió al coreógrafo Dimitris Papaioannou; allí comenzó un intercambio entre poetas (de ahí sale el título de este escrito). Kor’sia podría levantar ese tipo de pasiones y de diálogo elevado más allá de la pedestre recesión, se les puede asimilar o degustar desde su poética, porque la tienen y la defienden hasta dentro de un figurado videojuego y dando vueltas sin fin en una rotonda. En Kor’sia piensan y luego existen coreográficamente. Un Cogito, ergo sum deconstruido con saña y alevosía renovadora. No hay melindre ni pérdida de tiempo. Tenemos multitud de ejemplos de simulación, en lo estético, con lo que podríamos comparar este soberbio trabajo de conjunto, de arrebatadora estética actual. Si se insiste en lo poético y su accidente es porque resulta eficaz cómo sustituyente a todo lineal narrativo. En Simulacro no se cuenta casi nada; siete jóvenes deambulan sobre un supuesto estímulo único. Lo sonoro, gratuitamente estridente, va a su bola y rollo (no siempre cumple su cometido, aunque en los 15 minutos finales, consigue el indulto). Las luces son casi siempre un enemigo peligroso en estos tiempos, y aquí el de los focos hace fe de aquello de “yo contra el mundo”.
¡Siempre es bueno que la coreografía haga disfrutar y pensar! No hay que ponerse reivindicativos, eso es una cursilada, hay que posicionarse en la calidad pura y dura. Cunningham decía que hablar de danza era como clavar gelatina en la pared: un acto vano. No lo creo en el caso Kor’sia, que se aplican en fomentar su cimbra para que el puente sea sólido y se pueda saltar en él. Somos también nuestras palabras, sean poema o simulacro. Aplicar en lo coreográfico la deconstrucción crítica —donde no se puede negar hay todavía un perfume posestructuralista— merece un reposado análisis y toda la atención. Estos siete magníficos ni van ni vienen, están en su bucle de simulacro; se cortejan, se retan, se discuten y se absorben en la nocturnidad. La valla posada sobre el césped de la rotonda no tiene un anuncio comercial, sino una cuarta dimensión que se atraviesa, y tanto se nutre como se destruye. Los focos de cuarzo en su robusta dureza nos hacen recordar que hubo tiempos mejores. La degradación no es visible, se respira.
Cultura y simulacro de Baudrillard ha hecho casi tanto daño como la biblia, se atraganta como un cruasán pocho. Probablemente tuvo su momento superventas, quemando naves propias y ajenas, impulsando a los ya impelidos de la filosofía fría. Hay varios coreógrafos que lo han abrazado como su críptico recetario (existe un ensayo definitivo y específico de Baudrillard y la coreografía de vanguardia publicado por Thomas Heyd en 2000: Art of Body Among Simulacra) y los casi siempre pedantes teóricos sermoneadores de la performance lo citan con devoción religiosa. ¿Necesita Kor’sia de Baudrillard? Es opinable, tal como Forsythe acudió a Laban o Libeskind, según reseñaron en su día Baudouin y Gilpin (sus propuestas alrededor de la deconstrucción coréutica y la simulación informática o virtual del bailarín, su danza, son rabiosamente actuales más de 30 años después de ser enunciadas).

Cuando Forsythe estrenó en 1996 Six Counter Points en la Ópera de Frankfurt (hay algo aquí en Conde Duque que me recuerda vivamente aquella compleja velada y no son pasos ni fraseo, sino intenciones), ya se citaba expresamente a Baudrillard, acompañado de Derrida, Virilio y hasta una pizca de Deleuze. Ya en esas fechas, también Roland Barthes aparece como muleta y guarnición de los creadores más avanzados. La simulación está en el ballet desde antes del romanticismo y en Coppélia tuvo un techo. Simulación por artefacto o por convicción. Lo dijo Élisabeth Roudinesco, que ha escrito cosas muy importantes sobre el simulacro y la simulación, y sus afilados criterios —o sendas interpretativas— ayudan, y es pertinente citarla si nos enfrentamos a un producto coréutico fuertemente intelectualizado como es Simulacro de Kor’sia. Es una opción, entre otras, para enmarcar el producto. No escasea el baile, pero trufa a recurrente, se esquina para ceder protagonismo al grupo.
Puede hipotetizarse con que este grupo de creación tuviera un cuerpo de baile estable con el que trabajar. Esta es una necesidad de la mecánica productiva en lo coreográfico. Kor’sia no tiene sede artística; su casa es un email y una web, y estos dos artistas van construyendo al ritmo de las estaciones y a la voluntad gustativa de los programadores. Es un sinvivir a trazo heroico y eso condiciona el producto. Linear la consecución de un estilo necesita estabilidad, recursos, sistema. Bastante bien lo están haciendo, aunque no todos opinen lo mismo y un sector de la propia danza contemporánea española los vea como un enemigo potencial, como unos émulos de Lucrecio. No se acierta a ver mucha ternura en el asfalto de la rotonda y la complicidad es ásperamente calculada para quedarse en ansiosa informalidad, como la gelatina. Los cuerpos danzantes pueden ser esencialmente gelatina, no gelatinosos.
Simulacro
Compañía: Kor’sia.
Coreografía: Mattia Russo y Antonio De Rosa
Música: Alejandro da Rocha (con diseño sonoro y vídeo de Nousecous)
Escenografía: Amber Vandenhoeck
Luces: Oscila
Vestuario: Luca Guarini
Dramaturgia: Agnès López-Río.
Centro Conde Duque, Madrid. 20 de junio. Funciones hasta el domingo 22.
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