Desollados, descuartizados y comidos por las tribus rivales: hallados restos de canibalismo en Atapuerca hace 5.500 años
Pobladores neolíticos de una cueva de la sierra burgalesa cocinaron y devoraron a los miembros de un grupo rival


Un grupo de arqueólogos ha descubierto centenares de restos humanos de hace más de 5.000 años en una cueva de la ladera sur de Atapuerca (Burgos). No tendría nada de extraño, siendo la sierra burgalesa el yacimiento europeo más importante para el estudio de la prehistoria humana. Pero en este caso las osamentas presentan signos de “modificaciones antropogénicas”, como las llaman sus descubridores. Estos cambios no son otra cosa que marcas de que fueron descuartizados, desollados, eviscerados, asados y/o cocidos y comidos. Este evento de canibalismo, detallado como si fuera un informe forense en la revista Scientific Reports, no se debió, según sus autores, al hambre ni a un acto ritual de apropiarse de la esencia del devorado, sino que se trató de un acto de violencia contra un grupo vecino rival buscando su “eliminación metafísica”, en palabras de uno los científicos.
“Durante toda la prehistoria lo que encontramos son profesionales de la carnicería”, dice la investigadora del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES-CERCA) y primera autora de la investigación, Palmira Saladié. “En este caso procesan los seres humanos igual que procesan los animales y los procesan intensivamente y los consumen de forma intensiva también”, añade.
El hallazgo lo realizaron en el curso de las excavaciones de una parte de la cueva El Mirador, usada durante milenios como redil para rebaños de cabras y ovejas. Curiosamente, dejó de utilizarse para tal fin poco después de este acto de canibalismo. De los más de 600 huesos que encontraron, al menos 239 tenían más de una de aquellas modificaciones antropogénicas. Juntar los distintos huesos para saber a cuántos se comieron y cuándo se los comieron no fue fácil. De forma periódica, los pastores debieron de remover el estiércol y quemarlo, removiendo con ello los restos humanos. Aun así, pudieron recomponer once cuerpos. De nueve de ellos estimaron hasta la edad aproximada a la que murieron. La mitad eran jóvenes o niños, mientras que el resto serían adultos.
Mediante la técnica del carbono-14 también pudieron saber cuándo se los comieron. Fue hace entre 5.709 y 5.573 años. A pesar del abanico temporal y a pesar de que los huesos estaban esparcidos por la cueva, “se trató de un único evento y además en un periodo muy breve en el tiempo, probablemente unos pocos días”, mantiene Saladié, cuyo equipo se ha especializado en la arqueología del canibalismo.

La mayoría de los huesos (222) mostraban signos de haber sido quemados (ver imagen arriba). Los investigadores aclaran que muchos de ellos pudieron coger ese tono tostado durante la quema del estiércol. Por eso buscaron otras marcas concomitantes, como cortes en los huesos hechos con herramientas de piedra (aún quedaban siglos para la edad de los metales) u otras marcas. Y no buscaban cualquier corte en el hueso, sino signos de haber pasado por las manos de un experimentado carnicero, como su eviscerado o desollado.
Antonio Rodríguez, investigador ahora del Instituto de Arqueología de Mérida (IAM, CSIC-Junta de Extremadura) y coautor del estestudio, una clase de ciencia forense aplicada al canibalismo: “Las herramientas de piedra o las metálicas, en este caso del Neolítico solo tenemos de piedra, generan unas marcas muy características cuando tocan hueso. Desde el punto de vista microscópico tienen una serie de detalles que la diferencia de otro tipo de marcas”.
También es clave dónde se produce el corte. “Por ejemplo, las de evisceración siempre son marcas de cortes en la cara interior de las costillas, porque es donde están las vísceras, tanto las superiores (los pulmones, el corazón), como las inferiores”, cuenta Rodríguez, que cuando realizaron este estudio investigaba en el IPHES. “Sin embargo, si encontramos marcas en la cara exterior de las costillas y, sobre todo, en la parte proximal, hacia las vértebras torácicas, en la espalda, eso significa que han sacado el músculo que se corresponde con el lomo, con lo que serían los lomos”, detalla el arqueólogo.
El trabajo afina aún más, obteniendo mucha información de los dos procesos siguientes, el cocinado y, por fin, la comida. Además de los asados, el estado de muchos huesos indica que algunas partes fueron cocidas. “Lo que hace el cocinado es acelerar el proceso que después se produciría de forma natural de pérdida de materia orgánica, sobre todo de colágeno y agua”, recuerda Saladié. Esto provoca que los huesos sean más cristalinos, más transparentes y con la superficie más pulida. “Aunque es algo subjetivo, cuando todo el conjunto tiene las mismas pautas, te permite relacionarlo con el cocinado”, añade.

