Monos capuchinos adolescentes secuestran a las crías de otra especie por ‘aburrimiento’
La conducta, que acaba con la muerte de los pequeños, fue iniciada por un joven primate e imitada por otros

Un grupo de adolescentes, mucho tiempo libre y escaso control por parte de los mayores. De ahí puede surgir algo grande, pero también son los ingredientes de una serie de acontecimientos trágicos sucedidos en el paraíso. En la isla de Jicarón (Panamá), dentro del Parque Nacional Coiba, una decena de pequeños fueron arrancados de las manos de sus madres, muriendo días después entre la desidia y la curiosidad de sus captores. La conducta observada entre un grupo de monos capuchinos de cara blanca (Cebus capucinus imitator) es algo extraordinario: los secuestrados eran crías de otra especie, monos aulladores panameños (Alouatta palliata coibensis). Parecería una travesura adolescente si no fuera porque todos los secuestrados murieron a los pocos días. Las autoras de este descubrimiento solo encuentran una explicación a una conducta sin beneficios evidentes ni sentido biológico: algo muy parecido al aburrimiento.
El infanticidio no es raro en el mundo animal. Pero por duro que parezca a ojos humanos, tiene su sentido. Las hienas matan a las crías de los leones y estos matan a las de las primeras porque compiten por los mismos recursos y algún día crecerían. Entre los chimpancés, la cría de una hembra puede ser asesinada por el macho dominante si se interpone en su deseo de copular. Son comportamientos que entran dentro de una lógica evolutiva. Pero esto que han descubierto en Jicarón no encaja. Se conocen casos de rapto, como sucede entre los babuinos, que lo hacen como medio para rebajar la violencia contra el raptor, pero el secuestro de crías entre especies es increíblemente raro.
“Por casualidad, me topé con un avistamiento en abril [de 2022] de la cría de aullador número 2″, dice la investigadora del Instituto Max Planck de Conducta Animal (Alemania), Zoë Goldsborough. Desde hace años, hay un centro de investigación de las dos especies de monos en Jicarón. La isla, a 55 kilómetros de la costa panameña del Pacífico, se ha convertido en un gran experimento natural. Deshabitada, la orografía no se lo pone fácil a los científicos, así que tuvieron que desplegar casi un centenar de cámaras con sensores de movimiento. En el vídeo, se observa a un joven capuchino al que llaman Joker llevando al pequeño aullador, de unas semanas, a su espalda. Goldsborough se lo contó a la supervisora de su tesis y, escépticas, decidieron revisar todas las grabaciones de todas las cámaras desde que se inició su despliegue, en 2017. “Cuando investigamos los datos, reconstruimos la línea de tiempo y encontramos también los avistamientos anteriores”, añade. Es entonces cuando descubren cuándo emergió esta nueva conducta, el 26 de enero de aquel año. En los años previos no encuentran nada. Así que están convencidos de que es entonces y es Joker cuándo y quién pone en marcha tal comportamiento.
Al repasar para adelante no encuentran más capuchinos adolescentes portando a crías de aullador ni en la primavera ni en el verano siguientes. Llegaron a pensar que había sido un evento aislado. Pero a finales de septiembre las cámaras vuelven a grabar a un capuchino con un pequeño de la otra especie. Y en octubre, y en diciembre, y en marzo del año siguiente… Hasta julio de 2023, varios de los capuchinos del grupo de Joker portaron hasta una decena de crías de aullador. Las investigadoras estaban desconcertadas. Aunque conocían de algún que otro caso de adopción entre ambas especies, las adoptantes siempre habían sido hembras adultas, no un grupo de jóvenes machos. Pidieron la opinión de una experta en monos aulladores que les confirmó que las llamadas de los pequeños eran de socorro. En los vídeos también se oye a sus madres respondiendo. Pero en todos los casos en que sus vástagos intentaron irse, fueron recapturados por los capuchinos, llegando a castigarlos con golpes y mordiscos. Así que estaban ante secuestros.

Estos jóvenes capuchinos secuestradores pertenecen a un grupo que se hizo famoso hace unos años. Aunque se había descubierto que varias especies continentales de capuchinos robustos (del género Sapajus) continentales usaban herramientas para conseguir comida, entre las especies más pequeñas (del género Cebus, como los de la isla Jicarón) nunca se había visto algo así. Pero en 2018, se publicó un trabajo que atestiguaba como los monos de la isla usaban piedras de grandes dimensiones para romper frutos de un árbol llamado almendro de los trópicos, cangrejos ermitaños o conchas marinas. Para los autores de este trabajo (publicado en Current Biology), ambas conductas, el secuestro y la utilización de herramientas, podrían estar relacionadas.
