Da igual lo que echen

En Navidad ocurren cosas extraordinarias. No son milagros del tipo Qué bello es vivir, sino cosas que no haces el resto del año. A muchos nos pasa cuando regresamos unos días a casa de la familia y entramos en una especie de paréntesis espacio-temporal en el que te comportas como si nunca te hubieras ido. Por ejemplo, duermes en tu habitación de adolescente, con tu cama de 90, nada de edredón nórdico, y puede que incluso uses el mismo pijama de entonces. Forma parte de ese pacto familiar que se basa en hacer como si en casa de tus padres no hubiera habido cambio de siglo. Creo que el hecho de que Anne Igartiburu siga dando las uvas después de 12 años responde a una lógica similar.

Este año me he dado cuenta de que muchas de esas situaciones tienen que ver con la televisión. Algo que solo hago esos días es sentarme con los demás después de cenar y ver lo que echen. Da igual que la película ya esté empezada. O que ya hayamos visto ese episodio de Castle. Si habitualmente no logro juntar la paciencia para ver el anuncio que salta antes de un vídeo de YouTube, en Navidad he aguantado el Volvemos en 7 minutos de manera estoica.

Y luego está la otra gran tradición que ha marcado a mi generación. Suele empezar con una frase de este estilo: “Hija, a ver si puedes resintonizar la TDT, que no se qué ha pasado que se han ido los canales”.

Este regreso al pasado, sin embargo, nos permite apreciar cuánto hemos avanzado. Como cuando viendo Pretty Woman te preguntas si es compatible que te guste este cuento de hadas de amor romántico y la lucha contra el heteropatriarcado. Mientras Telecinco emitía por vigesimoprimera vez la película que vieron en esta ocasión 2,4 millones de espectadores, en Twitter, donde ya era 2017, se gritaba #NiUnaMenos y se debatía sobre si #PedrocheEsSuya. Parece que algo sí que hemos cambiado.