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crítica literaria
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Arundhati Roy escribe sobre su madre: visionaria y despótica, protectora y devastadora

En ‘Mi refugio y mi tormenta’, la autora india traza un mapa de su desarrollo como escritora sobre el que planea la figura de Mary Roy, una mujer tan inspiradora como implacable

Laura Ferrero

Algunas dedicatorias contienen una vida entera. La de El dios de las pequeñas cosas (1997), la novela que dio a conocer a Arundhati Roy, decía: “A Mary Roy, que me crio, me enseñó a decir ‘perdón’ antes de interrumpirla en público y me quiso tanto como para dejarme marchar”. La dedicatoria podía interpretarse como una prueba de amoroso sacrificio materno. Casi tres décadas después, en 2025, Arundhati Roy publica Mi refugio y mi tormenta, unas memorias en las que se enfrenta a la muerte de esa madre cuya ternura fue, en gran medida, una apariencia.

O una mentira piadosa. Una mentira muy buena, de las mejores. Lo cuenta en las primeras páginas de este libro que nos llega ahora, cuando, ante la muerte de su madre, destrozada, su hermano le dice: “No entiendo tu reacción, a ti te trató peor que a nadie”. Es entonces cuando ambos vuelven a la antigua dedicatoria de su primera novela, que su hermano define con ironía como “el único pasaje de ficción” de la obra —de tintes semiautobiográficos— que le valió el Booker.

Y la ficción, nos recuerda siempre Roy, es un territorio brumoso: la memoria se filtra en la imaginación y la imaginación en la memoria hasta que resulta imposible distinguir sus contornos. En el centro de Mi refugio y mi tormenta, que se lee también como el mapa de su desarrollo como escritora —desde aquella primera novela deslumbrante hasta El ministerio de la felicidad suprema (2017), pasando por sus ensayos políticos contra la presa de Sardar Sarovar o las pruebas nucleares indias, también por sus incursiones en el mundo del cine—, emerge Mary Roy como una figura monumental y contradictoria: visionaria y despótica, protectora y devastadora. Una mujer que se enfrentó a las leyes patriarcales en la India hasta lograr que el Tribunal Supremo reconociera los derechos de herencia de las hijas, que fundó en Kottayam el colegio Pallikoodam, pionero por su pedagogía libre y creativa, pero que al mismo tiempo era capaz de arrojar platos contra la pared, de insultar a sus hijos o humillarlos en público. Esa mezcla de amor y violencia convirtió su hogar en un campo de batalla. “Ella fue mi refugio y mi tormenta”, escribe Roy a sabiendas de que ambas fuerzas son, a veces, inseparables.

El libro se construye sobre el intento de salvar el abismo entre el legado luminoso que Mary Roy dejó en quienes la admiraban y las espinas que clavó en sus hijos

Roy no solo llora a esa madre fallecida en 2022, sino también la desaparición de su “tema más fascinante”, el que durante décadas alimentó su literatura y su identidad como narradora. El libro se construye sobre el intento de salvar el abismo entre el legado luminoso que Mary Roy dejó en quienes la admiraban y las espinas que clavó en sus hijos. Sus páginas están atravesadas por imágenes difíciles de olvidar: la niña a la que su madre insulta, la que regresa del internado y descubre que su madre ha matado a Dido, su amada perra; la señora Roy con su terrible asma, seguida por un servil ayudante que cargaba su inhalador como si fuera un cetro; la mujer adulta que besa las paredes de su apartamento en Delhi, feliz de tener algo suyo; la famosísima escritora que, en medio de los aplausos, siente invariablemente que en otra habitación alguien, en silencio, está siendo golpeado. En cada escena convive una tensión entre lo grotesco y lo sublime que solo la prosa de Roy sabe mantener en equilibrio.

Estas memorias confirman la singularidad de su voz: una prosa que avanza en ráfagas, entre imágenes casi oníricas. Entre los símbolos que recorren el libro reaparece uno de los más inquietantes de El dios de las pequeñas cosas: la polilla gris descubierta por Pappachi —trasunto del abuelo de Arundhati—, encarnación de esos miedos que se heredan de generación en generación. En la novela, esa “polilla fría con mechones dorsales inusualmente densos” se posaba en el corazón de Rahel, la niña protagonista, en los momentos de mayor zozobra. En las memorias, Roy la asume como propia y habla de “mi vieja amiga, la polilla peluda y fría de mi corazón…“. Ese paso de lo ficticio a lo íntimo muestra cómo en su obra vida y literatura se entrelazan hasta volverse indistinguibles.

Tan conmovedor como implacable, en Mi refugio y mi tormenta late la idea de que la escritura es una forma de amor torcido, de fidelidad imposible. No en vano, el título original, Mother Mary Comes to Me, resuena como una plegaria pop, pero sobre todo como la constatación de un deseo: que la madre, a través de las palabras, regrese junto a la hija. Y que no se marche nunca más.

Mi refugio y mi tormenta

Arundhati Roy
Traducción de Catalina Martínez Muñoz
Alfaguara, 2025
432 páginas, 22,90 euros

El meu refugi i la meva tempesta

Arundhati Roy
Traducción de Imma Falcó
Ara Llibres, 2025
432 páginas, 22,90 euros

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