‘Votemos’: así son los vecinos, si así os parecen
Hay momentos dramáticos y también graciosos en esta tragicomedia ágil. Se hace corta y no me desentiendo de lo que veo y escucho sobre una junta vecinal

Desde hace mucho tiempo no suelo acudir a esa reuniones con punto exótico, en las que nunca falta alguna propuesta con aroma dadaísta, en las que algunos hablan como cotorras y otros mantienen un tono sepulcral, se aprueban presupuestos que casi siempre contentan a los administradores. Y hasta la próxima. Los problemas se resuelven democráticamente. O se empeoran. Se conoce a estas reuniones tan floridas y comunicativas como juntas de vecinos. Si logro recordar fecha tan trascendente puedo otorgar anticipadamente el voto a vecinos con los que mantengo duradera y gozosa amistad, que ejercen generosamente como mi tabla de salvación ante cualquier jaleo doméstico, que debido a mi torpeza ancestral me provocan tanto vértigo como desamparo.
Y a veces he pensado que esas juntas en nombre de la convivencia y del interés común entre los inquilinos podrían ser recogidas en un cortometraje o en una obra de teatro con duración limitada. Tampoco nos pasemos. Entre los inquilinos que se congregan allí hay de todo, lógicamente. Incluso personas educadas y sin afición al dislate. Gente con la que puedes intercambiar saludos convencionales o sentidos y también otra por la que sientes la misma grima o indiferencia que tú les provocas a ellos.
Esta farragosa y obvia introducción es a propósito de Votemos, una película cuya temática está centrada en una de esas juntas vecinales. Me cuentan que su director, Santiago Requejo, antes ya había realizado un corto y una obra teatral con el mismo argumento. Las desconozco. Pero estoy atento, divertido en momentos puntuales, sonriendo e incluso soltando alguna carcajada en algún momento hilarante, ignorando cómo va a terminar la reunión, aunque desde el principio nos den pistas incontestables, incluso un poco fáciles, sobre quiénes son los buenos y los villanos en esa reunión vecinal.
El motivo de esta es que un propietario ha decidido alquilar su casa a un señor cuya salud mental está afectada. Lleva una vida muy normal, posee un trabajo, es educado y cordial, pero también padece esquizofrenia. Está medicado y trata con éxito de integrarse en la normalidad. No es lo que piensa el viejo fascista de manual, antiguo taxista y señor con tendencia a la iracundia. Él y otro anciano tan falsario como cursi lo tienen claro.

Esta gente de orden tiene claro que no puede haber zumbaos en el edificio. Nunca se sabe qué va a ocurrir con ellos. Suponen un peligro probable o real. Sus brutales argumentos serán cuestionados o rebatidos fundamentalmente por vecinos jóvenes, racionales (entre ellos, una vehemente y escandalizada chica que también padece esquizofrenia), indignados con los argumentos selectivos de los ancianos del lugar. Y también hay otro tipo de gente, que sube o baja en su argumentación a favor o en contra, despistados.
Hay momentos dramáticos y también graciosos en esta tragicomedia ágil, fácil de ver y de escuchar. Se hace corta y, en mi caso, no me desentiendo de lo que veo y escucho en ningún momento. Son reconocibles las actitudes, los diálogos, los personajes en su epidermis y su trasfondo, la batalla dialéctica. Y los intérpretes resultan creíbles, están muy bien. No tengo la sensación de haber perdido el tiempo, algo muy frecuente desde hace demasiado tiempo, aunque este me sobre.
Votemos
Dirección: Santiago Requejo.
Intérpretes: Raúl Fernández de Pablo, Clara Lago, Tito Valverde, Gonzalo de Castro, Christian Checa.
Género: tragicomedia. España, 2025.
Duración: 87 minutos.
Estreno: 12 de junio.
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