Getxophoto: dos miradas que contemplan la historia y construyen el paisaje
El festival exhibe los trabajos de Arno Gisinger y José Ramón Ais y transforma el espacio público en un escenario para el diálogo entre pasado y presente


Los Jardines de Ereaga, en Getxo, han sido ocupados por una instalación compuesta por cuatro enigmáticas fotografías de gran formato, cuyos protagonistas contemplan con atención una escena desconocida mientras subvierten la lógica de la contemplación. Se trata de Betrachterbilder (Imágenes del espectador), del artista austriaco Arno Gisinger (1964, Dornbirn), una obra que forma parte de la sólida y seductora programación con la que Getxophoto aborda su XIX edición, bajo el comisariado de María Ptqk.















Desde mediados de los 90, Gisinger viene haciendo uso de la fotografía como una investigación crítica sobre la historia, la memoria y la representación. Su trabajo profundiza en el concepto de la absorción, entendido como la relación íntima y comprometida entre el espectador y la imagen, y explora cómo son percibidas las imágenes y cómo se transforman cuando son visualizadas en distintos contextos, cuestionando su papel en nuestras sociedades contemporáneas.
Betrachterbilder, parte del recuerdo de una visita que realizó el autor, siendo niño, al museo Tirol Panorama, en Innsbruck, Austria, donde se exhibe una gigantesca pintura circular, de más de 1000 metros cuadrados. La obra representa la Batalla de Bergisel: los cuatro enfrentamientos ocurridos en 1809, cuando los campesinos tiroleses lucharon por su libertad contra las tropas de ocupación bávaras y francesas. “Cuando volví a visitarlo, me vino a la mente la mirada sorprendida y candorosa de un niño que todavía no sabe diferenciar entre lo real y su representación en pintura, entre lo natural y lo construido por el arte”, recuerda el fotógrafo, quien, en 1997, comenzó a dar forma a la serie.
“Por aquellos días, las tecnologías digitales estaban comenzando a establecerse“, explica Gisinger. “Por el contrario, el panorama —ese artefacto tan popular y turístico, realizado por un equipo de pintores según un encargo y con un formato preestablecido— era algo que rara vez había despertado el interés de la historia del arte. Me interesó trabajar en la serie tanto como una reflexión sobre la arqueología del dispositivo como de las técnicas del observador dentro del contexto de la época, observando el panorama como una especie de ciberespacio del siglo XIX; como un antepasado no solo del cine, sino también de las tecnologías contemporáneas de simulación en 3D”.

