Una hormiga parásita altera la mente de las obreras para que maten a su madre y convertirse en la nueva soberana
El equipo de investigadores descubrió que la reina invasora, al engañar a las hijas con una sustancia química, desencadena el matricidio dentro del nido

Los atajos hacia el poder mediante el engaño son un viejo conocido de la historia humana, desde intrigas sembradas hasta guerras por el trono. En la naturaleza, sin embargo, este fenómeno es poco común. Aun así, un equipo de investigadores de la Universidad de Kyushu, en Japón, ha documentado un caso particular en una comunidad de hormigas. El estudio, que se publica este lunes en la revista Current Biology, revela una nueva forma de manipulación social: una reina parásita, ajena al nido, desencadena el matricidio al conseguir que las obreras despedacen a su propia madre y acepten a la extraña como nueva soberana.
Según detallan los autores, la intrusa lo logra mediante un compuesto químico de fuerte olor que rocía sobre la reina residente. Este proceso se puede llegar a repetir unas 15 veces durante las 20 primeras horas tras el rociado inicial. Una vez impregnado este compuesto, las obreras dejan de reconocerla como madre y la perciben como una amenaza. El resultado es un ataque feroz que termina con su muerte al cabo de unos días.
El biólogo japonés Keizo Takasuka, autor principal del estudio, detalla que el fluido que rocía la reina parásita contiene ácido fórmico. Explica que las especies implicadas (reinas recién apareadas de Lasius orientalis y L. umbratus) utilizan este compuesto como mecanismo de defensa y para atacar a depredadores y presas. “Mi hipótesis es que la responsabilidad del matricidio recae en el ácido fórmico”, comenta.
Mecanismo biológico
Este ácido se almacena en una glándula venenosa. Al rociarlo, su efecto es inmediato y las obreras perciben algo malo en su madre. “La reina cambia abruptamente para sus hijas y sienten que deben matarla”, detalla Takasuka.
Se trata de un caso extremo de interferencia química en las señales que sostienen la unión del nido: una vez dentro, la intrusa se acerca con cautela a la reina residente y, en cuestión de segundos, la rocía varias veces con el fluido expulsado desde el abdomen, específicamente desde el acidoporo, una estructura en forma de orificio. Con solo este estímulo, se quiebran las señales olfativas que mantienen el orden social dentro del nido.
Para la bióloga Sílvia Abril, profesora de Zoología de la Universidad de Girona y experta que no participó en la investigación, aunque se trata de un caso excepcional, se condice con la naturaleza de estos insectos. Al permanecer gran parte de su vida bajo tierra, la comunicación entre hormigas es principalmente química: “Toda su estructura social está a oscuras, entonces su comunicación es principalmente química”.
Las obreras detectan si un individuo es aliado o enemigo a través de los sentidos. La experta considera que el hallazgo revela una interferencia directa en ese mecanismo de reconocimiento. “Probablemente están manipulando el sistema de comunicación entre las obreras y las reinas, de modo que las obreras ya no pueden identificar a ese individuo como su reina o su madre”, explica. “La interpretan como un enemigo y por eso la atacan, sin saber que están eliminando a su reina”.
Un matricidio nunca antes visto
Tras la muerte de la reina original, la intrusa toma su lugar. Las obreras, huérfanas y desorientadas por el cambio químico, aceptan a la parásita como si fuera su propia madre y comienzan a atenderla ―a ella y a sus crías―. La hormiga parásita recibe cuidados, pone sus huevos y levanta con ellos una nueva colonia.
Abril subraya que lo realmente llamativo del estudio es que la reina parásita no mata directamente a la soberana del nido, como ocurre habitualmente. “Normalmente, las reinas parásitas que entran en una colonia para apropiársela eliminan ellas mismas a la reina”, señala. “Que manipulen a las obreras del nido para que sean ellas las que ejecuten a la reina me parece muy sorprendente y es lo que más destacaría de este estudio”.
La especialista considera, además, que este tipo de manipulación podría no ser un caso aislado. La dificultad de registrar estos comportamientos dentro de los nidos hace que muchos episodios pasen desapercibidos. “Yo pienso que puede ser que se den en más ocasiones”, afirma. “Quizás a lo largo de los años encontremos más casos parecidos, porque la manipulación del comportamiento en las hormigas no es tan rara”, apunta esta bióloga.
Duelo de reinas
Existen precedentes dentro de una misma especie, como en la hormiga de fuego, donde las reinas manipulan a las obreras para eliminar a otras reinas rivales. En esos casos, explica Abril, se trata de colonias con múltiples reinas en las que la competencia interna puede desencadenar ejecuciones inducidas mediante feromonas. “La manipulación a través de productos químicos no es tan excepcional dentro del mundo de las hormigas”, sostiene Abril. “Lo que sí es excepcional en este caso es que se produzca dentro del mundo del parasitismo social”, sentencia.
De acuerdo con el estudio, el matricidio es un comportamiento raro en la naturaleza. Por el contrario, la importancia del cuidado materno es clave y matar a la progenitora no resulta ventajoso. Los casos documentados, que son limitados, tienen como protagonistas a invertebrados terrestres y siguen dos patrones: la matrifagia voluntaria, en la que la madre ofrece su propio cuerpo como alimento a sus crías; y el matricidio inducido por las obreras, como en los abejorros y las avispas, cuando producir machos puede ser más beneficioso para las trabajadoras que mantener a la reina viva.
En el mundo de las hormigas existen también situaciones en las que la eliminación de reinas ocurre sin intervención de parásitos. Como en la regulación del número de reinas en las colonias fundadas por varias hembras —un proceso conocido como pleometrosis—, donde las jóvenes reinas compiten entre sí.
Para Abril, el hecho de que el ácido fórmico, un compuesto destinado a la defensa, haya evolucionado hasta convertirse en un mecanismo capaz de alterar el reconocimiento social “es un cambio muy interesante a nivel evolutivo”. Pero deja una gran incógnita: explicar qué lo hizo posible.
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