Estos diminutos gusanos forman ‘torres vivientes’ y se convierten en un ‘superorganismo’ para sobrevivir
Un equipo de científicos que estudia a los nematodos ha registrado un comportamiento inusual que nunca antes se había visto de forma natural

Miden apenas un milímetro de largo, pero unidos se transforman en un superorganismo. Los nematodos son los animales más abundantes del planeta y tienen una de las capacidades más raras del mundo natural: saben trepar unos sobre otros hasta que sus cuerpos forman una torre viviente. Si el alimento comienza a escasear o la competencia por él se vuelve feroz, estos diminutos gusanos se agrupan en decenas o hasta miles de individuos para alcanzar y conquistar nuevos espacios.
Hasta ahora, estas agregaciones eran casi mitológicas. Solo se habían observado en entornos de laboratorio muy controlados y no de forma espontánea. Pero investigadores en Constanza, Alemania, han registrado imágenes de gusanos del género Caenorhabditis que se elevan sobre manzanas y peras caídas en huertos locales. El equipo del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y la Universidad de Constanza combinó trabajo de campo con experimentos de laboratorio para proporcionar la primera evidencia directa de que el comportamiento de elevarse en torres vivientes ocurre de forma natural y funciona como un medio de transporte colectivo para los gusanos nematodos. El hallazgo se publicó este jueves en la revista Current Biology.
Serena Ding, investigadora del Max Planck y autora principal del estudio, explica que la nicitación —el comportamiento en el que el gusano se pone en posición vertical, se sostiene sobre su cola y mueve su cuerpo en el aire como si estuviera haciendo señas de autostop— ya había sido estudiada por otros grupos de investigación. Sin embargo, su última indagación aborda el aspecto colectivo de la dispersión, evidenciando que los gusanos también se agrupan para adherirse a moscas de la fruta u otros insectos y así “viajar” sobre ellos. Ding ya había notado que este comportamiento ocurría espontáneamente en sus cultivos de laboratorio cuando dejaba placas con nematodos sin supervisión. “Estas placas a menudo desarrollaban contaminación fúngica u otras estructuras más complejas que los gusanos hambrientos usaban como andamios para trepar”, explica.
Luego, llegó un vídeo que lo cambió todo. Ryan Greenway, coautor del estudio, envió a Ding una grabación de un grupo de nematodos formando puentes entre la fruta podrida de un huerto cercano a la universidad. “Durante mucho tiempo, las torres de gusanos naturales existieron solo en nuestra imaginación”, recuerda la experta. “Pero con el equipo adecuado y mucha curiosidad, los encontramos escondidos a plena vista”, añade.

Aquella no fue la única sorpresa. Tradicionalmente, la ciencia había vinculado la nicitación con una etapa muy concreta en la vida de los nematodos: la etapa dauer. Se lo llama así a un estadio larval “alternativo” que los gusanos adoptan para sobrevivir en condiciones adversas. “Nuestras observaciones revelaron que gusanos de todas las edades pueden formar torres, lo que sugiere que podría estar involucrado un mecanismo molecular distinto al que creíamos”, detalla la autora.
Cooperación o trampa mortal
Una torre de nematodos no es solo un montón de gusanos. Es una estructura coordinada que muestra cierta direccionalidad durante su formación, especialmente cuando perciben la presencia de potenciales medios de transporte masivos. “Por ejemplo”, apunta Ding, “cuando tocamos las torres con una aguja, los gusanos tienden a moverse más y arrastrarse hacia esa señal”. Es decir, son sensibles al tacto. También suelen alinearse dentro de la torre, con las cabezas apuntando hacia la dirección en la que se quieren mover, lo que alude un grado de coordinación insólito para un animal tan pequeño.

Al colocarlos en agar —una sustancia gelatinosa que se utiliza como medio de cultivo en microbiología— sin alimento y con una cerda de cepillo de dientes haciendo las veces de poste, los gusanos hambrientos comenzaron a autoensamblarse. En dos horas, emergieron torres vivientes que se mantuvieron estables durante más de 12 horas y fueron capaces de extender sus brazos exploratorios hacia los alrededores. Algunos incluso formaron puentes a través de ciertos huecos para alcanzar nuevas superficies.
“Sospechamos que además del tacto, la detección de olores en los nematodos podría jugar un papel importante”, detalla Ding. Y agrega: “Las señales químicas podrían ayudar a los gusanos a localizar recursos o vectores, mejorando la eficacia de la dispersión colectiva”.
Si se comparan con otros sistemas de transporte colectivos en animales —como los bancos de peces o las bandadas de aves— las torres de gusanos son algo diferentes. “Hay un solapamiento físico muy fuerte entre los individuos y muy poca coordinación a larga distancia”, detalla la experta. Además, a pesar de la complejidad arquitectónica de estas estructuras, los gusanos en su interior no mostraron una diferenciación obvia de roles, lo que insinúa una forma de cooperación igualitaria. “Estamos explorando si existe división del trabajo —lo que sugeriría cooperación— o trampas sociales —lo que sería una competencia entre los individuos— en la formación de torres, ya que solo algunos individuos del grupo logran dispersarse con éxito”.
El nuevo estudio abre un nuevo camino para explorar cómo y por qué los animales se mueven juntos. Además, al tener cuerpos viscosos y sin extremidades, la formación de estructuras altas en gusanos es bastante notable. Si los científicos logran comprender cómo estos organismos no adherentes construyen y mantienen torres, podría inspirar nuevas ideas en mecánica e ingeniería de materiales. “Aunque aún es temprano, esto podría tener aplicaciones en el diseño de robótica blanda, materiales bioinspirados, o en la comprensión de la mecánica colectiva en otros sistemas biológicos o tecnológicos”, aventura Ding.
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