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Medio siglo de cultura española en tres listas de ‘Babelia’

¿Qué cuentan los rankings sobre España? Analizamos pormenorizadamente la relación que el suplemento cultural de EL PAÍS publicó en los meses precedentes sobre los 50 mejores libros, discos y películas del último medio siglo

Las tres listas irrumpieron como meteoritos en el panorama cultural. A lo largo de este año, el suplemento Babelia publicó tres selecciones con los mejores libros, discos y películas de los últimos 50 años en España. Además de fijar un canon, estas listas buscaban cartografiar la cultura que recorre medio siglo de historia española: desde la muerte de Franco en 1975 hasta hoy. Muchos expertos de literatura, música y cine votaron (y jerarquizaron) las obras que para ellos eran más emblemáticas, pero este informe busca analizar qué revelan esas elecciones sobre la cultura española reciente. Examinamos la metodología, los resultados (cuantitativos y cualitativos) y las principales controversias, para así entender cómo determinadas obras se insertan en el imaginario cultural contemporáneo.

Publicadas entre el 15 de marzo y el 15 de noviembre, las listas han marcado un hito mediático y han generado un intenso debate en redes, medios y dentro de la propia comunidad artística. Pero, consideradas en conjunto, las listas de los 50 mejores libros, películas y discos permiten esbozar un retrato cultural, social e identitario del arte en España en los últimos 50 años. Vamos allá.

01 Música

Identidad y mestizaje cultural, constantes temáticas del canon

La primera de estas listas, Los 50 mejores discos españoles del último medio siglo, se publicó el 15 de marzo de 2025. Los cinco primeros fueron La leyenda del tiempo (Camarón de la Isla, 1979), El mal querer (Rosalía, 2018), Omega (Enrique Morente y Lagartija Nick, 1996), Échate un cantecito, (Kiko Veneno, 1992) y Qualsevol nit pot sortir el sol (Sisa, 1975). La conclusión es clara: el flamenco no es un género, sino la columna vertebral de la música española de este medio siglo. La imagen que arroja la música de estos 50 discos es la de un país plural que avanza dialogando con su pasado (en lugar de borrarlo), y en el que estos discos han actuado como espacio de libertad donde lo popular y lo experimental han convivido sin malos rollos.

Si uno va al desglose de los datos, podemos sacar varias conclusiones interesantes. La primera es que hay un cuello de botella temporal evidente: 13 discos en los años setenta (recordemos, en solo cinco años), 16 en los ochenta, 11 en los noventa, 4 en los dos mil, 4 en la década de 2010 y dos en esta media década de los 2020. Es evidente que (al menos en el jurado) hay un freno en la incorporación de referentes contemporáneos, frente al peso dominante de las obras previas al cambio de siglo.

Hay una radical sobrerrepresentación masculina: 40-10. Solo hay 10 discos de cantantes femeninas o de bandas lideradas por mujeres; cuatro veces menos que de cantantes masculinos o de bandas capitaneadas por hombres. Algo que no se da (de forma tan descarada) en literatura ni en cine. En los discos hay muy poca concentración de artistas: Camarón, Rosalía, Enrique Morente, Paco de Lucía, Radio Futura, Los Planetas y Leño repiten, todos con solo dos discos. Algo que no pasa en cine y literatura, donde algunos artistas comparecen con tres, cuatro y hasta siete obras (pero ya llegaremos a eso).

En música podemos entrar en una cuestión que no afecta ni al cine ni a la literatura: podemos separar a los solistas de las bandas. Como todo, depende de dónde se sitúe la línea de medir: si metemos a Loquillo (y los Trogloditas) como banda, y desglosamos a Morente en dos (solista en Despegando, banda en Omega), tenemos 22 discos de solistas y 28 de bandas. Conclusión: la música en España es un trabajo en equipo. En cuanto al género, la lista es ecléctica e incluye un poco de todo: cantautores, hip hop, trap, electrónica, música más experimental, canción española clásica…, pero no hay que engañarse: aunque la frontera entre algunos discos es porosa, al imbatible binomio pop / rock se pueden adscribir una veintena de discos.

