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Emergencia climática
Tribuna
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Decreto antiapagones: una pérdida de oportunidad vergonzosa hacia un sistema energético 100% renovable

Greenpeace lamenta que no saliera adelante el decreto para reformar el sistema eléctrico y pide recuperarlo, aunque propone algunas mejoras

Greenpeace Sagunto British Merchant

Reconozcámoslo: el rechazo esta semana en el Congreso del decreto antiapagones no es sólo un obstáculo más en la transición energética, es una pérdida de oportunidad vergonzosa, desalentadora y un síntoma de la lejanía actual de la clase política frente a las necesidades y preocupaciones reales de la ciudadanía, que asiste perpleja a un debate energético donde no parece haber soluciones ni esperanza posibles.

Pero ni esta falta de soluciones es cierta ni tampoco sirve de nada quedarnos de brazos cruzados esperando a que haya mejor suerte a la vuelta del verano. Por más carencias que tuviera el decreto, por mucho que siguiera dejando demasiado poder en manos del oligopolio energético, la propuesta tumbada el miércoles era un escalón necesario en el camino hacia un sistema energético 100% renovable.

Nadie niega que estemos ante un laberinto de decisiones difíciles con muchos grupos de interés enfrentados, al menos aparentemente. Decisiones que, según la correlación de fuerzas o las circunstancias, favorecen a unos sectores más que a otros. Pero necesitamos avanzar, adoptar decisiones contundentes y no perder de vista el objetivo común: descarbonizar nuestro sistema de la forma más eficiente y justa posible porque la crisis climática no espera y nos va la vida en actuar para evitar los peores escenarios.

Resulta inadmisible que los legítimos intereses políticos de unos y otros grupos impidan ver la necesidad de abordar profundas reformas del sistema energético, del que dependen servicios básicos para la ciudadanía, así como diseñar la estrategia para hacer frente al mayor reto existencial de nuestra era: el cambio climático. Es evidente que ni este ni cualquier otro decreto va a contener todas las piezas que esa profunda reforma necesitaría, pero ya que se ha abierto el debate sobre el alcance de los cambios que hacen falta, entremos en él, seamos valientes.

Descargada la rabia y la decepción con lo sucedido el miércoles, pongamos el foco en las soluciones. Porque existen y desde Greenpeace no dejamos de insistir en que el RDL daba pasos importantes para acercarnos a un sistema 100% renovable, descentralizado, justo y eficiente. Aquí damos algunas propuestas para recuperarlo, e incluso mejorarlo.

Pensamos que el primer paso para hacer posible un sistema basado en las renovables es la democratización de la energía. La norma que no se ha aprobado contenía medidas largamente esperadas de aceleración del impulso del autoconsumo y las comunidades energéticas. Sin embargo, aún somos herederos de un sistema energético del siglo XX donde un puñado de empresas lo poseían todo, desde las centrales térmicas a las redes de distribución, y con ello un gran poder.

El RDL carecía de medidas concretas para democratizar este poder poniendo coto al oligopolio, separando completamente a las empresas y grupos que realicen actividades energéticas reguladas y liberalizadas, ni tampoco se centraba en regular el abuso del uso especulativo de las centrales hidroeléctricas que tienen concesionadas estas empresas.

Otra asignatura pendiente de nuestro sistema eléctrico es el almacenamiento. Este decreto, en pos de un sistema más robusto y flexible, daba un impulso al despliegue de baterías de almacenamiento y a su hibridación con plantas fotovoltaicas. En este sentido, nos preocupa que, en paralelo, el Gobierno, con el mismo objetivo, esté diseñando un mercado de capacidad donde pretende permitir que participen las plantas eléctricas a gas sin límite de años, en lugar de beneficiar exclusivamente al almacenamiento (sean baterías o bombeos reversibles) y a las renovables flexibles (como la termosolar con almacenamiento térmico o las plantas renovables híbridas con baterías).

Por último, las otras dos claves que faltaban en el RDL para conseguir un sistema justo que nos dé la energía que necesitamos son las componentes de inteligencia y eficiencia: es urgente minimizar los impactos sobre la biodiversidad y el territorio, pues recordemos que cada unidad de energía malgastada supone daños sobre los ecosistemas que se podrían haber evitado, tanto en ocupación de territorio como en minería, en residuos radiactivos y, sobre todo, en emisiones causantes del cambio climático.

Propuestas de mejora

Es fundamental emplear la energía como el bien escaso que es. Algunas propuestas que mejorarían el RDL en esta línea pasan por estandarizar la carga bidireccional para vehículos eléctricos que minimicen la necesidad de baterías fijas, regularizar la agregación de demanda (que permita poder cobrar por dejar de consumir en picos de demanda) o acelerar las interconexiones internacionales que optimicen la instalación renovable a nivel europeo (un ejemplo sería compartir nuestro excedente de energía solar en verano y beneficiarnos del ventoso invierno en el mar del Norte).

Debemos exigir a nuestros representantes políticos que velen por el interés general de la sociedad y que no sucumban a la presión que tratan de ejercer las grandes corporaciones energéticas. La ciencia nos dice alto y claro que estamos ante el abismo climático, se nos acaba el presupuesto de carbono sin que nadie haya siquiera establecido las reglas sobre cómo se ha de cuantificar, usar o repartir, y las consecuencias de haber antepuesto intereses económicos particulares a la lucha contra el cambio climático ya las estamos sufriendo.

Danas como la de Valencia van a ser la norma si no asumimos que frenar el cambio climático tiene que ser condición necesaria para el resto de políticas. Necesitamos un consenso político amplio que permita aprobar normativa valiente que transforme nuestro sistema energético, mayoritariamente fósil y en manos de unos pocos, en uno limpio, renovable, transparente, descentralizado, interconectado, eficiente e inteligente.

Debatamos sobre lo importante y sigamos subiendo escalones hacia un acceso a servicios energéticos renovables, seguros y suficientes que nos permitan una vida digna. Y mientras, no paralicemos las reformas necesarias que, pese a sus luces y sombras, nos permiten estar cada día más cerca de la transición energética que nos pertenece por derecho.

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