Intimidad vigilada
Hay películas que aunque adquirieran tintes de "fantasía paranoica" sólo reflejan la realidad

Cuando hace 15 años Tony Scott dirigió Enemigo público le llamaron paranoico por asegurar que el control del Estado sobre el individuo a través de la agencia de seguridad NSA era tan absoluto que superaba los ensueños de la ciencia ficción. Hoy, tras el caso Snowden, se sabe que lo que contaba aquella película tenía visos de verdad. “Cuanta mas tecnología usas más te pueden controlar”, asegura en ella el personaje interpretado por Gene Hackman, actor que había dado vida 20 años antes en La conversación”, de Coppola, a un detective especializado en espiar a ciudadanos, que acaba siendo víctima de su propio sistema. “La única intimidad que nos queda son los pensamientos”, se dice en la película de Scott, lo que tampoco resulta cierto del todo ante La vida de los otros, que desveló el espionaje a ciudadanos practicado por la policía secreta en la Republica Democrática Alemana.
Le aseguraba Juan Antonio Bardem a un censor español que no debía preocuparse, ya que el cine no adelanta acontecimientos sino que va por detrás de ellos. “La revolución rusa se hizo antes que El acorazado Potemkin, y no al revés”, y tenía razón el director, como demuestran estas películas, que aunque adquirieran tintes de “fantasía paranoica” como se dijo de Enemigo público (en inglés era Enemigo del Estado, como ahora se califica a Snowden en la vida real), son tan sólo reflejo de algo de lo que ocurre. Lo curioso es que esta película también adelanta argumentos que hoy se esgrimen sobre cómo numerosas vidas americanas se salvan gracias a los sistemas de vigilancia, discutidos por un congresista que se opone a tal ley (“La seguridad nacional no es lo único que cuenta en este país”), y que por eso es asesinado. No se trata de que cuanto aparece en la pantalla haya que tomárselo en serio, faltaría más, pero sí de que merecería la pena revisar películas como las tres citadas, ahora que vuelven a estar de actualidad. “¿Quién controlará a los controladores que nos controlan?” es la pregunta final en la de Tony Scott, y la cuestión queda en el aire. Ahí seguimos.
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