¿Hay ausencias? Por supuesto. La lista hizo ruido cuando se publicó y, si uno habla hoy con cantantes y músicos españoles, no es raro que nombres como Amaral, Estopa y Hombres G salgan a relucir en casi todas las conversaciones. Alguno reclama figuras tan míticas como Isabel Pantoja o Julio Iglesias. Otros hablan de fenómenos masivos como El Canto del Loco o La Oreja de Van ­Gogh; grupos vivos que siguen arrastrando multitudes y que llevan en activo casi 25 años. Y la cara de todos al comprobar que no aparece Héroes del Silencio pivota entre la incredulidad y el pasmo. La calidad e influencia de muchos de estos mencionados es canónicamente innegable; la cuestión es a quién sacaría cada uno para hacerles hueco en una lista de 50.

02 Cine

Del drama social a la fantasía

Posteriormente, el 10 de mayo de 2025 se dio a conocer la lista sobre Las 50 mejores películas españolas del último medio siglo. Las cinco primeras resultaron Arrebato (Iván Zulueta, 1979), La escopeta nacional (Luis García Berlanga, 1978), El sur (Víctor Erice, 1983), Los santos inocentes (Mario Camus, 1984) y Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988). Es evidente que el drama social marca la pauta: casi un 40% de las obras aborda conflictos colectivos o familiares. Así que no es un lugar común: es la verdad profunda de un cine español que, sin embargo, este siglo ha evolucionado hasta entregar buenos representantes de todo tipo de géneros.

En términos temporales, la década más representada es la de los dos mil, con 13 filmes, que se constituye así como la década de plenitud del cine español, en la que cristalizan muchas de las lecciones aprendidas desde 1975. Y se da un hecho sorprendente que no tiene correspondencia ni en la lista musical ni en la literaria: esta media década que ha pasado desde el año 2020 aparece representada por cinco películas, mientras que la anterior (2010-2019) solo aparece representada por ¡dos! filmes: La isla mínima y Estiu 1993. Iciar Bollain, Isabel Coixet, Alejandro Amenábar y Fernando León de Aranoa aparecen por duplicado en una lista que domina, sin género de duda, Pedro Almodóvar. Hasta siete veces aparece el manchego: en cada década, en cada generación, hay un Almodóvar que con su cine pincha en hueso, llega al público y deja su huella en el arte patrio.

Al contrario que en la lista literaria, apegada casi patológicamente al realismo (ya llegaremos a eso), el cine español se permite soñar: 18 filmes se enclavan dentro del género dramático, pero seis son thrillers, cuatro pertenecen al género fantástico y siete son comedias. El gradiente es muy amplio, desde el drama político al terror, demostrando que el eclecticismo del cine español no está reñido con el sello de calidad de la crítica. 39 películas dirigidas por hombres, 11 por mujeres; una cifra muy desigual que, sin embargo, conviene ponderar con un matiz, y es que de los últimos 15 años (década de 2010 y década de 2020) entran cuatro filmes dirigidos por mujeres por tres de hombres. Es decir, hay un cambio en el canon, tardío, pero real, y que probablemente se prolongue en años venideros.

¿Ausencias? Sí. Gente del mundo del cine y estudiosos consultados echan en falta un representante al menos del cine quinqui. José Luis Garci aparece con El crack, pero es raro no ver Volver a empezar, la primera película española que ganó un Oscar. También están fuera gigantes recientes como Juan Antonio Bayona o Enrique Urbizu, ensalzados con cada nueva película por la misma crítica que los ha apeado de la lista. Y fenómenos no solo cinematográficos sino sociales como los firmados por Santiago Segura (especialmente el primer Torrente) o Javier Fesser. De nuevo, la duda: ¿a quién sacar para hacerles un hueco?

03 Libros

La memoria como valor moral

Finalmente, el pasado 15 de noviembre Babelia publicó Los 50 mejores libros españoles del último medio siglo. Los cinco libros mejor situados resultaron: Corazón tan blanco (Javier Marías, 1992), Crematorio (Rafael Chirbes, 2007), El cuarto de atrás (Carmen Martín Gaite, 1978), Las personas del verbo (Jaime Gil de Biedma, 1975) y Anatomía de un instante (Javier Cercas, 2009). La conclusión del análisis de los 50 libros es que este es un país que no ha dejado de mirarse en el espejo. Casi toda la lista la recorren los fantasmas de la Guerra Civil, la posguerra y el franquismo, señal de un país que escribe para recordar, para generar dudas, y para entender por qué es como es.

