La negritud festiva

Casi 6.000 personas se acercaron el pasado sábado a la segunda jornada del Tomavistas, festival que abre la temporada de solaces y calorinas, y buena parte de ellos andaban congregados en torno al escenario principal cuando The Horrors tomaron a las diez y media el mando. Ellos acostumbran a ser breves y expeditivos, con o sin acotaciones horarias, y lo suyo de esta vez fue un sonoro ya estamos aquí. Sin rodeos ni contemplaciones, sin muecas ni falsas camaraderías, los británicos demostraron que las fiestas no tienen por qué chafarse aunque las tiñamos de negro.

Oscuro era el riguroso atuendo de los cinco de Essex y hasta las gafas que el larguirucho Faris Badwan lució durante los primeros temas. Y la oscuridad resultó fotogénica y seductora durante 10 temas y una hora escueta, incluso aunque al jefe de filas se le escuchara con menos intensidad de la que debiera. Motivo de más para que se luciese Rhys Webb, un bajista estiloso que debe de acabar con la mano derecha pulverizada ante semejante avalancha de notas pedal.

Quienes se perdieran el lunes a Echo & The Bunnymen se encontraron, cinco noches después, con el mejor de sus sucedáneos. Hay algún paréntesis para el bailoteo cósmico, como en In and out of sight, donde los guiños clásicos se prolongan en dirección a Simple Minds. Pero la negritud festiva eclosiona con Sea within a sea, hecatombe narcótica y pesadillesca con alaridos incorporados del intrigante Badwan. Quizá aún les falte una pizca de empatía, esa de la que harían alarde Temples apenas una hora después. Pero ahora solo falta confiar en que siga la racha en el Auditorio Tierno Galván, una de esas ubicaciones inesperadas para redescubrir la periferia.