El juego de Feijóo
¿Quién se acuerda hoy de aquella fusión entre Oza y Cesures que iba a acabar con la crisis?
La Democracia Feijoniana afronta en estos días oscuros un dilema peliagudo. El modelo que mejor lo explica acaso sea el Chicken Game o Juego del Cobarde. Junto con el Dilema del Prisionero, conforma la columna vertebral de la conocida Teoría de juegos. El modelo se inspira en la famosa carrera de coches de la película Rebelde sin causa. Conocen el juego. Dos coches corren hacia el abismo, quien frene antes, pierde. Los conductores deben optar entra frenar, salvarse, pero quedar como un gallina, o no frenar, ganar... o despeñarse.
Feijóo no es James Dean, pese a los desvelos de la prensa gallega de derechas porque lo parezca. Tampoco es un chicken. Eso lo ha demostrado muchas veces y en tesituras difíciles. Como también su tendencia a gestionar los problemas corriendo hacia adelante, una estrategia más bien poco operativa al borde de un precipicio.
La última prueba de la velocidad frenética que han adquirido los ciclos políticos y de la opinión pública la aportan los Presupuestos del Estado. Las cuentas están bien pintadas. En otros momentos nos habría tenido entretenidos varias semanas. Los medios difundirían lujosas infografías y detalladas animaciones con vistosos trenes llegando repletos de animosos viajeros dispuestos a conocer Galicia, tierra de oportunidades. Hoy, apenas han aguantado unas horas en los titulares.
Las cifras del paro, los copagos sanitario, las tasas universitarias o el IVA devoran las portadas y las estrategias de comunicación ¿Quién se acuerda hoy de aquella fusión entre Oza y Cesures que iba a revolucionar el derecho administrativo español, acabar con la crisis y dejar en pañales al Tratado de Varsovia?
A días o meses de las elecciones, Feijóo debe escoger entre frenar o seguir zumbando hacia el despeñadero con un Rajoy empeñado en acelerar una política donde, cuando los bancos tienen problemas se les da dinero, pero cuando las dificultades las padece la gente, se les recortan derechos. La sobredosis de austeridad está matando a la demanda y las subidas fiscales la rematarán. Pocos dudan de cómo la reforma laboral ha multiplicado el paro. La crisis de la deuda arrecia. La reforma financiera parece algo que la banca española sigue pensando que afecta solo a los demás. Las encuestas dictan sentencia, como los mercados. El PP ya ha amortizado el inmenso capital de su mayoría absoluta y ha entrado en pérdidas.
Feijóo juega su mano con dos ventajas. La primera reside en la evidencia de que el ciclo de las políticas en Europa va a girar hacia la demanda. La segunda se sustancia en el crédito extra suministrado por su acierto al haber apostado hace tres años por la austeridad. Ambas le conceden margen para elegir. Y no se dejen engañar. Hay otras opciones. Se puede escoger entre acelerar o frenar.
De momento, no levanta el pie del acelerador. Sin cuestionar ni dirección, ni velocidad, apuesta por presentarse como un “conseguidor” moderno. Los antiguos caciques ofrecían intermediación ante el poder para repartir beneficios. La Democracia Feijoniana ofrece mediación para evitar costes. A Galicia le va a ir mejor porque llevamos tres anos pasándolo mal mientras en Valencia nunca paraba la fiesta. Su oferta es que nos van a cobrar todo, aunque menos que a los demás. No se fíen. Tiene truco. Funciona para las ambulancias o las tasas. Pero resulta inútil para la subida del IVA o la reforma laboral. Feijóo no puede prometer que nos la va a aplicar, pero poco.
Dispone de otra opción: frenar. Ejercer como líder. Articular un discurso alternativo que afirme dos evidencias fundamentales. La austeridad sin crecimiento solo trae sufrimiento y la crisis provocada por los excesos financieros no la pueden pagar los jubilados o los estudiantes. Ningún presidente autonómico posee hoy la legitimidad, ni la capacidad, atesorada por Feijóo para decirle a Rajoy que se equivoca y debe girar las políticas, como va a suceder en Europa, y hacerlo antes del hundimiento del Titanic.
La Democracia Feijoniana hará bien en tener presente la única certeza que existe sobre las elecciones autonómica. Cuando llegue la hora de votar, las gallegas y los gallegos se formularán una pregunta esencial. Cuatro años de recortes y sufrimiento, ¿para qué?, ¿para acabar como todos?
@antonlosada
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