Un vistazo detenido a la lista de los libros revela que, más allá de décadas, está claro que el núcleo duro del canon se concentra entre 1980 y 2009. Y que cuesta mucho acumular la gravitas simbólica necesaria para acceder a él: solo aparecen siete libros publicados en los últimos 15 años.

Varios autores repiten. La que más, Carmen Martín Gaite, con cuatro apariciones: El cuarto de atrás (1978), El cuento de nunca acabar (1983), Usos amorosos de la postguerra española (1987) y Nubosidad variable (1992). Con tres, Javier Marías; y con dos, Eduardo Mendoza, Rafael Chirbes, Javier Cercas y Juan Marsé. El género de la frase que acabo de escribir no es casual: 36 libros han sido escritos por hombres, 14 por mujeres (de las que, recordemos, solo repite Martín Gaite); casi el doble. En idiomas, poca sorpresa: el castellano se impone por aplastante mayoría, con dos libros en catalán (El temps de les cireres, Camí de sirga) y Obabakoak en euskera.

En conjunto, podemos sentenciar que el gran tema transversal de la lista literaria es la memoria histórica. Es decir, la posguerra y la Transición (y las consecuencias sociales y morales que acarrearon) atraviesan buena parte de las obras seleccionadas. La literatura de estas obras entraña un espacio de reflexión ética y de revisión crítica del pasado y, en algunos ejemplos, implica cierto desencanto democrático. Y todo, la verdad sea dicha, apegado al realismo: la literatura de fantasía, ciencia ficción o negra queda prácticamente excluida de un canon que, como se ve, sentencia que la literatura más valiosa es la que ayuda a explicar el mundo (o proyecta una visión sobre él). Sorprende que algo como la autoficción, que tantos titulares ha dado durante lustros, no tenga más presencia. Aunque eso no excluye la veneración a la figura clásica del literato: la construcción de la lista podríamos decir que es totémica, pues se vertebra en torno a autores con una obra coherente, recurrente y con un estilo propio y diferenciable.

¿Hay ausencias? Muchísimas, pero si uno habla con expertos, al contrario que en la música, terminan apuntando más a los géneros que a los nombres propios. Es un elefante en la habitación que no se puede dejar de señalar: la lista (el jurado) ha confeccionado más una relación de novelas y ensayos que de libros: no hay dramaturgia, no hay apenas cómic, no hay casi poesía y poco ensayo. En cifras: 33 novelas puras y 11 ensayos. El resto, las raspas: cuatro poemarios, un artefacto biográfico-lírico (Mortal y rosa) y una novela gráfica (Arrugas). ¿Que falta algún novelista? Seguro, pero también podrían estar nombres como Francisco Ibáñez, Alberto Conejero o Chantal Maillard y al dios de los libros no le parecería mal.

04 Conclusión de conclusiones

Esto es (ha sido) la cultura española

La radiografía completa de la lista muestra muchos datos de interés. Por ejemplo, el análisis de género evidencia un retraso en la inclusión de mujeres: hasta hoy, España ha tendido históricamente a construir su legado cultural desde perspectivas masculinas y la incorporación femenina se produce principalmente en las últimas décadas, lo que indica, más que una transformación estructural del canon, un proceso de corrección tardío. Un elemento transversal a las tres artes es la dualidad entre tradición y modernidad: la música fusiona flamenco y rock, la literatura mezcla memoria y experimentación narrativa, y el cine combina autoría clásica con géneros contemporáneos como el thriller o el terror. Las tres listas muestran, eso sí, un centralismo cultural evidente: predominan el castellano y la mirada desde la ciudad y desde lo intelectual, mientras que las lenguas cooficiales, la periferia geográfica (la España vacía) o la cultura popular quedan representadas de forma muy minoritaria.

El canon que han fijado estas tres listas es tan completo como discutible, pero, precisamente por ello, está vivo. En sus huecos, en sus silencios y tensiones, se adivina el trabajo pendiente: ampliar el relato, incorporar otras voces, aceptar que la cultura no se hereda intacta, sino que se revisa, se discute y se reescribe con cada generación. Dicho lo cual: una vez analizado este medio siglo, es hora de ponerse a escribir los libros, componer los discos y rodar las películas que coparán el canon de los próximos 50 años.

Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.
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