Litio: el complejo de no ser complejos
Es clave ofrecer una estrategia para ampliar los productos que generamos, pero con un foco en los derivados de esas industrias donde gozamos de ventajas comparativas

El gobierno anunció con bombos y platillos la Estrategia Nacional del Litio, pero ya en la recta final de su mandato el balance es mezquino: el preacuerdo con SQM y poco más. El otro gran hito eran los contratos con BYD y Tsingshan para ‘agregar valor’ al mineral, pero su futuro fue puesto en duda en los últimos días. Luego de trascendidos del desistimiento de ambas empresas, la confirmación del Ministro Marcel y por último desmentidos de la Embajada de China, el sueño de las baterías made in Chile, al menos, se enfría.
Estos contratos son parte fundamental de la Estrategia Nacional del Litio oficialista. El propio presidente señaló en su momento que “Chile no se iba a limitar solamente a la extracción” sino que iba a “crear cadenas de valor”, mientras que la estrategia publicada invitaba a “superar la lógica extractivista”. La tesis es clara: Chile no agrega valor a sus productos, vendemos piedras, palos y frutas. Dado lo anterior, nos dicen, es necesario un esfuerzo estatal para complejizar estas industrias, avanzando en la cadena de valor; del carbonato de litio al cátodo, del cátodo a las baterías. Eso fue lo que empujó Corfo, ofreciendo litio a precios rebajados a cambio de desarrollar productos que no son rentables en condiciones de mercado. Por eso cuando el precio dejó de ser atractivo el negocio se puso en duda (sumado, por supuesto, a contratos débiles y ausencia de boletas de garantía).
Ahora, saliendo de los dimes y diretes, vamos al tema de fondo. ¿Tiene sentido la estrategia del gobierno para complejizar nuestra economía? Una de las personas que más ha estudiado el asunto de la complejidad económica en el mundo es César Hidalgo, físico chileno radicado en el extranjero que estuvo recientemente en Chile, y dio una fascinante y oportuna entrevista a Daniel Matamala. Su respuesta a esta pregunta es clara: la complejidad económica sí es importante. Pero si las autoridades lo escucharan con atención comprenderían que la forma en que el Gobierno entiende ese concepto adolece de la misma falta de complejidad que le achacan a la minería chilena.
Al menos tres lecciones saltan a la vista escuchando a Hidalgo: en primer lugar, se puede tener una economía compleja exportando productos simples, y de hecho esto tiene mucho sentido para países alejados de los grandes centros de distribución como es Chile. Para un fabricante de autos eléctricos chino, japonés o coreano será más eficiente que sus proveedores de baterías estén cerca, en Mongolia o en Vietnam, que mandarlas a hacer en Chile, por más yacimientos de litio que tengamos.
En segundo lugar, que el encadenamiento que debemos buscar no es ‘de átomos’, sino del conocimiento. No son productos más elaborados, sino procesos más sofisticados. El encadenamiento del conocimiento suele, en palabras del físico, ir mejor hacia atrás que hacia adelante. Agregar valor en la industria del litio implica mejorar los procesos, más que los productos. Por ejemplo, cuando Chile se transforma en pionero en las técnicas de extracción directa de litio (DLE), más eficiente y menos contaminante, está agregando valor, aunque el producto final sea el mismo.
Finalmente, es importante ofrecer una estrategia para ampliar el abanico de productos que generamos, pero con un foco en aquellos derivados de esas industrias donde gozamos de ventajas comparativas y conocimiento acumulado. Exportar servicios, repuestos de maquinaria, o tecnología aplicada, pero vinculados a procesos mineros. Este ha sido el camino que han recorrido países con características parecidas a las de Chile: Australia, Nueva Zelanda o Noruega.
Como podrá ver el lector, la complejidad importa, pero la aproximación oficialista al tema es, paradójicamente, muy simplista. Chile tiene una economía mucho más compleja de la caricatura que muchas veces se hace. Junto con eso, hay mucho espacio para complejizar nuestra economía, incorporando más sofisticación hacia atrás en la cadena de valor.
El Gobierno anunció hace poco más de una semana un nuevo proceso para generar valor agregado con el litio, muy similar al que motiva esta columna, pero esta vez con la cuota de Albemarle, la otra gran productora. Quizás la Corfo podría conversar con Hidalgo antes de volver a la carga con la idea de transformarnos en un gran productor de baterías de litio. Porque esta película, francamente, ya la vimos y no nos gustó.
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