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ópera
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La soprano Eleonora Buratto se corona en Les Arts con la tercera reina Tudor de Donizetti

La cantante italiana comparte el éxito con la ‘mezzosoprano’ española Silvia Tro Santafé en ‘Roberto Devereux’, culminación de la trilogía del compositor bergamasco y broche final de la presente temporada operística en Valencia

El tenor Ismael Jordi y la soprano Eleonora Buratto durante el primer acto de ‘Roberto Devereux’, el pasado 4 de junio en Valencia.
Pablo L. Rodríguez

“El final de Roberto Devereux vale por cuatro de Marino Faliero o Parisina d’Este”, espetó el habitualmente modesto Gaetano Donizetti a su amigo Innocenzo Giampieri en mayo de 1838. La frialdad con que había sido recibida esa ópera en Florencia suscitó en el compositor bergamasco uno de sus pocos destellos de orgullo personal: “¿Cómo pueden decir que Roberto Devereux no tiene final? Es uno de los mejores que he escrito. Reza siempre para que haga muchos Robertos”. Donizetti termina su ópera con la cabaletta Quel sangue versato, donde renuncia al tempo rápido y a una escritura vocal virtuosa en favor de una cinta melódica llena de saltos de tesitura y con un acompañamiento ostinato casi de marcha fúnebre que impacta psicológicamente en el público.

La reina Isabel I de Inglaterra protagoniza otra fascinante escena de locura donizettiana tras ajusticiar a su amante Roberto Devereux, condenar al suplicio a Sara, su dama favorita junto a su marido el duque de Nottingham, y abdicar la corona. Donizetti sabía perfectamente cómo se sentía alguien al perderlo todo cuando escribió esta música. En torno a esta composición, en el verano de 1837, había visto la muerte de sus padres, de sus dos hijos recién nacidos y de su esposa, Virginia. La soprano mantuana Eleonora Buratto coronó con esta cabaletta su brillante encarnación vocal y escénica de la verdadera protagonista de Roberto Devereux (un título que utilizó Donizetti para evitar confusiones entre el público napolitano del estreno con Elisabetta, regina d’Inghilterra, de Rossini).

Es el broche de oro a otra excelente temporada operística en Les Arts con Jesús Iglesias como director artístico. Y también la culminación del proyecto escénico de la trilogía de reinas Tudor de Donizetti (Anna Bolena, Maria Stuarda y Roberto Devereux), en las tres últimas temporadas, con Buratto como protagonista vocal, junto a la mezzosoprano Silvia Tro Santafé y el tenor Ismael Jordi, y la dirección escénica de Jetske Mijnssen. Lo primero que sorprende al levantarse el telón de esta producción, estrenada en la Ópera Nacional de los Países Bajos en abril de 2024, es la ambientación moderna y alejada de la atmósfera histórica de las otras dos producciones anteriores. La directora de escena neerlandesa ha reconocido que se trata de una forma de acercar al público actual una historia atemporal sobre la impotencia y el dolor sin renunciar a un ambientación elegante y realista. De hecho, ha comparado la escenografía de Ben Baur y el vestuario de Klaus Bruns con la serie The Crown.

La soprano Eleonora Buratto (en el centro) junto a los integrantes del Cor de la Generalitat Valenciana, durante el segundo acto de ‘Roberto Devereux’, el pasado 4 de junio en Valencia.

Mijnssen acerca Roberto Devereux al teatro de salón, tal como hizo el verano pasado en Múnich con Pelléas et Mélisande, de Debussy. Pero sin la misma intensidad en la dirección de actores y con un planteamiento visual bastante estático, a pesar de convertir el primer acto en los preparativos de un baile. Se toma alguna licencia dramatúrgica poco afortunada, como la aparición furtiva de Sara durante la cavatina de Nottingham, su marido, que desbarata la tensión de la siguiente escena de ella con Roberto, su verdadero amor. Tampoco es la primera propuesta escénica que actualiza esta ópera de Donizetti, pues ya lo hizo Christof Loy, en 2005, también en Múnich, y con mayor mordacidad teatral. No obstante, la propuesta de Mijnssen gana mucho en el breve segundo acto, cuando desaparece la habitación central y todo adquiere un ambiente más solemne y siniestro gracias a la iluminación de Cor van den Brink. Además, la vuelta en el tercer acto de la habitación central sin mobiliario subraya el cariz psicológico de la escena final.

