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Los 10 lugares favoritos de... Marco Silva: “En la calle San Diego compré un libro a un precio ridículo, pero estaba firmado por el poeta Enrique Lihn”

El guionista, comunicador y diseñador chileno relata su devoción por el río Mapocho, la juventud en la calle Dieciocho y sus paseos por Fantasilandia: “Todavía recuerdo el olor a juegos nuevos”

Marcos Silva, diseñador y guionista, y el Parque Quinta Normal, en Santiago de Chile.
Maolis Castro

Parque Metropolitano. Está relacionado con muchos periodos de mi vida. Yo nací en Temuco, en La Araucanía, y llegué a Santiago cuando tenía nueve años. Recuerdo que iba al zoológico que está dentro del parque y de chico pensaba que toda mi vida sería así en Santiago, pero sucedió que solo fui de niño y no regresé hasta que tuve a mis hijos. Y eso que viví cerca, en el barrio de Pedro de Valdivia norte. Este fue el lugar donde crecieron mis hijos, hacíamos caminatas en el cerro. Es un parque magnífico y esencial para la ciudad. (Tiene varios accesos, uno de ellos es Pedro de Valdivia Norte, Providencia, a 1.5 kilómetros de las estaciones del Metro Pedro de Valdivia y Tobalaba).

Río Mapocho. Refleja cómo la naturaleza ha sido golpeada por la ciudad. Mapocho es un río despojado de su dignidad de río. Por un tiempo fue el desagüe de Santiago, pero ahora está más limpio. En Providencia está encajonado, como una bestia salvaje que ha sido tan dominada que ya dejaba de ser salvaje. Sin embargo, cuando vienen temporales, donde se desborda o toma su curso, hay esa advertencia de que puede pasar cualquier cosa. Siento que simboliza algo porque Santiago está segmentada por el río Mapocho, y creo que cuando respetemos más su curso de agua sanaremos como ciudad. (Nace en el Cerro El Plomo, en la cordillera de Los Andes, y atraviesa casi todo Santiago, para desembocar en el río Maipo).

Rivera del Río Mapocho, Santiago, Chile.

Calle San Diego. Cuando llegamos a Santiago me enfermé de tifus y estuve en cuarentena. Mi mamá me llevaba todos los días revistas de comics, compradas en la calle San Diego, porque vivíamos muy cerca, en el barrio Matta. Luego, yo paseaba por ahí, iba para buscar tesoros escondidos: libros y revistas usadas. Una vez encontré un libro antiguo con un precio ridículo, pero al revisarlo estaba firmado por el poeta chileno Enrique Lihn y lo llevé a la caja de la librería como si hubiera hallado un gran tesoro. San Diego era como una avenida emblemática, donde estaba el comercio de las grandes tiendas. Había comerciantes judíos, árabes, todo el mundo establecido ahí. Es una calle vinculada a la historia de Santiago, a la trastienda de la ciudad, construida sobre caminos anteriores. De hecho, estoy escribiendo una novela sobre esta calle. (Se extiende desde la Avenida Libertador Bernardo O’Higgins hasta el barrio Franklin).

Parque O’Higgins. Era mi patio de juego gigante, donde iba con mis amigos a hacer deportes o escuchaba la Parada Militar y el bullicio de las fondas de las Fiestas Patrias, el bajo de las cumbias, a lo lejos. Soy la primera generación que tuvo Fantasilandia, y todavía recuerdo el olor de los juegos nuevos. Nunca tuve una sensación de peligro allí, aunque ahora pasamos para ir a recitales en el Movistar Arenas u otros eventos y existen precauciones. (Avenida Viel, entre Tupper y Rondizzoni, en Santiago).

Calle Dieciocho. Hay un barrio de casas muy antiguas que fueron recuperadas para el Centenario de la Independencia, en 1910. Ahí quedaba el Instituto Profesional de Santiago –ahora UTEM–, donde estudié diseño, y que estaba construido sobre un antiguo convento cerrado. Fue en ese lugar donde me abrí al mundo, los estudiantes en aquella época eran distintos a los de ahora. Hoy son más burbujas, pero en mis tiempos tenía compañeros que venían de liceos fiscales y otros de colegios caros de Santiago. La calle Dieciocho fue de transformaciones para mí, porque entré en 1985 a la universidad, en años de mucha represión e impunidad por la dictadura, y salí de ahí en democracia, cuando asumió el presidente Patricio Aylwin. Por cierto, yo trabajé como director de arte de la campaña de Aylwin. (Calle Dieciocho entre Av. Libertador Bernardo O’Higgins y General Las Heras).

Mercado Municipal de Providencia. Está relacionado con mi vida laboral, porque trabajé en unos cuatro lugares que estaban cerca del mercado. Con el tiempo se fue achicando, pero antes tenía una vida más bohemia. Hoy la Municipalidad de Providencia intenta recuperarlo a través de un proyecto y espero que se logre porque fue un espacio importante de encuentro. (Av. Providencia 1550, entre Antonio Bellet y Santa Beatriz).

Parque Quinta Normal. Lo vinculo con la niñez de mi papá, Hernán Silva. Él vivió en varias ciudades porque mi abuelo fue jefe de estación de ferrocarriles. Cuando mi papá se vino a Santiago estudió Agronomía, y había un terreno en Quinta Normal donde mi papá me llevaba a clases. Entonces, íbamos a los museos. Es un lugar fantástico que debería ser un polo cultural más importante. (Avenida Matucana 520, entre Portales y Santo Domingo).

Vista aérea del parque quinta normal, Santiago,Chile, el 19 de junio del 2025.

Iglesia de la Gratitud Nacional. En el siglo XIX, el sacerdote Ramón Jara creó el “Asilo de la Patria” para los niños que quedaron huérfanos por la Guerra del Pacífico. Luego fueron comprados los terrenos de la antigua Ermita de San Miguel, a un costado de la Iglesia, y se pusieron nichos con los restos de soldados. Yo estudié al lado, en el colegio hoy llamado Salesianos Alameda, donde pasé de llegar de Temuco a la rudeza de la ciudad de Santiago. Estuve en un colegio de hombres, que fue importante en mi adolescencia porque era visitado por Raúl Silva Henríquez, entonces cardenal de la Iglesia Católica en los periodos duros de la dictadura. Él fue rector de ese colegio en el pasado, antes de convertirse en una figura importante en la defensa de los derechos humanos entre las décadas de los 70 y 80. (Hoy Santuario Nacional de María Auxiliadora. Av. Alameda Libertador Bernardo O’Higgins 2387).

Museo de Arte Precolombino. Hoy el centro de Santiago está muy degradado, pero el museo es un lugar de resistencia. Es un sitio que nos habla de nuestro pasado, pero también de nuestro futuro y sobre todo de nuestra identidad. El museo precolombino es una constatación de que tenemos una historia más allá de la colonización. (Bandera 361, esquina Compañía, Santiago).

Parque Bicentenario. Es uno de los grandes pulmones de la ciudad. Vivo con mi esposa en una casa cercana a este parque, donde suelo pasear a mis tres perros. Siento como que, al final, Santiago es una ciudad de 8 millones que sigue siendo chica para mí, donde conozco su ritmo y su ambiente. (Bicentenario 3236, Vitacura).

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Sobre la firma

Maolis Castro
Es periodista de EL PAÍS en Chile desde 2024, antes estuvo en el medio económico Bloomberg Línea. Trabajó para EL PAÍS desde Venezuela entre 2016 y 2019. También estuvo en el portal de periodismo de investigación Armando.info y El Nacional. Ha colaborado para medios como Pulso (Chile), The Wall Street Journal y ABC (España).
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