Chile múltiple: ensayos, crónicas y biografías
Estos tres géneros, complementarios entre sí, describen a un Chile cada vez más difícil de entender. La publicación de estos libros en tan poco tiempo describe un país cuya comprensión pasa por un abordaje en diversos niveles

Desde hace varios años, se observa en Chile un creciente éxito del ensayo político, un género en el que predomina más la interpretación de un estado del mundo o de la historia del tiempo presente, que un análisis empírico respaldado sistemáticamente en datos. Es en ese sentido que se trata de “ensayos” de ideas, esto es la producción libre de ideas que el autor espera que hagan sentido en un público más amplio que el círculo de especialistas. El último ensayo en boga, de verdad interesante, es el libro de Juan Pablo Luna ¿Democracia muerta?, en el que ensaya una interpretación general en clave mortal de este régimen político a escala latinoamericana. En un tono sumamente pesimista (según el periódico La Segunda, Luna sería a ojos de la izquierda frenteamplista un académico dark), la democracia es brillantemente desmenuzada por un cientista político de izquierdas que incursiona cada vez más en la función del intelectual público.
Durante muchos años, el ensayo ha sido el género dominante entre los intelectuales de izquierdas, ya sea por elección (decidiendo abandonar por un momento la ruda administración de la prueba estadística o archivística) o por condición (por ejemplo sociólogos que no tienen otra opción que la de apegarse al ensayo al no haber nunca incursionado en las batallas -a menudo narcisistas- del campo científico en donde lo que se encuentra en juego es tanto la explicación empírica de un objeto o fenómeno como la reputación que se origina en el reconocimiento de los pares). Si bien hay intelectuales de derechas que han incursionado con cierto éxito en el ensayo político sobre el presente (por ejemplo, Daniel Mansuy en su libro Nos fuimos quedando en silencio), todavía nos encontramos en un territorio de izquierda intelectual.
Muy distinto es el creciente éxito de otro género, el de la crónica, en el que han sido actores directos o testigos de hechos o situaciones los autores de libros muy interesantes: un exministro del Interior (Gonzalo Blumel, en su libro La vuelta larga: crónica personal de la crisis de octubre), un exdirector de la Secretaría de Comunicación y Cultura (SECOM) con Tiempos mejores de Jorge Selume y, en los últimos días, la notable crónica personal de Hernán Larraín Matte (La derecha liberal sí existe). En cada uno de estos libros, se aprecia el relato de un periodo o de un acontecimiento sin ninguna pretensión intelectual (la que sí define al ensayo político de izquierdas): tan solo la descripción de una experiencia personal que proporciona un punto de vista vívido, directa y sobre todo subjetivamente vinculado con el objeto sobre el cual se está escribiendo. Este género que cada día se torna más exitoso en Chile debe ser reconocido y tomado muy en serio: no solo porque en sus autores hay un intento de descripción e interpretación, sino también porque prevalece en la escritura una elogiable toma de distancia con lo que se vivió visceralmente, eso que en ciencias sociales llamamos reflexividad.
El último género que también está ganando relevancia en los últimos meses es el de la biografía, generalmente por parte de periodistas (es extraño que los historiadores chilenos esquiven este género tan interesante). Hace poco tiempo, Mario Amorós publicó una biografía sobre la vida de la líder comunista Gladys Marín (Gladys Marín: una vida revolucionaria), la que proporciona innumerables datos biográficos e históricos no solo de la expresidenta del Partido Comunista, sino también sobre la vida interna del partido. Es cierto que en esta biografía, así como en las innumerables biografías de Salvador Allende, Miguel Enríquez y tantos otros dirigentes de izquierdas, la escritura es corroída por la hagiografía: es en este sentido que los historiadores, sociólogos y cientistas políticos tienen ante sí todo un territorio en el que incursionar, desarrollando crítica documental y una forma de distanciamiento reflexivo que resulta imprescindible para entender a figuras extremadamente complejas (un poco a la manera de lo que logra ese inmenso historiador que es Ian Kershaw con su magnífico libro Personalidad y poder, en el que se abordan las vidas de Franco, Churchill, Hitler, Stalin, Thatcher y muchos otros líderes). Puede entonces entenderse la expectación que produce la inminente salida en librerías de la biografía no autorizada de un político no solo vivo, sino que aun muy influyente tras bambalinas: Enrique Correa. Una biografía sobre el poder, de los periodistas Andrea Insunza y Javier Ortega. El ejercicio es audaz ya que narra la biografía de un político de la envergadura de Enrique Correa (fue ministro secretario general de gobierno durante el gobierno de Patricio Aylwin, 1990-1994, para en seguida transformarse en un actor en las sombras durante décadas), lo que equivale a prometer una comprensión fáctica del poder.
Estos tres géneros, complementarios entre sí, describen a un Chile cada vez más difícil de entender, un Chile múltiple. La publicación de estos libros en tan poco tiempo describe un país cuya comprensión pasa por un abordaje en diversos niveles. El desafío propiamente intelectual es saber sostener todas estas perspectivas en un relato que no esquiva los datos, tampoco los archivos, pero que se abre a interpretaciones de distinto orden para elaborar algo así como una explicación.
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