Eleonora Buratto fue la indiscutible triunfadora de la producción con su temperamental y autoritaria Elisabetta, que nunca incurre en el exceso ni en la caricatura. Aparte de la mencionada escena final, que convirtió con sus vocalizaciones di forza en lo mejor de la noche, la soprano italiana brilló con poderoso legato, agudos y agilidades en el primer acto, pero también exhibió un admirable registro de pecho en el segundo. Silvia Tro Santafé no se quedó atrás en las efusiones líricas con destellos dramáticos de Sara. La mezzosoprano valenciana, que recogerá el Premio Ópera XXI a la mejor intérprete femenina la semana que viene en este teatro, brilló en su sortita All’afflitto è dolce il pianto con exquisita musicalidad y homogeneidad vocal, y prosiguió dominando sin fisuras la inmensa tesitura del personaje, que abarca desde la nota si por debajo del pentagrama hasta la misma nota por encima.

La soprano Eleonora Buratto (en el centro), el barítono Lodovico Filippo Ravizza (a la izquierda) y la ‘mezzosoprano’ Silvia Tro Santafé (a la derecha)  en la escena final de ‘Roberto  Devereux’, el pasado 4 de junio en el Palau de Les Arts.

Los protagonistas masculinos no estuvieron a la misma altura. Ismael Jordi fue un buen Roberto Devereux, impecable y valiente a nivel vocal, aunque sin hondura psicológica en un personaje heroico lleno de contradicciones, que engaña a su reina y traiciona a su mejor amigo con su esposa. El tenor jerezano elevó su escena en la cárcel de la Torre de Londres, que Donizetti introduce con tres triples y beethovenianos acordes de séptima disminuida, y especialmente la cabaletta Bagnato il sen di lagrime. Por el contrario, el joven barítono milanés Lodovico Filippo Ravizza, como duca di Nottingham, exhibió un canto algo monótono en el primer acto que mejoró en el duettino con Elisabetta del segundo, aunque no logró encarnar el antecedente que quería Donizetti de lo que será el barítono verdiano. Entre los secundarios del Centre de Perfeccionament, destacó el bajo-barítono georgiano Irakli Pkhaladze como Gualtiero Raleigh.

El director romano Francesco Lanzillotta fue un excelente apoyo desde el foso para los cantantes y el coro, aunque no explotó los exquisitos detalles orquestales de esta partitura de Donizetti, que recuerdan a Beethoven y Berlioz. Un ejemplo de ello lo encontramos en la sinfonía inicial que Donizetti escribió en junio de 1838 para París, con esa anacrónica cita de God Save the Queen, pero donde el jadeante fugato de la cuerda sonó excesivamente lento. Esa preferencia por la claridad y la lentitud fue un lastre dramático en muchos momentos, junto a la falta de imaginación para elevar detalles instrumentales, como el uso de la madera en la exquisita introducción a la escena final del primer acto entre Sara y Roberto. En todo caso, su dirección no desmereció la brillante actuación de la Orquestra de la Comunitat Valenciana y del Cor de la Generalitat Valenciana.

Roberto Devereux

Música: de Gaetano Donizetti. Libreto:  Salvatore Cammarano basado en la tragedia Elisabeth d'Angleterre, de François Ancelot.

Reparto: Eleonora Buratto, soprano (Elisabetta); Lodovico Filippo Ravizza, barítono (Lord duca di Nottingham); Silvia Tro Santafé, mezzosoprano (Sara); Ismael Jordi, tenor (Roberto Devereux); Filipp Modestov, tenor (Lord Guglielmo Cecil); Irakli Pkhaladze, bajo-barítono (Sir Gualtiero Raleigh); Xavier Galán, barítono (Un paje); Lluís Martínez, bajobarítono (Un familiar de Notthingham).

Cor de la Generalitat Valenciana & Orquestra de la Comunitat Valenciana.

Dirección musical: Francesco Lanzillotta.

Dirección de escena: Jetske Mijnssen.

Palau de Les Arts, 11 de junio. Hasta el 18 de junio.

 

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Sobre la firma

Pablo L. Rodríguez
Zamorano residente en Zaragoza, es doctor en Historia del Arte y Musicología. Colabora en EL PAÍS como crítico de música clásica desde 2013. Tuvo un pasado como violinista, pero finalmente se decantó por la teoría. Desde 1999, es profesor del Máster en Musicología de la Universidad de La Rioja, donde también coordina el Doctorado en Humanidades.
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