Todo huele a humo en Darnius
Después de una noche de desesperación, aparecieron los hidroaviones y helicópteros

A las siete de la mañana, el cielo de Darnius (Alt Empordà) y su gente olía a humo. Después de una noche de desesperación, aparecieron los hidroaviones y helicópteros que a las ocho y media empezaron a rociar los tres focos más cercanos al pueblo. Can Rajol, comentaban los vecinos, había perdido el rebaño de ovejas y otra masía, el suyo de cabras. La gente de Can Genís refugiaron los caballos en el campo de fútbol del pueblo para salvaguardarlos del fuego que rodeaba Darnius.
En el vecindario reinaba la tristeza. La propietaria de Can Maideu no pudo llegar a su masía, todo su bosque de encinas, de 100 hectáreas, estaba quemado. Ya lo fue en el incendio de hace 26 años. Después de aquello su hermana lo abandonó y ella había empezado hace cinco años a limpiar el bosque para volver a explotar el corcho. Todo perdido. Todavía tiene que pagar los trabajos de la última limpieza. Maideu (Nunca debe, en castellano) se llama así porque la abuela tenía fama de pagar siempre y puntualmente.
En la noche del domingo el joven alcalde Eduard Payrà lanzaba llamamientos por radio para que llegaran los bomberos. Llegaron y se fueron. Y volvieron. Había demasiados focos para poder atenderlos todos. “Los ADF y más de 100 voluntarios hemos trabajado toda la noche con nuestras cubas y la que nos envió Maçanet de Cabrenys, pero no eran suficientes. Faltó que alguien los coordinara. Lo nuestro es prevenir el fuego, no apagarlo. Somos gente de pueblo, no hemos hecho cursillos. Lo que conseguimos en cinco horas con recursos más profesionales podríamos haberlo resuelto en hora y media”.
Toda la zona está sin luz, y el Ayuntamiento que administra la única tienda de comestibles del pueblo ha puesto un generador para salvar los alimentos del frigorífico. Esta mañana del lunes la carretera hacia Figueres estaba cortada. Un bombero de Orriols, que cargaba el camión de agua, llevaba 26 horas de servicio. Trabajando sin parar y triste por no poder estar en todos los lugares donde se le reclama. “No puedes tomar la iniciativa e ir a todos los sitios donde te piden”.
A las nueve de la mañana el fuego seguía amenazador. Payrà describe su terrible ruido, aumentado por la explosión de bombas de la guerra Civil, al menos cuatro. Un hotel cerca del río, La Central, fue evacuado y la gente de las masías, no todos, algunos quisieron quedarse, bajaron al pueblo.
A las diez de la mañana, los vecinos contemplaban más esperanzados los aviones descargando su lluvia. En una plaza, cabizbajos repasaban lo sucedido. Había quien se quejaba de los mossos —“No saben los caminos”—, quien se lamentaba de no haber visto más bomberos. Otros, con un comprensible sentimiento de fatalidad, admitían que no se podía estar en todos los rincones donde el fuego era el señor del lugar; ruidoso, terrible, instalando la destrucción. A esas horas de la mañana los vecinos estaban pendientes de la dirección del viento, si soplaría a su favor o a favor de las llamas.
En el pueblo da La Vajol, a unos 600 metros de altura, cerca de Darnius y Agullana, los Mossos reunieron a la una de la tarde a los vecinos en la plaza. Era una recomendación de confinamiento que a las tres de la tarde obedecían una cincuentena de vecinos, casi todos los que quedaban en la población. La treintena restante se había marchado en dirección a Francia. El fuego estaba a dos kilómetros.
Dolors Manzanera, la alcaldesa, estaba conectada por el teléfono de emergencias que une los ayuntamientos. Periódicamente, una voz le pedía que reportara la situación. A las tres de la tarde, todo estaba tranquilo. El pueblo, sin embargo, vivía en alerta desde las seis de la mañana. “Estamos concentrados por precaución, por si el viento trae el humo”, explicaba la alcaldesa.
A los pies de La Vajol, la carretera que va de Maçanet de Cabrenys a Darnius estaba cortada al tráfico. Otra medida precautoria, decían los Mossos, para dejar la pista libre a los servicios que batallaban contra el fuego.
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