Por último, en muchos de los huesos observaron dentelladas, marcas de dientes humanos. Otros, los más pequeños, como los de las manos, habían sido masticados o partidos, como si fueran de pollo o conejo. Y varios de los más planos y alargados mostraban signos de haber sido flexionados hasta partirse. “Es una modificación muy característica de la actividad humana, porque necesitas normalmente las dos manos. Se genera ese pelado que se parece al que se produce cuando se rompe una rama”, cuenta Rodríguez.
Gracias a la particular ratio de dos isótopos (versiones de un mismo elemento químico) de estroncio, los investigadores pudieron determinar que los canibalizados eran vecinos de los caníbales y que no habían venido de fuera. Lo explica Saladié: “El estroncio deja señales claras a través de los alimentos que consumimos, sobre todo el agua, en el hueso y los dientes que nos permiten crear mapas de estroncio a nivel mundial y relacionar un individuo con su origen”.
Sabiendo tanto de los comidos, Saladié y sus colegas apenas saben nada de los que se los comieron. Esto lo explica de nuevo Rodríguez: “Esto es lo más común, lo que solemos encontrar cuando estamos ante conjuntos con canibalismo es a los canibalizados. Pero las evidencias de quienes son los comensales son mucho más difíciles de interpretar, porque lo que hallamos básicamente es la basura doméstica. Y si entre ella lo que hay son restos de otras personas que te has comido, pues encuentras a los comidos, pero no sabemos exactamente quién son los comensales”.
Tampoco saben por qué se los comieron. Aquí reconocen que entran en el terreno de la especulación, aunque apoyada en elementos convincentes, como la etnografía comparada. Partiendo de que el canibalismo es una práctica casi tan antigua como el propio género Homo, se los podrían haber comido por hambre. Como recuerda el caso de los jugadores de rugby uruguayos de Viven, en determinadas ocasiones los humanos se comen a otros humanos por necesidad. Pero los autores del descubrimiento usaron indicadores ambientales, como el análisis de maderas y polen, para descartar que, a pesar la región se estaba arideciendo en aquellos tiempos, se caracterizaba por un clima y vegetación mediterránea idóneos para la ganadería y la incipiente agricultura.
Otra posibilidad es que se tratara de un canibalismo ritual, de esos en los que los comensales se comen a otro, en general parientes (endocanibalismo), como medio para hacerse con sus poderes, habilidades, alma... Pero estos casos suelen darse en el contexto de una tradición cultural, con eventos que se sucederían en el tiempo y no aislados como este.
“Esto no era una tradición funeraria ni una respuesta a una hambruna extrema”, explica Francesc Marginedas, también del IPHES, en una nota de prensa. “Las pruebas apuntan a un episodio violento, dada la rapidez con la que se desarrolló, posiblemente resultado de un conflicto entre comunidades agrícolas vecinas”, añade. De hecho, los autores vinculan el evento con otros casos de violencia extrema que sea en otros lugares de Europa por la misma época. Rodríguez, su colega del IAM, añade una dicotomía que se da en este tipo de canibalismo: Por un lado, está “la eliminación física del enemigo, que se consigue matándolo y la eliminación metafísica del enemigo, que se consigue consumiéndolo porque se lo reduce a heces; pero a veces también está la absorción de las características de ese enemigo”.
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