La lección de ‘Beceroles’
El primer libro de texto en catalán publicado después de la Guerra Civil cumple medio siglo La cartilla introdujo nuevos métodos pedagógicos


Cadira, pissarra y taula. (Silla, pizarra y mesa) Estas fueron las primeras palabras en catalán que aprendieron leer y escribir centenares de niños que iban a la escuela en Cataluña a finales de los años 60, cuando el veto franquista a la lengua comenzaba a flaquear. Las tres, escritas con una letra ligada, están en la primera página de Beceroles, comencem a llegir un texto que por estos días cumple medio siglo de publicación. La cartilla, de la maestra Àngels Garriga y editada por Teide, fue el primer libro de texto en catalán publicado después de la Guerra Civil. También cambió la enseñanza de la lectoescritura de entonces.
“No había materiales de estudio. Beceroles fue el comienzo de todo”, asegura la profesora Rosa Boixaderas, ya jubilada. En 1965, con tan solo 18 años y tras acabar sus estudios de magisterio, llegó a la Escola Minguella, de Badalona. Allí se le encomendó hacerse cargo de los cursos extraescolares de catalán a la que algunos padres matriculaban a sus hijos. “Eran clases muy numerosas y la dirección de la escuela estaba muy comprometida con ellas. En nuestro caso, la inspección educativa franquista siempre hizo la de la vista gorda con las clases”, dice.

Cada niño, recuerda la maestra, llegaba con su cartilla. Eran unos 30 o 40 alumnos en el aula, lo que demuestra el interés y la movilización de las familias. “El libro era novedoso para su época, por el método y porque era a todo color. Las ilustraciones [de María Fernanda Díaz] tienen una notable influencia italiana”, explica David Rahola, consejero delegado de Teide y nieto del editor del libro, Frederic Rahola. El abuelo, explica el nieto, tramitó el permiso de la censura del régimen para poder sacar adelante el proyecto, del que en total se hicieron cuatro ediciones hasta 1979. Eran los primeros resquicios de respiro para el catalán fuera de la clandestinidad. Hacía cuatro años había visto la luz la revista Cavall Fort, apoyada desde la igelsia catalana.
“El mayor problema fue la distribución, pues había que ir a cada colegio a ofrecer el material, buscando los que fueran sensibles con el catalán”, explica el directivo de Teide. La relación entre Garriga y Rahola tenía un nexo: Alexandre Galí, uno de los líderes del movimiento de renovación pedagógica en Cataluña. Galí fue profesor de Garriga en los Estudis Normals de la Mancomunidad de Cataluña y Rahola fue discípulo del pedagogo.
Cuando la autora, madre de Marta Mata, escribió las poesías y relatos de Beceroles ya padecía la parálisis que la alejó de las aulas y vivía en su casa de Banyeres del Penedés. Mata fundaría, posteriormente, la Escuela de Maestros Rosa Sensat, que también celebra este año su aniversario cincuenta.
Boixaderas recuerda que el libro incluía unos cartones con las imágenes y las palabras que se recortaban para realizar actividades, la pedagogía activa. “El texto de Garriga remite a metodologías que el franquismo había apartado de la escuela como el método analítico, el Montessori o el Decroly”, explica la maestra. Las cartillas tradicionales del franquismo, continúa la pedagoga, se basaban en la repetición mecánica: ma, me, mi, mo, mu. Con Beceroles, usando otro enfoque, se relacionaban las imágenes con la palabra, se tenía que leer.
La autora, la profesora Àngels Garriga, lo escribió después de retirarse
Garriga también escribió una guía para los maestros, de unas 15 páginas, en las que sugería las actividades de clase. La autora, por ejemplo, aprovecha el mundo pastoril para introducir el uso de la ll, con palabras como llop (lobo), ovella (oveja)… La preparación de esta lección, por ejemplo, indica a los maestros cómo hacer que los niños descubran el vocabulario del entorno. Y sugiere lecturas adicionales como la leyenda de Rómulo y Remo o Caperucita Roja para afianzar, mediante las referencias al lobo, el uso de la ll.
Después de Beceroles llegó Estels, que era el libro de segundo curso. Garriga murió en 1967. Su legado pedagógico sobrevivió gracias a su hija. Con la restauración de la democracia las barreras para el catalán se fueron abriendo paulatinamente. En 1980 se instauró el exitoso modelo de inmersión lingüística, de gran consenso dentro de Cataluña pero que sigue generando polémica en el resto de España . “Esta cartilla fue la primera piedra de un edificio enorme, la escuela catalana, que aún no hemos acabado de construir y que es frágil”, asegura el también profesor de catalán y escritor Enric Larreula, experto en didáctica de la la lengua.
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