Homenaje castizo a Viena

La idea del director de escena Paco Mir es imaginativa. Se parte del mítico Concierto de Año Nuevo en la Musikverein de Viena para montar un espectáculo en clave castiza con valses y polcas, desde luego, pero también con chotis, mazurcas y pasodobles. Federico Chueca ocupa el lugar de privilegio normalmente reservado a la familia Strauss. No hubo en Madrid, como hay en Viena, alardes de motivos florales o de virtuosismo instrumental. La acción tiene lugar en una corrala, la misma que sirve de fondo a la primera escena de ese espectáculo fabuloso para todas las edades que es Los sobrinos del capitán Grant, en cartel hasta el 8 de enero, día en que se pasa por TVE.

Cuatro actores formidables —Toni González, Pepín Tre, Maribel Lara e Imma Ochoa— llevan el ritmo de una velada en la que pasa de todo, y así se sortea una cesta de Navidad o el público canta un villancico. Las luces de verbena hacen el resto. Cristóbal Soler dirige con precisión, aunque su purismo musical desemboque a veces en un poco de sosería. Sonríe y pone voluntad, pero le falta chispa.

Al final fue enderezando el rumbo, dirigiendo al público con gracia una Marcha de Cádiz, de Chueca, que hacía el papel de la Marcha Radetski en Viena, palmas incluidas. También sonaron los ecos de El Danubio azul en versión Chueca, en una particular versión de La canción de la Lola. Y se paseó la llama de Los sobrinos por el escenario, entre el regocijo general, y la espontaneidad brilló a sus anchas, excepto cuando el cuerpo de baile pasó a primer plano con su inevitable toque académico de sonrisas puestas y movimientos disciplinados.