Ir al contenido
_
_
_
_
Libros
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Escribir lo doméstico

El segundo libro de ensayos de Macarena García Moggia, ‘Ensayos de una casa’ nos invita a sumergirnos en los espacios cotidianos para ampliar nuestra percepción de aquello que ocurre en nuestro día a día

Macarena García Moggia, autora de ‘Ensayos de una casa’

Sin arriesgar demasiado, puede afirmarse que los libros más interesantes que se vienen publicando en el último tiempo en Chile están en el campo de la no ficción. Biografías, perfiles, prosas filosóficas o ensayos de la más diversa laya están contribuyendo y tensando con enorme frecuencia un campo en el que la novela pocas veces alcanza la excelencia, la poesía circula escasamente fuera de los lectores entendidos y la dramaturgia, en cuanto género literario, no existe. El segundo libro de ensayos de Macarena García Moggia, Ensayos de una casa (Alquimia, 2024), refrenda la tesis y, con inteligencia, delicadeza y lucidez, nos invita a sumergirnos en los espacios cotidianos para ampliar nuestra percepción de aquello que ocurre en nuestro día a día.

 El libro está compuesto por siete capítulos breves, cada uno de ellos centrado en una dimensión material de la casa (el muro, la cama, la ventana, la mesa, etc.) que le sirve a la autora para desplegar una reflexión sutil y pausada en torno a los significados vitales que esos espacios u objetos hacen posible. La casa que aquí se construye está lejos de la metáfora tan frecuente en nuestra narrativa chilena, aquella que la comprende como un microcosmos de la nación y sus dilemas (y que ha sido la perspectiva para leer obras como Casa grande, de Orrego Luco, las casas de José Donoso o Una casa vacía, de Carlos Cerda, entre muchas otras). Por el contrario, en los ensayos de García Moggia son pequeños destellos los que van construyendo un hogar que sirve como punto de observación de rutinas y gestos cotidianos. Las preguntas giran en torno a la forma, una dimensión de la realidad que exige pausa y paciencia: ellas “no aparecen nunca en lo inmediato de la percepción, sino que tardan, se demoran, hay que buscarlas por la vía de la detención”. Al contrario de lo que podría pensarse, la casa no es una isla: los objetos aquí descritos sirven de vasos comunicantes con otros lugares, como otras viviendas de infancia o los hogares de familiares cercanos, o como la mesa que sirve como apoyo para la escritura, tanto dentro del hogar como fuera de ella, en el café, donde se escuchan las conversaciones y se elucubra acerca del espacio propio.

En Ensayos de una casa, uno de los motivos más frecuentes es la pregunta por el tipo de texto que se está construyendo. Por un lado, señala que, a causa de su preocupación prioritaria por la forma de las palabras y no tanto del argumento, “el ensayo está más cerca de la poesía que de la ficción”. Ese ensayar es resultado de la vacilación, de las incertezas e incomodidades que nos obligan a plantearnos preguntas sobre nuestro entorno. Así, esta escritura ensayística surge del contacto con lo distinto, con lo ajeno. Asimismo, es un tipo de arte que invita a perderse, a avanzar sin tesis preestablecidas, y a entrecruzar la inteligencia con la sensibilidad. En su intento por definir el género desde el cual titula el libro, García Moggia señala que el ensayo podría definirse como “un modo de ir tras la pista de las ideas a través de la experiencia, o al revés: como un modo de ir tras la pista de la experiencia, se origine esta en lo vivido, lo leído o lo visto, a través de las ideas que de ella se despiertan perezosas, en retardo, reflexivas”.

Uno de los aspectos más frecuentes en este volumen está dado por la autorreferencia a la escritura y la lectura. No solo de la mano de las numerosas visitas de otros libros y autores —Plath, Cioran, Milllán, Kristeva, Rilke, Ozick, Solnit, Villoro, Perec o Lihn, entre muchos otros—, sino sobre todo a la misma ensayista que, desde su casa o en el café del barrio, escribe y piensa sobre sí misma como alguien que produce textos de una naturaleza híbrida y abierta, como las puertas y ventanas ante las que se sitúa, y que se comprende, además, como una lectora. “Aprender a dialogar con nosotros mismos de manera sostenida, transitando de la violencia a la ternura, de la risa a la comprensión, es algo que nos brinda con especial generosidad la palabra impresa, hagamos lo que hagamos con ella”. Y es en los libros de otros, cuyo objeto se interpone entre uno mismo y la mirada de los demás, la que le permite a la ensayista comprenderse como un sujeto distinto: “fue entonces, en la temprana adolescencia, cuando descubrí que un libro en las manos hacía las veces de muro frente a los demás. (...) Tras esas paredes encontraba mi espacio. Mi cuarto propio mental”.

Se trenzan aquí, además, numerosos temas: la maternidad, la dificultad de tener espacios privados (y lo satisfactorio de poder lograrlo en medio de una familia numerosa), la autoridad y privilegio que significa poder cerrar las puertas, los barrios en los que transcurre la vida, el desamor, el miedo a la soledad o las mudanzas de un lugar a otro. Todos esos tópicos están vistos desde una pátina de empatía y nostalgia que no reniega de los elementos dolorosos de la vida —como las dificultades prácticas que comprende la llegada de los hijos, o el fin de las relaciones amorosas—, pero que neutraliza sus aspectos negativos y deja tras la lectura una sensación de que priman, aquí, el encuentro y la entrega.

Este conjunto de ensayos, de poco más de cien páginas, tiene poquísimos puntos bajos: unos pocos desvíos algo desgajados de un conjunto sumamente coherente o pequeños guiños academicistas en unos ensayos cuya erudición no suele caer en el hermetismo. Con todo, esos detalles no le quitan el valor a un conjunto que, en una prosa sugerente, resulta en un volumen muy bien logrado donde la escritura y los espacios domésticos se observan con excelencia, con una dosis justa de humor y con una enorme capacidad para despertar, en su cruce entre la poesía y el pensamiento, una reflexión imaginativa de primer nivel.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Álvaro Campos en una calle de la comuna de Pudahuel, en Santiago de Chile.

Poesía y dinero

JOAQUÍN CASTILLO VIAL
Fernanda Trías en su casa, en Bogotá, el 17 de febrero de 2025.

Una tierra lírica y violenta

Joaquín Castillo Vial

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_