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La montaña que se tragó un pueblo en Suiza: “Eran nueve millones de toneladas de piedras, demasiado para el glaciar”

El glaciólogo Olivier Gagliardini asegura que, si bien es pronto para saber si el cambio climático estuvo tras esta avalancha, el calentamiento sí contribuye a desestabilizar las montañas

Vista aérea del pueblo suizo de Blatten un día después de la avalancha masiva provocada por el colapso del glaciar Birch.
Clemente Álvarez

Unos días antes de que el derrumbe del glaciar Birch engulliera en cuestión de segundos gran parte del pueblo de Blatten (de 300 habitantes) en los Alpes suizos el pasado 28 de mayo, el equipo del glaciólogo Olivier Gagliardini, profesor de la Universidad Grenoble Alpes, en Francia, fue consultado por sus colegas suizos si pensaban que la montaña aguantaría. “Esto fue el lunes y la respuesta fue que el glaciar iba a colapsar. No nos equivocamos mucho, colapsó el miércoles”, cuenta en una entrevista vía telefónica este científico. Esta era una catástrofe esperada y por eso se evacuó con tiempo la localidad. Sin embargo, Gagliardini asegura que desde la brutal avalancha todavía no se habla de otra cosa en su equipo de investigación, pues considera que este ha sido “un fenómeno excepcional en Europa”.

Como explica este especialista en glaciares de los Alpes, ”estas catástrofes son fenómenos en cascada". En el caso de esta avalancha, el pico del Petit Nesthorn se había ido derrumbando lentamente, habiendo empezado hace varias décadas. “En esta montaña, había una tendencia a desprendimientos regulares de rocas y se habían acelerado en los días previos al desastre. La caída era casi continua y todas esas piedras se acumularon sobre el glaciar, hasta que ya no pudo soportarlas y se produjo la enorme avalancha”. El profesor da algunas cifras: “El volumen era parecido, tres millones de metros cúbicos de piedras, sobre tres millones de metros cúbicos de hielo del glaciar. Pero las piedras pesan tres veces más que el hielo. Esto eran nueve millones de toneladas de piedras por tres millones de toneladas de hielo, demasiado para el glaciar”, sentencia.

¿Hasta qué punto está relacionada esta catástrofe con el calentamiento del planeta? Para el glaciólogo, no es fácil establecer el vínculo entre este evento y el aumento de las temperaturas, aunque tampoco tiene duda de que el cambio climático está afectando a la estabilidad de las cumbres. En la catástrofe del Petit Nesthorn ha tenido mucha importancia la geología, pues esta montaña es bastante heterogénea y ha sufrido derrumbes de rocas durante años. No todo es por el calentamiento: “Las montañas siempre se han derrumbado a lo largo de los siglos y milenios de la geología, por la erosión y la alternancia de helada”, incide Gagliardini. “Aun así, esto no quita que el cambio climático también esté contribuyendo a acelerar estos fenómenos, especialmente, en las laderas con permafrost de pared, con una mezcla de guijarros y hielo”. Como incide el profesor, “todavía es demasiado pronto para responder a esta pregunta, pero, claramente, el calentamiento global está acelerando todo”.

Recientemente, la Organización Meteorológica Mundial alertó de que el rápido deshielo de los glaciares corre el riesgo de desatar “una avalancha de impactos en cascada sobre las economías, los ecosistemas y las comunidades, no solo en las regiones montañosas, sino a nivel mundial”. Aparte de las inundaciones, la pérdida de reservas de agua o la subida del nivel del mar, otro de los efectos del derretimiento del hielo es el aumento de la inestabilidad de las montañas. “Los glaciares, al derretirse, descomprimen las paredes circundantes, lo que puede contribuir a la desestabilización de las laderas, especialmente si se trata de montañas poco sólidas”, comenta Gagliardini. “Cuando un glaciar retrocede, las montañas se descomprimen porque se les quita ese peso, y de repente, pueden desestabilizarse”.

Olivier Gagliardini, profesor de la Universidad Grenoble Alpes, en una imagen cedida.

“Los científicos que nos ocupamos de esto no hablamos de otra cosa desde hace una semana”, cuenta el profesor de la Universidad Grenoble Alpes. “Esto es excepcional en Europa, no hay muchos ejemplos de glaciares que acaben con un pueblo”, afirma. No obstante, también avisa que esto no significa que no vaya a volver a ocurrir. De hecho, a una escala menor, en junio del año pasado, un torrente de barro y rocas acabó con una emblemática aldea de los Alpes frances, la Bérarde, en el macizo des Écrins. “Esto puede repetirse en otros lugares”, alerta.

Por lo general, se suele incidir en el especial impacto que tendrá el deshielo de los glaciares para el continente asiático, por la escala de las masas heladas y la enorme cantidad de población en las montañas y las costas (afectadas por la subida del mar). En el caso de los derrumbes como los del glaciar Birch en Suiza, Gagliardini incide sobre el peligro en esta cordillera europea. “Para que haya peligro debe haber un fenómeno en la montaña, como la caída de un glaciar, un desprendimiento de rocas o el vaciado de un lago, y a la vez algo en juego en el valle; es decir, viviendas, infraestructuras, carreteras, vías férreas, habitantes…”, comenta el glaciólogo. “En los Alpes los glaciares son más pequeños que en los Andes o el Himalaya, pero a menudo lo que está en juego se encuentra más cerca, pues hay menos distancia en la cordillera con las personas que viven en los valles. El riesgo no es necesariamente menor en los Alpes, aunque en estas otras montañas los eventos puedan ser de una escala mayor”. Asimismo, en estas cordilleras también resulta más difícil de prevenir estos desastres. Como destaca Gagliardini, “nuestros colegas de los Andes y del Himalaya tienen muchos más glaciares que monitorear, en territorios mucho más grandes, con medios de acceso mucho más complicados, por lo que es mucho más difícil hacer prevención”.

Aunque gran parte de Blatten ha quedado destruido, en este caso la emergencia se gestionó bien y el pueblo fue evacuado con varios días de antelación, evitando que se produjeran víctimas. Lo sucedido en Suiza se está poniendo como ejemplo de buena preparación o adaptación a los riesgos que pueden venir por el deshielo en las montañas. A este respecto, para el profesor de la Universidad Grenoble Alpes, “hay que identificar cuáles son los glaciares a vigilar para evitar estas catástrofes”. En su opinión, “la única solución con el glaciar de Birch era evacuar el pueblo”.

Un trabajo internacional publicado en febrero en Nature, en el que participaron 35 grupos de investigación diferentes, estimó que los glaciares del mundo pierden desde el año 2000 unos 273.000 millones de toneladas de hielo anuales de media, el equivalente a tres piscinas olímpicas por segundo. Aunque también en los Alpes algunas zonas se han comenzado a tapar con enormes lonas blancas para proteger las masas heladas, para este glaciólogo la única solución para no perderlos es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. “No nos engañemos, cubrirlos con lonas blancas causa más daño que beneficio, pues supone generar más emisiones para fabricar estos materiales. Este tipo de medidas solo se pueden utilizar ocasionalmente en algunas estaciones de esquí para mantener la nieve un poco más de tiempo”, afirma Gagliardini, que recuerda que este el Año Internacional de la Preservación de los Glaciares. “Seamos claros, solo hay una solución: acabar con las emisiones”.

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.
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