Guerras

Si Serrat y Sabina son capaces de llenar durante más de veinte fechas el Luna Park de Buenos Aires con un público de edades variadas que corean las canciones de ambos, deberíamos asumir que Argentina no queda tan lejos como los mapas aparentan. Esta semana Martín Caparrós respondió con contundencia al artículo de John Carlin a propósito de la guerra de Las Malvinas, y todo sin salir de los contornos de este periódico y sus blog. Lo que se escribe desde ambas orillas cuenta, buena noticia para quien no cree en fronteras.
Las conmemoraciones de los 30 años del enfrentamiento bélico, con las tintas cargadas en los discursos de Estado, nos recuerdan que cualquier conflicto es un goloso material para manipular la histeria colectiva, que no es más que la historia sometida a las pasiones primarias. Hoy las batallas adoptan formas más sutiles que aquella escabechina grotesca. Entre España y Argentina se ahonda el conflicto en torno a Repsol YPF, exigida por el gobierno de Cristina Kirchner en una escalada de condiciones y reproches que aprovechan, sin duda, nuestro estado de debilidad.
Un editorial de este periódico que acusaba al gobierno argentino de compensar sus problemas económicos a costa de ordeñar a la empresa energética, se convirtió en material para la pelea cada día más radicalizada entre oficialismo y oposición. Para el diario Página 12, el análisis español no asume que lo que va mal es la economía española y defiende a su gobierno con tanto ahínco que confirma una de las actitudes más representativas del kirchnerismo: la crítica a sus críticos y la oposición a su oposición.
En cambio en La Nación se reproducía el editorial de El País para redundar en los desmanes del gobierno. No está de más comprobar que el visceral enfrentamiento entre las dos versiones siempre opuestas también se reproduce en otros lugares y a las deprimentes dos españas le replican las dos argentinas o los dos estados unidos. Es una polarización repetida en cada rincón. Y así cada vez se nos presenta más oscura la cosa que se mira, sometida al tinte de los cristales a través de los cuales se nos permite mirarla. Es la guerra informativa, tan de nuestro tiempo. En la conclusión del lector reposa la única paz.
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