Un pionero de la edición genética apela a regular su uso en humanos
Werner Arber, jurado de los Premios Jaime I, cree que habría que llegar a consensos para determinar cómo aplicar la revolucionaria tecnología 'crispr'

Werner Arber (1929) es uno de los pioneros de la edición genética. Obtuvo el Nobel de Medicina de 1978 por sus trabajos sobre las enzimas de restricción, unas tijeras moleculares que cortan el ADN, y que sentaron las bases de lo que por entonces se empezaba a conocer como ingeniería genética.
Ahora, en pleno estallido de la revolucionaria tecnología crispr que permite abaratar y simplificar la edición el ADN hasta el punto de plantear la posibilidad de modificar el genoma humano incluso en células germinales (espermatozoides y óvulos) y reescribir el código genético de la descendencia, Arber ha alabado esta nueva tecnología por ser “más precisa y más eficiente”. Pero también ha alertado del consenso que será necesario para acordar cómo aplicarla, ante las posibilidades que ofrece y los resquemores éticos que ya está levantando entre algunos sectores ante la posibilidad que abre de alterar las características genéticas de las generaciones futuras a voluntad.
El investigador suizo es uno de los 21 premios Nobel que forman parte del jurado de los Premios Jaime I que se celebran en Valencia desde hace más de dos décadas. Aprovechando su estancia en Valencia con ocasión del fallo de los galardonados en 2015, Arber mantuvo recientemente una conversación con Carlos Simón, director científico del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) y de la empresa Igenomix sobre las posibilidades que ofrece esta tecnología momentos antes de celebrar un encuentro con estudiantes.
Arber se refirió, en un primer momento, a los efectos de aplicar esta técnica en los microoriganismos : “sinceramente espero que la ciencia no provea a las bacterias con propiedades más patógenas que podrían ser probadas en el campo”. Respecto a su uso en humanos “si uno cambia de forma activa el genoma, debería de estar acompañado de consideraciones éticas”, indicó. Y añadió: “Creo que eso es importante, uno no debe permitir a los científicos hacer lo que quieran”.
El investigador aludió la necesidad de establecer un “consenso sobre las reglas a aplicar” en cuanto a la posibilidad de aplicar la edición genética para tratar enfermedades humanas modificando los genes que las provocan. “No solo [un consenso alcanzado por] un pequeño grupo de científicos con expertos en el ámbito de la ética; la decisión final debería contar con una audiencia amplia”.
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