Al autor le interesaba indagar en las características del dispositivo como herramienta de propaganda, aprendizaje y atracción turística. Así, se propuso a observar a los observadores —a quienes pedía que permanecieran estáticos durante diez segundos— a través de una cámara de gran formato y desde el llamado faux terrain, el terreno que queda entre la plataforma central y la pintura. En realidad, lo que estaba haciendo era enfatizar la sensación de recogimiento y contemplación; una ilusión fotográfica, que, en sí misma, constituye una reflexión sobre el medio fotográfico.
“Estoy convencido de que la invención de la ciencia moderna de la historia, en el siglo XIX, está muy relacionada con la invención de la fotografía”, advierte Gisinger. “Decía el filósofo alemán Siegfried Kracauer que el trabajo del historiador es, en cierto modo, parecido al del fotógrafo: ambos están vinculados a la realidad, a los hechos que ocurren, pero los interpreta, los modela, igual que hace el fotógrafo al trasformar la realidad. Lo cual no deja de ser una paradoja. Durante los ochenta y los noventa, en Austria existió un amplio debate sobre la historia silenciada, en lo relativo a su implicación en el nacionalsocialismo. Por ello, desde muy temprano en mi trayectoria me di cuenta del papel que desempeña la historia y la memoria en el arte. Las memorias rechazadas siempre regresan. Así, el panorama —donde los espectadores se sitúan dentro de una maquina del tiempo, una especia de realidad virtual del siglo XIX— me ofreció la oportunidad de llevar a cabo mi primera reflexión significativa sobre las formas en que se considera y representa la historia”.
A pocos metros de Betrachterbilder, se encuentra Parque natural, de José Ramón Ais (Bilbao, 1971): una reflexión sobre la representación visual y cultural del paisaje y la naturaleza, articulada a través de cuatro paisajes construidos digitalmente. Compuesta por un total de doce piezas, la serie presenta paisajes inexistentes que parten de códigos visuales provenientes de la historia del arte, la mitología, o la ciencia, transmitidos a la cultura fotográfica a través de la pintura de paisaje.
El efecto de hiperrealidad que ofrecen estas construcciones totalmente ficticias a una escala monumental, resulta especialmente eficaz. Invitan al espectador a internarse en parajes de una belleza casi histérica, que roza lo excesivo, donde siempre hay un rio y un camino: elementos que recuerdan que lo que fotografiamos está inevitablemente impregnado del recuerdo, de lo que ya hemos visto en otro lugar y de alguna forma nos resulta familiar: una suma de relatos, mitos y creencias proyectadas sobre la naturaleza.
“El concepto del parque nacional aparece en el siglo XIX”, explica el fotógrafo.“Es, a fin de cuentas, la mirada proyectada de la Escuela del Río Hudson sobre la naturaleza, una mirada que lleva implícita la herencia del romanticismo y de toda la pintura europea. En él queda reflejada la identidad de una nación a través del paisaje: grandes extensiones a las que se asocia la idea de lo sublime y donde toda la cultura previa a la colonización queda borrada”.
Cada una de las imágenes de Parque Natural está compuesta a partir de un vasto archivo fotográfico que el autor ha ido elaborando desde 2013. Este archivo se nutre de su entorno natural más cercano, como si se tratase de una cartografía personal —en muchos casos, fotografiando plantas que él mismo cultiva— . Para construir las imágenes, el artista utiliza fondos azul croma, empleados en el cine y el vídeo para facilitar la creación de efectos visuales.

En Paisaje Natural 1, un camino conduce al espectador hacia una montaña lejana: una maqueta realizada a modo de los escenarios del cine, que remite al monte Cervino, uno de los primeros lugares que impulsaron el turismo. “La montaña es también una referencia al logotipo de la Paramount Pictures, otro gran generador de relatos del siglo XX, así como a mi propia manera de construir las imágenes”, señala Ais.
La siguiente imagen hace referencia al ideal clásico representado por los paisajes de Claudio de Lorena, y a los estereotipos paisajísticos de la cultura occidental. En Parque Natural 8, el mito del descenso de Hércules al inframundo sirve de punto de partida para evocar un imaginario ligado a lo exótico y la aventura. En primer plano, aparece un acónito —la planta venenosa que según la leyenda, brotaba de la saliva del perro de Hades, Cerbero—, rodeado de heracleum, que lleva el nombre del héroe mitológico. El inframundo está representado por una isla que es, en realidad, un remake de La isla de los muertos, la pintura simbolista de Arnold Bócklin, en la que las palmeras sustituyen a los cipreses.
En la última imagen una llamativa bola fuego arrasa el paisaje en alusión a la crisis climática. Así, en su XIX edición, Getxophoto confirma su capacidad para convertir el espacio público en un laboratorio de pensamiento visual, donde los paseantes se trasforman en espectadores activos, interpelados por obras que nos hablan del poder de la imagen; un poder capaz de construir, para revelar tanto como ocultar y apelar tanto al conocimiento como a la emoción.
Betrachterbilder (imágenes del espectador). Arno Gisinger. Jardines de Ereaga. Getxo. Hasta el 22 de junio. Parque Natural. José Ramón Ais. Jardines de Ereaga. Getxo. Hasta el 22 de junio.
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