La barbarie ensangrentó Avellaneda
Violentos incidentes en el partido por la Sudamericana entre Independiente y la Universidad de Chile provocaron horror y estupor. Las responsabilidades abrieron un debate en que participó de manera enérgica el presidente Gabriel Boric

A las dos de la mañana Avellaneda parece una zona militar. Las calles están vacías, un operativo policial evacua a los dirigentes y periodistas chilenos que permanecían en el Estadio Libertadores de América y en las afueras del Hospital Fiorito, a tres cuadras del estadio, un grupo de barristas de Independiente hacían guardia para saber de los heridos del club. Una suerte que no tuvieron los hinchas de la Universidad de Chile, conminados por los federales a retirarse del lugar para evitar nuevos enfrentamientos, pese a que los reportes decían de dos chilenos heridos de gravedad y en riesgo.
El presidente Gabriel Boric había instruido poco antes al embajador Viera Gallo para presentarse en el recinto hospitalario y también en el cuartel policial de Avellaneda, donde 60 barristas de la Universidad de Chile permanecían detenidos. No había, ni en los reportes policiales ni en las declaraciones de los dirigentes parte de fallecidos, aunque las imágenes captadas por los celulares de testigos de personas con heridas muy graves.
Una vez más las copas sudamericanas se tiñeron de sangre. Y nuevamente con equipos chilenos en condición de protagonistas. En el partido de vuelta de la llave entre Independiente de Avellaneda y la Universidad de Chile el empate uno a uno con que concluyó el primer tiempo clasificaba a los chilenos. Fue entonces cuando comenzaron los incidentes en la platea superior, donde los hinchas visitantes rompieron los baños y lanzaron proyectiles a la bandeja inferior.
Al ver la gravedad de los incidentes, el árbitro uruguayo Gustavo Tejera -el mismo que arbitró Colo Colo con Fortaleza donde murieron dos hinchas en Santiago- decidió suspender el encuentro. Como la ausencia de fuerza policial motivó que los enfrentamientos escalaran, finalmente decretó cancelado el partido y los clubes volvieron a vestuarios. La bandeja de los visitantes fue desalojada, pero una feroz arremetida de los barras bravas del Rojo terminó con inusitada violencia contra los fanáticos chilenos, que fueron desnudados, golpeados y arrojados desde las tribunas.
La feroz reacción fue minimizada por el presidente de Independiente, Néstor Grindetti, quien culpó directamente a los hinchas de la U de la violencia, priorizando el interés deportivo de obtener los puntos que estaban en disputa. El timonel azul, Michael Clark, responsabilizó por su parte a las insuficientes medidas de seguridad adoptadas por el club organizador. Desde Chile, Gabriel Boric subrayó “la evidente irresponsabilidad en la organización”.
Con fuego cruzado en las recriminaciones, hasta la madrugada en Buenos Aires no había certezas sobre la magnitud de las heridas ni del recuento de víctimas. Las imágenes subidas a la red hablan de sangrientas riñas, al paso que los medios rivalizaban en atribuir responsabilidades.
Por lo pronto, en un nuevo escándalo asociado a los protocolos de sus espectáculos, la responsabilidad de la Conmebol se hace evidente, y deberá actuar con premura. El fiasco de la final de la Copa América en Miami, el partido de Colo Colo con Fortaleza y un partido cancelado entre Brasil y Argentina que quedó sin sanciones siguen siendo materia de reproche para Alejandro Domínguez en Asunción.
La barbarie transmitida en vivo en el marco de la Sudamericana reabrirá el debate, a la espera de sanciones que no podrán paliar el horror vivido en Avellaneda.
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