“Documentamos el primer caso de uso de herramientas de piedra como martillo y yunque en el género Cebus”, recuerda Brendan J. Barret, también del Instituto Max Planck de Conducta Animal y codirector de la tesis de Goldsborough. El descubrimiento suponía añadir este cuarto grupo a los primates con la cognición necesaria para estas conductas. Entre ellos ya estaban los grandes simios (incluidos los humanos), los macacos y los capuchinos robustos de América del Sur, de los cuales los primeros divergieron hace unos seis millones de años. “Estudiar cómo estos capuchinos se comparan con los continentales puede darnos una gran comprensión de cómo la ecología de las islas afecta el comportamiento social, la transmisión cultural y la adaptación a los ecosistemas desafiantes”, añade.
Sobre lo que hay detrás de la conducta de Joker y sus compañeros de grupo, solo tienen posibles explicaciones. “No hay pruebas de que el secuestro de crías de mono aullador proporcione algún beneficio a estos capuchinos”, destaca Barret. “Sin embargo, es probable que tengan mucho tiempo libre y, potencialmente, falta de estímulos, debido a las condiciones ecológicas únicas que presentan las islas”, añade. No tienen depredadores, así que no necesitan permanecer juntos por seguridad y, en consecuencia, interactúan menos entre sí. Esto ha llevado a un reducido control social dentro de cada grupo. Para este investigador, “si se coloca a un animal altamente explorador, social y buscador de estímulos en un entorno seguro y poco emocionante, podría buscar oportunidades para satisfacer su afán innovador, por aburrimiento”. Esto podría explicar su logro con las herramientas, pero también la aparición de conductas sociales sin sentido biológico, como el secuestro.
La directora del departamento de ecología de las sociedades animales del Instituto Max Planck de Conducta Animal, Meg Crofoot, también codirectora de la tesis de la descubridora, no habla tanto del aburrimiento como causa, sino como condición previa para la aparición de comportamientos divergentes. “Nuestra hipótesis es que el aburrimiento contribuye significativamente a las condiciones que permitieron el surgimiento de esta tradición… Sin embargo, no creemos que los capuchinos secuestren crías de mono aullador por aburrimiento; no los observamos jugando con las crías ni interactuando mucho con ellas”, cuenta Crofoot, autora sénior de esta investigación, en un correo. Para ella, una vez que el innovador, Joker, inició este comportamiento, “otros machos (más jóvenes) parecen haberlo copiado, perpetuando la moda no porque les beneficie, sino quizás simplemente porque todos los demás lo hacen”.
En lo que tiene muchas dudas Crofoot es en la calificación moral de estos comportamientos. El visionado de los vídeos que han puesto en una página especial para mostrar su hallazgo es muy perturbador y desasosegante. Los capuchinos no maltratan a las crías, salvo cuando intentan escapar. Pero tampoco juegan con ellas. Las portan sin más y, cuando se cansan, se desentienden de ellas. Todas eran lactantes y aunque solo grabaron la muerte de cuatro, están convencidas de que todas murieron.
“Si el mal considerado en la banalidad del mal [expresión acuñada por la filósofa Hannah Arendt sobre el exterminio nazi] no es tanto la acción, sino más bien la incapacidad de pensar y valorar las conductas propias (que es como interpreto a Arendt), aún estamos en las etapas iniciales de la comprensión de hasta qué punto (si es que existe) los animales no humanos poseen esta capacidad”, advierte Crofoot. “Si bien sabemos que algunas especies animales (incluidos los capuchinos) se comportan de manera consistente con tener una teoría de la mente (la capacidad de atribuir estados mentales como deseos y creencias a otros), no sabemos si estas capacidades se extienden a conceptos como el deseo de evitar el sufrimiento”. Y añade: “Además, que yo sepa, ningún estudio ha demostrado que dicha comprensión se generalice a los miembros de otra especie”. La antropóloga, destacada investigadora de la conducta de los primates, termina: “Por lo tanto, si la cognición y el razonamiento de los capuchinos no incorporan este tipo de autorreflexión, ¿pueden sus acciones ser entendidas como malvadas? Yo diría que no”.
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