El corazón del ultracuerpo
Lo mejor de la película es el buen gusto de Andrew Niccol para la puesta en escena

En The host, escrita entre la penúltima y la última entrega de la popular saga Crepúsculo, Stephenie Meyer aplica al imaginario de la ciencia-ficción paranoica, modalidad La invasión de los ultracuerpos, la misma estrategia que le permitió redefinir, al gusto de la cultura juvenil de la era del fotolog, los arquetipos de la tradicional literatura de horror: las perplejidades sentimentales de una adolescencia narcisista funcionan, así, como una suerte de acelerador de mitologías, vulnerable a la mirada irónica del lector o espectador que observa el fenómeno desde fuera. Aquí aparecen, no obstante, algunos interesantes toques de distinción: la protagonista tiene dos voces —la de la forma extraterrestre que la parasita y la de su latencia humana—, convirtiendo no ya el monólogo, sino el diálogo interior en motor de un personaje que lleva la otredad encima y, por tanto, no deja de lanzar preguntas problemáticas a ambos lados de su identidad escindida. También es peculiar la manera en que se plantea aquí el problema romántico: si en Crepúsculo se establecía una tensión de triángulo amoroso entre un vampiro, un licántropo y una humana; aquí bastan tres personajes para proponer un cuarteto irresoluble entre tres humanos y un parásito alienígena. Todo esto no salva a la propuesta de bordear ocasionalmente un kitsch sentimental, que se transforma en gratificante y excéntrica comedia involuntaria para el público ajeno al fenómeno fan.
THE HOST (LA HUÉSPED)
Dirección: Andrew Niccol.
Intérpretes: Saoirse Ronan, William Hurt, Diane Kruger, Max Irons, Jake Abel, Emily Browning.
Género: ciencia-ficción. EE UU, 2013.
Duración: 125 minutos.
A primera vista resulta algo desalentador ver al frente de esta adaptación a Andrew Niccol, cineasta que, con su guion para El show de Truman (1998) y su Gattaca (1997), parecía la gran esperanza blanca de una nueva ciencia-ficción adulta. Lo positivo de la elección es el buen gusto de Niccol para la puesta en escena y su capacidad para lograr imágenes tan poderosas como la del campo de trigo de interior o el falso firmamento formado por la luz de las luciérnagas. The host (La huésped) —que podría ser el comienzo de una trilogía editorial (e, inevitablemente, también cinematográfica)— parece más el esbozo de una mitología que su texto fundacional, pero el talento de Andrew Niccol —sin duda, digno de mejor causa— logra que su elegante envoltorio no parezca rutinario.
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