Arrieros somos

Miguel Peralta, exconsejero de Justicia y Administraciones Públicas del PP, fue ayer un paso más allá que el resto de testigos e imputados que han declarado en las distintas piezas del caso Gürtel.Peralta atribuyó a Francisco Camps y a sus personas de confianza en la dirección regional del PP, Adela Pedrosa, Ricardo Costa y David Serra, la contratación de eventos con Orange Market, la terminal valenciana de la trama corrupta de Francisco Correa.

“Era conocido por todos que quien llevaba la campaña de Camps era Alvarito”, explicó Peralta, “Estaban todo el día juntos”. El testimonio de Peralta ante el juez Ceres se suma al que realizó a finales de enero el exconsejero de Sanidad Luis Rosado, que en su declaración como imputado atribuyó al entorno de Presidencia de la Generalitat la decisión de contratar en su departamento con El Bigotes.

Peralta argumentó que, como miembro del Gobierno de Camps, nunca llegó a formar parte de su círculo de confianza porque tanto él como Alicia de Miguel y Gema Amor se hallaban adscritos al zaplanismo que, en retirada, se había hecho fuerte en la dirección provincial del PP y la Diputación de Alicante.

El testimonio de Peralta sirve para desbrozar, un poquito más, el camino hacia el señor X, el término que utiliza la oposición parlamentaria para referirse a quien abrió la puerta del partido y de la Administración valenciana a la trama corrupta. La declaración del exconsejero fue similar a la del coordinador electoral del PP en la provincia de Valencia en las campañas de 2007, Juan José Medina. Con una diferencia, Peralta puso nombres y apellidos a quienes llevaron de la mano a Orange Market. Y Medina, no. Un escaloncito más que levantó ampollas en el núcleo duro del campismo, cada vez más asfixiado por los sumarios judiciales.

Puede que el sectarismo con el que pilotó su etapa Francisco Camps sirviese para que, quienes no comulgaron con él, prefiriesen no contratar con Gürtel o lo hiciesen sin sospechar lo que las investigaciones judiciales están dejando al descubierto. Lo que queda claro a raíz de los sumarios judiciales es que El Bigotes intentó, mediante su amistad con Camps y Costa, hacerse con el monopolio de los eventos organizados por el PP y que las direcciones provinciales del partido hicieron oídos sordos a la frase “al presidente le gustaría...” y se negaron a engordar a Orange Market.

Y puede que cuando Camps decidió mandar a las tinieblas políticas a su amigo Peralta no pensase en las vueltas que da la vida. Y es que arrieros somos.